Mucho tiempo hace que escuchamos hablar de los impuestos verdes, pero que sepamos a nadie han afectado hasta el momento.
En tanto cada vez más vemos afectados nuestros recursos naturales que hemos tomado prestados a las generaciones futuras. Tanto el agua, como la tierra y el aire mismo se ven afectados cada vez más. Esto junto a los desastres naturales que causa el propio planeta en movimiento conforman un panorama lamentable.
Varios días llevamos escribiendo sobre lo que consideramos uno de los recursos más caros y abundantes de nuestro suelo, el agua dulce. Nadie que sepamos ha valorado como es de esperar las reservas de agua disponibles en nuestro territorio.
Ya nadie se acuerda del agua salada. El ministro de defensa ha recordado a raíz de una licitación planteado en la Armada Nacional, que nuestro país posee tres veces más mar que tierra firme. Pero con los recursos que el país tiene en estos momentos ni siquiera sabe qué pasa en su mar territorial, sencillamente porque nadie lo vigila.
Se supone- porque no hay informe al respecto- que la riqueza ictícola de nuestros mares se va para otras naciones, se roba o se vende por parte de quienes pueden pescar de alguna manera en ellos.
Los permisos de pesca o las habilitaciones legales no “existen” en estos lugares donde la Armada no llega o no tiene posibilidades de actuar para sorprender “in fraganti” a alguien.
Las tecnologías actuales, que no han llegado aún al Uruguay permiten detectar o desbaratar cualquier intento defensivo vetusto como el de Uruguay. Mucho tiempo hace que se ha denunciado esta situación ¿o nadie ha oído hablar de la operación “cangrejo rojo” hace de esto ya muchos años?
“Alguien ha sacado y saca provecho de esta situación”. Uruguay como país pequeño que es (no el más pequeño por supuesto) debe recurrir al “asesoramiento” de otros poderosos interesados cada vez que requiere comprar un buque o cualquier otro aparato imprescindible para controlar el mar. Generalmente estos intereses están dirigidos o manejados para mostrar sus bondades, su capacidad o sus ventajas, pero jamás sus puntos débiles.
Generalmente se mueven en estos ámbitos grandes intereses que de alguna forma “influyen” en estas compras.
Esto es lo usual, lo habitual y el hombre “común”, el que se levanta todos los días a trabajar, el que produce y paga su consumo, jamás se entera, porque confía en la honestidad de quienes tienen esta labor.
En tanto los impuestos y todo lo que pudiera limitar estas acciones siguen y seguirán esperando.
A.R.D.