Salto ha sido históricamente un destino turístico privilegiado gracias a sus aguas termales. Durante décadas, las termas de Daymán y Arapey atrajeron a miles de visitantes de todo el país y la región, posicionándose al departamento como uno de los polos turísticos más importantes del interior. Sin embargo, en los últimos años, esa fuerza se ha ido diluyendo, no por falta de recursos naturales, sino por la ausencia de políticas públicas consistentes y la falta de voluntad política por parte de la administración departamental.
La falta de pienso —y de cariño— por parte del gobierno departamental se vuelve evidente cada vez que llegan las temporadas altas, como la Semana de Turismo o las vacaciones de julio. En vez de encontrar una ciudad viva, con diversas propuestas que complementan la experiencia termal, los turistas se encuentran con una oferta estancada y poco atractiva. Solo el agua caliente, por sí sola, ya no alcanza para seducir a quienes buscan algo más que relajarse.
Las termas deben ser el eje de un modelo turístico más ambicioso, donde giren actividades culturales, recreativas y gastronómicas pensadas para distintas edades y públicos. Eventos musicales, ferias de emprendedores, circuitos guiados, intervenciones artísticas, propuestas para niños, gastronomía típica, actividades deportivas: hay infinidad de ideas posibles, muchas de bajo costo, que podrían convertir las vacaciones en una experiencia memorable y fomentar la permanencia de los visitantes por más días en nuestra ciudad.
Sin embargo, año tras año, vemos pasar estas fechas clave sin una propuesta sólida ni una planificación a la altura. Lo más preocupante es que esto no es nuevo: ha sido el gran debe de las dos últimas administraciones de la Intendencia de Salto. A pesar de las múltiples alertas de operadores turísticos y actores del sector, no ha habido señales claras de que esta situación vaya a cambiar.
La pasividad oficial es incomprensible. Salto tiene un potencial turístico enorme, pero sigue desaprovechando. La ausencia de gestión en este sentido no solo perjudica al visitante, sino también al comercio, al empleo local y a la imagen del departamento como destino. Recuperar el brillo de nuestras termas requiere más que mantener el agua caliente: necesita ideas, decisiones firmes y, sobre todo, un compromiso real con el desarrollo turístico.
Esperamos que esta realidad cambie cuanto antes. Que Salto vuelva a ser una opción tentadora para vacacionar, no solo por sus recursos naturales, sino por todo lo que puede ofrecer en torno a ellos. Es hora de pensar en grande. El turismo merece mucho más que indiferencia institucional. Y Salto también.