«La Football Association (FA) inglesa cerró el 2020 anunciando la sanción a Edinson Cavani por un comentario que tildó de «racista». El «gracias negrito» que publicó como historia en Instagram, dirigido a un amigo que lo felicitó tras el doblete que le metió al Southampton, le costó una suspensión de tres fechas y una multa de 100.000 libras. Miles de usuarios expresaron su solidaridad con el goleador salteño. Un día más tarde, la Academia Nacional de Letras del Uruguay se sumó al repudio generalizado a través de un comunicado en el que explica lo que todo el mundo sabe, menos la FA; que la expresión «negrito» no es insultante en Uruguay».
El hecho es que antes de ser sancionado, Edinson Cavani argumentó sus razones. Explicitó para que se entiendiesen lo que fueron «conmovidos» con el «gracias negrito». De nada valió su pronunciamiento ante el «racista» desliz. La estocada de aquella justicia marcó la cancha: tres partidos de sanción más la multa. A la distancia, la sensación de ese todo «a prepo».
En un tiempo regente como este de hoy, con tanta intolerancia a cuesta, con tanta sangre derramada de aquellos que se prolongan afectos a la guerra, con las injusticias que abofetean más de una mejilla y de rebote la pandemia, un «gracias negrito» se convierte en causa de castigo. La estupidez humana suele vivir y luchar, pero que tampoco exagere.
Que no se atribuya tanto poder ni se vista con la peor de sus galas: la falsa moralidad.
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ELEAZAR JOSÉ SILVA
