CONTRATAPA

Policía y Ejército: Cada cosa en su lugar

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Aquí tienes el texto corregido:


No estoy de acuerdo con que efectivos del Ejército Nacional salgan a las calles en apoyo a la Policía.
Este es un debate que se viene dando en nuestro país desde hace muchos años, y que se intensifica más cuando se acercan instancias electorales como las de este año. Insisto, no estoy de acuerdo.
Quizás tendría que decir, en primer lugar y como rasgo muy genérico, lo que se dice habitualmente: que la formación de unos y otros (soldados y policías) es muy diferente, y eso es lógico, ya que han sido preparados para tareas diferentes. No digo que una sea mejor o más importante que la otra, simplemente distintas. Partiendo de esa base, no es difícil concluir que lo mejor es mantener a cada uno en sus respectivas funciones específicas. Cada cosa en su lugar.
Pero hay mucho más para decir.
No tengo dudas de que el pedido que hacen algunos para que los soldados salgan a las calles, surge de la comprobación de que la Policía se ve muchas veces superada por la delincuencia. Y eso es cierto. Sin embargo, y lejos estoy de ser un especialista en la materia, estoy convencido de que hay otras formas, y mejores, de atacar el problema.
Cuando me dicen que la Policía no da abasto porque siempre van más rápido las artimañas de quienes están en la vereda de enfrente, yo pregunto:
¿Y quién asegura que aún con los soldados incorporados a la labor policial, no seguirá siendo superada? ¿Acaso es una cuestión solo de cantidad de efectivos? ¿Acaso la delincuencia (y pienso sobre todo en las principales “cabezas” que la manejan) no intentará también superarse y superar a quienes la estén combatiendo?
No queda otra opción: podremos empezar a mejorar la lucha contra la delincuencia si tenemos mejores policías. Y por supuesto (no tendría ni que decirlo pero lo hago por las dudas), con insistencia también en educación, prevención, promoción del deporte, ayuda a personas adictas, etc. etc. Nada de eso es excluyente respecto a la represión. Pero claro que todo esto que acabo de enumerar daría para otras largas páginas; hoy solo estamos abordando la labor policial y tratando de argumentar por qué nuestra postura es en contra de sacar a los soldados en su apoyo.
Una mejor Policía se empieza a construir, creemos, si se les brinda a estos funcionarios: preparación, exigencia, atención y estímulo.
Preparación en todo, aunque aquí solo podemos mencionar una mínima cantidad de ejemplos: desde cómo subir a un móvil a un joven desacatado por sobredosis de droga, o cómo atender a una persona que le esté dando un paro cardiorrespiratorio en la vía pública, hasta cómo reducir a un delincuente peligroso que esté armado. Pero decimos preparación constante en la carrera, desde que ingresa a la función hasta que se retira después de años, no solo en las instancias previas a ingresar en la institución policial.
Exigencia: Se me ocurre ahora como ejemplo más evidente, que las licencias médicas sean realmente por estar enfermos. ¿Cómo puede haber, siempre, tantos funcionarios con licencias médicas? ¿No habrá abusos? (¡Qué tema este!). Pero a la vez no desconocemos lo que implica este trabajo en cuanto a diferentes condiciones de trabajo que resultan muy difíciles de sobrellevar, es decir, está claro que en verdad hay muchas personas enfermas, y por eso el siguiente punto… la atención.

Atención, por ejemplo, en salud mental. Cuando un policía llega a una ventanilla de emergencia y plantea que está mal, que se siente sin fuerzas, que la depresión le gana, debemos creerle. Después vendrá la evaluación del caso. Existe un prototipo del policía que es el de aquella persona fuerte, poderosa, capaz de superar todo, capaz de dar su vida por defender la de los demás, un héroe. Bien, cuando ese “héroe” baja los brazos y decide pedir ayuda en la medicina, debemos creerle y atenderlo como es debido. ¿O vamos a pensar que el número de suicidios entre policías es una cuestión de azar? En lo que va del año, en promedio, más de un policía se suicida por mes. ¿Hay que decir algo más? La salud mental de los uruguayos está muy mal atendida, de eso no hay dudas, es difícil encontrar a alguien que no esté de acuerdo. Y en el caso de los funcionarios policiales, el promedio es muy alto, demasiado. Es que se suman en este caso otros factores. Hablaré brevemente de dos (no elegidos caprichosamente sino porque rompen los ojos al observar algunos datos/estadísticas a los que tuvimos acceso):

  1. Los policías no entran en esa gran mayoría de personas (de las más diversas profesiones) que actualmente se sienten mucho más libres para revelar sus inclinaciones sexuales. No; por el contrario, dentro de los uniformados (ante los ojos de quienes los ven desde adentro pero también de la población en general), el ser homosexual o bisexual no está para nada bien visto. Se sigue pensando en función de aquel estereotipo de virilidad, masculinidad, etc., que no puede romperse. Entonces, ¿cómo funciona la mente de aquel que, además de todos los problemas que puede tener en otros planos, se sabe condenado a esconder su sexualidad?
  2. Los sueldos de los funcionarios del Ministerio de Interior, en los últimos años, han mejorado. No obstante, es altísimo el porcentaje de estos que tiene alrededor de un 70% de su sueldo comprometido en pagar deudas, a lo que se le agrega, muchas veces, sustentar “familias paralelas”. Sucede que el uniforme generalmente atrae, seduce y quien lo viste, se convierte muchas veces en un “galán”. Las consecuencias suelen ser más parejas, más familias (hijos sobre todo) que sustentar. Con todo esto a cuestas, volvemos a preguntar: ¿cómo funcionan las mentes de esas personas, como usted o como yo, pero cuyo cuerpo vemos de uniforme y que tienen nada menos que un arma de fuego al alcance de la mano las 24 horas del día?

Si habrá cosas que atender…

Y cuando hablamos en párrafos anteriores de estímulo, pensamos en cuestiones como saber diferenciar al buen funcionario del mal funcionario, o del que simplemente hace lo justo y necesario sin el mínimo esfuerzo extra. Toda persona necesita motivación. El policía no puede sentir que es lo mismo cumplir responsablemente la tarea que cumplir el horario tal vez jugando con el celular.

Pero hay además muchas otras aristas. Para tener una buena Policía no pueden pasar las cosas insólitas que han pasado y que siga transcurriendo el tiempo sin que se aclaren. ¿Cómo le explica usted, alto jerarca policial, a un policía nuevo, quizás un muchacho de veinte y pocos años que recién ingresa, que hace seis años en la Oficina de Investigaciones de la Jefatura de Salto se robaron valiosísimo material y aún nada se sabe? ¿De qué manera le va a hablar de responsabilidad y cumplimiento del deber?

Y finalmente le diré otra cosa que me lleva a pensar con mucha convicción que los soldados deben quedarse con sus funciones y los policías con las suyas, por separado. Una vez que tengamos soldados en la calle, si es que algún día se concreta, ¿a usted le cabe alguna duda que habrá quienes se dediquen a provocarlos hasta lograr que se escape un cachiporrazo de más, un golpe desmedido, o una bala? El remedio va a ser peor que la enfermedad.

Ah, también me quedó otro punto para el final: todo lo que mencioné que quiero para la Policía, también lo quiero para los abnegados soldados de nuestro Ejército Nacional, tema que podremos abordar mejor en otro momento.

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