El mundo amaneció de luto el 21 de abril de 2025 con la noticia de la pérdida del Papa Francisco, líder de la Iglesia Católica y jefe de la Santa Sede Apostólica. Su muerte marca el final de un pontificado que dejó profundas huellas no solo en la historia de la Iglesia, sino también en el escenario internacional. La Santa Sede, entidad soberana que representa la dirección espiritual e institucional del catolicismo, es reconocida desde hace siglos como sujeto de Derecho Internacional, ejerciendo una influencia moral y diplomática que trasciende fronteras y épocas. Desde la Edad Media, la Santa Sede ha sido mediadora de conflictos, promotora de valores universales y protagonista en momentos decisivos de la historia, consolidándose como uno de los actores diplomáticos más antiguos del mundo.
En el mundo moderno, la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con la mayoría de los países, participando activamente en organismos multilaterales y siendo respetada por su capacidad de mediación y promoción de la paz. Su actuación va más allá del ámbito religioso, abarcando cuestiones políticas, sociales y humanitarias, siempre guiada por principios éticos y por la defensa de la dignidad humana. El Papa, como jefe de la Santa Sede, desempeña un papel fundamental en la conducción de esta diplomacia, siendo reconocido como una de las voces más influyentes del planeta.
El pontificado de Francisco, iniciado en 2013, se caracterizó por un enfoque innovador y humanista, que acercó a la Iglesia a las cuestiones sociales contemporáneas y fortaleció su presencia en el Derecho Internacional. El Papa argentino se destacó por la defensa de los derechos humanos, la justicia social y la protección de los más vulnerables, convirtiéndose en una referencia global en temas como la migración, la lucha contra la pobreza y la promoción del diálogo interreligioso. Su liderazgo fue decisivo en procesos de reconciliación internacional, como el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, y en constantes llamados al fin de los conflictos en regiones como Siria, Ucrania y Venezuela.
Entre las contribuciones más significativas de Francisco se encuentra la encíclica Laudato Si’, publicada en 2015, que abordó la crisis ambiental desde una perspectiva ética y social inédita. El documento convocó a los líderes mundiales y a la sociedad civil a asumir responsabilidades concretas ante el cambio climático, influyendo en debates en foros multilaterales y siendo citado en conferencias internacionales, como las de la ONU. Laudato Si’ se convirtió en una referencia para el Derecho Internacional al proponer una ecología integral, que une justicia social y protección ambiental, y al defender la necesidad de cooperación global para enfrentar los desafíos planetarios.
En el ámbito jurídico, el Papa Francisco también promovió importantes innovaciones en el derecho canónico, modernizando procedimientos y ampliando la transparencia y la responsabilidad dentro de la Iglesia. Entre las reformas, destacan los cambios en las normas sobre abusos sexuales, con la creación de mecanismos más rigurosos de investigación y sanción, y la simplificación de los procesos de nulidad matrimonial, haciéndolos más accesibles y ágiles para los fieles. Estas medidas reforzaron el compromiso de la Santa Sede con la justicia y la protección de los derechos fundamentales, acercando aún más el derecho canónico a los principios universales del Derecho Internacional.
La muerte de Francisco representa una pérdida irreparable para la Iglesia y para el mundo, pero su legado permanece vivo en la memoria colectiva y en las instituciones que ayudó a transformar. Bajo su liderazgo, la Santa Sede reafirmó su relevancia histórica y contemporánea, actuando como puente entre pueblos, culturas y naciones, y promoviendo valores universales que contribuyen a la paz, la justicia y la dignidad humana en el escenario internacional. El pontificado de Francisco será recordado como un tiempo de apertura, diálogo y compromiso con los grandes desafíos de nuestro tiempo.