Anteriormente las estafas que se concretaban por vía telefónica, tenían por victimas predilectas a los adultos mayores (los jóvenes parecían estar más allá de esta posibilidad), lo que nos llevaba a preguntarnos ¿Cómo es posible que una persona se deje timar con un método que ha sido ampliamente difundido e incluso alertado por parte de las autoridades?
Hay en esto una responsabilidad personal, pero hay también una responsabilidad social porque es el Estado quien debiera proteger al ciudadano de estos timadores.
En momentos en que se maneja un proyecto que pretende poner freno o identificar incluso a estos estafadores nos desayunamos de cómo funcionan estas estafas.
Corresponde decir que en la mayoría de los casos, los más sofisticados, se proporciona a las víctimas un número de cuenta de una institución financiera del exterior.
Consumada la estafa y cuando se pretende averiguar a quien corresponde la cuenta de referencia o quien la maneja, los Estados Unidos (de donde surge la mayor parte de estas estafas), se niega a proporcionar la información, alegando determinados aspectos de confidencialidad.
Hay que ser muy claros en esto. Las víctimas suelen ser personas mayores, relativamente fáciles de engañar y confiadas en las instituciones financieras, en las que han depositado su confianza de por vida.
Hay que tener muy claro que esconder esta información (se lo hace al menos que integre determinado grupo de países), es alentar la delincuencia.
Poco o nada creíble resultan entonces las “listas” de países marcados como aquellos que otorgan determinadas facilidades y confidencialidad a los inversores o depositantes.
Si profundizáramos en la cuestión seguramente nos encontraríamos con situaciones en las que los protagonistas son los mismos.
En estas columnas nos hemos referido a la enorme brecha que establece la tecnología en nuestros días. Seguramente que faltan controles y hay gente que no está interesada en que estos se establezcan.
Hay necesidad de formarse por lo menos en lo elemental para no cometer errores y sobre todo hay que tener muy claro quien está de un lado y quien del otro en estas situaciones, cosa nada sencilla por supuesto.
“Se sostiene que lo esencial es invisible a los ojos” y seguramente es así también en este caso porque manejarse por lo que le dicen los grandes medios o hacerlo viendo sólo lo que flota sobre el agua, es prestarse precisamente a ser estafado.
Lo que hoy vemos con dolor es que la ambición de tener bienes a bajo precio, es parte de la codicia que lleva a personas jóvenes a que también caigan en estas redes.
A.R.D.
