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Mucho más que una cuestión de términos

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Diario EL PUEBLO digital
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Es uno de los temas reiterativos y de mayor asiduidad en los medios, del que más se habla cuando se procesa a alguien con una pena que despierta la polémica.

Antes se situaba el tema entre los procesados, con prisión o sin prisión. Ahora es entre los “formalizados” (que han declarado y reconocido el delito cometido con la promesa de que se le atenúe la pena).

Nadie ignora la realidad de las cárceles uruguayas y la que sufren todos los familiares de los presos, cuando hay que concurrir a una cárcel (ya nadie se acuerda de aquel eufemismo que denominaba “centros de reclusión” a las cárceles y parecía que con esto desaparecían todos los problemas), a ver a alguien preso en el lugar.

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No sólo los presos sufren en las cárceles, sino también todos sus familiares y visitantes incluso los niños que son mantenidos junto a sus madres y en estos casos nuestras dudas ¿qué se puede esperar de los niños que se crían bajo estas condiciones?

Días pasados en el programa televisivo “En la Mira”, que dirige el periodista Gabriel Pereyra, nos enteramos de un interesante análisis sobre el tema. En esta ocasión hemos retenido algunos aspectos que nos parece interesante compartir con nuestros lectores.

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Los padecimientos para el visitante comienzan con el ingreso, dado que el visitante a menudo se ve obligado a hacer “cola”, a la intemperie, aun cuando el clima sea inhóspito.

Prosigue una vez que se logra ingresar al centro penitenciario, cuando es sometido a una revisión frecuentemente exagerada y denigrante.

No es menos denigrante el encuentro con la persona privada de libertad, debido a que lo habitual es que se carezca de un lugar con suficiente privacidad, donde el preso pudiera hablar abiertamente con su visitante.

Al contrario al realizarse las visitas en forma conjunta, vale decir en el mismo local, el recluso sabe que todo lo que diga será escuchado por otros reclusos, y los “capos” de la cárceles que suelen tener “ojos y oídos” en todos lados, serán prontamente informados de cualquier “irregularidad”, o aspecto que pudiera afectarlo, en una situación que bien sabemos que dominan sus camarillas.

Existe además un calvario que sigue inmediatamente después de las visitas, porque si éstas intuyeran algo, no tienen donde denunciarlo, por la sencilla razón que no hay nada establecido y tampoco en quien confiar “a ciegas”

Es este el panorama que se tiene y no sólo en nuestro país, porque no conocemos lugar de Latino América, que no tenga problemas en sus cárceles.

A.R.D.

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