¿Los excesos en el fútbol Femenino?
«No son todos los jueces que permiten los excesos, pero algunos así y tampoco se plantea en el fútbol Femenino, una agresividad permanente. Pero lo que no está bien también hay que decirlo. No faltan jueces que permiten los excesos y hay jugadoras que superan el límite. Hay que tener en cuenta que las gurisas juegan porque les gusta, no tienen retribución económica y en situaciones de pandemia, han puesto lo mejor de sí para que todos los protocolos se cumplan. O sea: no generalicemos. Pero cuando hay determinadas señales, hay que hincar el diente».
El texto llegó a manos de EL PUEBLO, el domingo a la noche, después de haberse disputado la primera fecha de la liguilla en el fútbol Femenino. Pero además hubo quienes igualmente apuntaron en la misma dirección, a la luz de incidencias de juego que se originaron en la tarde-noche de cancha de Nacional.
Ante la acumulación de testimonios, más otras consultas de rigor, parece quedar en claro que en el despegue de la definición, hubo efectivamente situaciones que se entiende deben extirparse ahora y ya, «desde el momento que se está a tiempo». Frente a hechos puntuales, no se trata de revelar nombres ni de jugadoras ni de equipos, tampoco de jueces. El fin no es caer en la tentadora garra del escandalete que después de todo no conduciría a nada, «sino porque lo que vale aquí es una rectificación de actitudes», según se sostiene.

«LA MATAN A RODILLAZOS»
Del equipo al que hacemos referencia, fue uno de los derrotados en la jornada inaugural de la liguilla. Sobre las 22 horas del domingo, la madre de una de las jugadoras, redactó el mensaje, en función de lo sucedido con su hija: «porque ella es chiquita de físico y siempre la matan a rodillazos en la espalda; hoy el juego era, siga, siga». A través del mensaje la madre tradujo la impotencia frente a la comprobación.
Por la reflexión de la madre no parece ser la primera vez que su hija, es consecuencia de los excesos en que a veces se incurre en el fútbol Femenino, «porque se les va la mano. O la pierna».
En ese partido el árbitro no se paró en la vereda de enfrente, «siendo un aliado más de quienes más pegaron de lo que jugaron»