back to top
miércoles, 4 de junio de 2025
15.5 C
Salto

La Vida no es una farsa

- espacio publicitario -
Diario EL PUEBLO digital
Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/oxpd

Sé que el sustantivo común «vida» se escribe con minúscula. Pero concibo la Vida con mayúscula, en tanto es el más preciado bien de la Naturaleza. Esa Vida, no es una farsa, aunque algunos se sientan obligados a lucirse con desplantes para arrancar aplausos.
Me refiero a las personalidades que el público tiene como referentes: deportistas, científicos, educadores, sindicalistas, cuya esencia de acción no es construir personajes atractivos o graciosos. Obviamente que esta lista no exhaustiva incluye a los políticos, sobre todo a los gobernantes, del nivel que fueren.
Cada individuo que opta por una tarea que no sea la de actuar, no debería ceder a la tentación de «lucirse» para destacarse.


Ya sé que el cambiante mundo ha hecho un lugar a modernos actores quienes, en lugar de ser equilibrados orientadores de las colectividades, pueden dejarse tentar por sólo dibujar sonrisas. En la historia los bufones, bufos o chocarreros hacían reír a las cortes o eran personajes grotescos. Hoy día la liviandad farandulezca de algunos operadores de masas, ha colocado esas actitudes como elemento de seducción.
Un puñado de ejemplos aclararán mi pensamiento, que usted puede rechazar o aceptar.
Fueron actos bufonescos los de Carlos Menen quien, al ser electo presidente, hizo un partido de la selección argentina, con él jugando como número 5, seguramente para arrancar sonrisas y aplausos. Lo mismo digo de las posturas de Nicolás Maduro, narrando sus conversaciones con un pajarito. Similar concepto tengo del show del entonces candidato Lacalle, haciendo «la bandera» en un caño callejero. O el de un difundido «entrenamiento» del intendente para preparar su físico para salir a juntar residuos con la cuadrilla de recolección….
Peor opinión tengo de la agraviante difusión de una fotografía de la esposa del presidente («primera dama» no existe en este republicano país), atendida por su cosmetóloga oficial y ataviada con ropas aparentemente costosas, mientras al país lo destroza el virus.
El presidente puede surfear y su mujer maquillarse, tienen derecho a desarrollar la vida privada que quieran, siempre que no la carguen sobre un pueblo dolido y sufriente, y que no se lo exhiban impúdicamente a la gente, mientras ésta hace colas en las ollas o en las financieras para pagar sus cuentas.
No me diga nada… Ya sé que mucha de esa gente que estoy defendiendo en su supuesto dolor por ser carne de cañón de vidas exageradamente ricas, está feliz de aplaudir y disfrutar las «hermosas figuras» del matrimonio, insensible a que unos «tienen mucho y otros nada…» Es muy cierto, pero esas divulgaciones no son casuales. Puede haber responsabilidad de esa «anormalidad» en quienes, aunque deben trabajar por el equilibrio social, profundizan la grieta: los que están preparados intelectualmente para generar una vida mejor para todos y prefieren ahondar la diferencia, haciéndola «normal»…
Hay un avasallador empuje para «normalizar» la pobreza, la diferencia entre señores y vasallos, la indiferencia ante la muerte. El empuje es de arriba hacia abajo. Arriba está la derecha.
RAMON FONTICIELLA (PDC)

Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/oxpd