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miércoles, agosto 20, 2025

La profesión del futuro

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Diario EL PUEBLO digital
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Por: Ing. Agr. Andrés Treglia
Especialista en Gestión Educativa
Universidad Católica del Uruguay
[email protected]

El Uruguay, es el país con mayor parte de su superficie dedicada a la actividad agropecuaria (82,6%) considerando a todas las naciones del mundo, según el Banco Mundial (BM). Después de más de un siglo y medio de modernización, y entrados en el siglo XXI, el Campo Natural sigue siendo el uso mayoritario que se le da al suelo, siendo determinante en nuestro modelo de desarrollo agropecuario, de sus procesos productivos y estilos de vida para la mayoría de nuestros productores. También de muchas de nuestras tradiciones y cultura, y desde luego para nuestra economía -la Asociación Rural estima que por cada peso invertido en el agro se generan 6.22 pesos en el resto de la economía-. La ganadería sigue siendo el principal rubro de producción, aunque la diversificación en la producción aumenta y ocupa cada vez más área e importancia económica, destacándose la agricultura de secano y la forestación.
La ruralidad1 obviamente es el ámbito principal en el que se desempeñan los agrónomos, pero sus límites con lo urbano son cada vez más difusos. La realidad es que el campo se nutre cada vez más de lo urbano, y nuestro país no ha es una excepción, muchos de los problemas y desafíos de la agropecuaria encuentran cada vez más soluciones desde el ámbito urbano. En un contexto de un país pertinentemente agropecuario, y a la vez con población mayoritariamente citadina, el rol de los ingenieros agrónomos se ha reconocido en el manejo de los recursos naturales ligados a la agropecuaria y de sus procesos productivos. Desde una sólida formación en lo tecnológico, la realidad es que los agrónomos se han desempeñado -y cada vez más- en diversos roles que configuran el entorno de lo que se hace a nivel productivo.
Para otras dimensiones del negocio agropecuario, como la comercialización y, el logro de sustentabilidad ambiental y socio-económica, se vienen abordando principalmente con la acumulación de experiencia, la versatilidad implícita de la profesión, y la educación a nivel de posgrado. El agrónomo uruguayo, egresa con una sólida formación académica con énfasis en los fundamentos para el uso de los recursos -naturales-, el funcionamiento de los sistemas y procesos de la producción animal y vegetal. Versus otras capacidades necesarias para la toma de decisiones con criterios empresariales y de planificación estratégica en agronegocios, cada vez más imprescindibles en la generación de soluciones e innovación en un negocio complejo en alternativas e interrelaciones entre los sistemas de producción y el entorno de las empresas, que requiere integración y gestión de numerosa y diferentes fuentes de información.
De estos tres aspectos que he intentado establecer -el de un país agropecuario, con una creciente influencia y dependencia de lo urbano en el agro, y de una formación preeminente técnica productiva de la ingeniería agronómica, intentaré hacer un ejercicio con la pretensión de analizar el perfil de egreso del agrónomo con respecto a sus demandas profesionales. O sea, las competencias profesionales a lograr, para desempañarse de forma responsable y suficiente, en un ámbito cada vez más complejo y exigente. Entendiendo por competencias al conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes y aptitudes que configuran las tres dimensiones del perfil de egreso: el saber, el saber hacer y el ser (ver Figura 1).
Cuando se habla de competencias se pueden describir muchas y de diferentes formas (ver la Taxonomía de Bloom, 1956), pero mencionaré las 4 principales establecidas para el SXXI, conocidas como las 4C: creatividad, colaboración, comunicación y pensamiento crítico. Coherentes y necesarias respecto a las más demandadas por los empleadores: resolución de problemas, innovación y relacionamiento interpersonal entre otras. Y en otro orden, cabe mencionar también los nuevos ámbitos y áreas de conocimiento, que exceden al de los procesos y sistemas de producción, tradicionales campos de acción de los agrónomos, y donde se deberán desplegar dichas competencias.
Los desafíos que se vienen planteando con mayor intensidad al sector, a nuestro país, y a los que deben responder la agronomía y los agrónomos, están relacionados con:

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  1. La creciente necesidad de alimentos, en cantidad y calidad (características comerciales, inocuidad y trazabilidad), que exigen excelencia en la producción y condiciona los sistemas;
  2. La globalización comercial, sus encadenamientos y modelos de negocio, que determina la disponibilidad de recursos, la tecnología de los procesos y las características de los productos;
  3. La competitividad de los agronegocios, que exige mayores capacidades gerenciales, personales y de diagnóstico en los empresarios, e importancia de los procesos comerciales versus los productivos.
  4. La digitalización y gestión de la información, para la optimización en el uso de los recursos y funcionamiento de los procesos, para la toma de decisiones empresariales y profesionales;
  5. Y las necesidades de sostenibilidad en sus tres dimensiones, ambiental, social y económica, para sustentabilidad de los recursos, progreso de las economías y sostenibilidad social en los territorios.
    No hay dudas de que las competencias profesionales del agrónomo, están enfocadas en la producción de alimentos, y que así debe ser. Pero que hay enormes oportunidades para la profesión en lo que se refiere, por ejemplo, a la sostenibilidad y gestión de la información.
    En cuanto a sostenibilidad, que es un concepto que incluye muchas dimensiones, por lo menos tantas como Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) de la Agenda 2030, y las diferentes estrategias para alcanzarlos. Tienen particular relevancia lo relacionado con las finalidades e importancia de la agricultura familiar (la mayoría de los productores de nuestro país y del mundo), la competitividad de los agronegocios (principal causa de desaparición de empresas agropecuarias), y las buenas prácticas agrícolas y animal. Esta complejidad requiere una capacidad de integración de conocimientos y de articulación con otras profesiones, que hagan una efectiva y necesaria interdisciplinariedad para la generación de las soluciones y su eficiente implementación. Quizás en la búsqueda del desarrollo rural que se deriva de lo anterior, se requiere lograr una visión más circular de la cosa agropecuaria versus los enfoques sistémicos dominantes. Además de, una ética profesional imprescindible y coherente al rol predominante que tenemos con estas metas de progreso.
    Otro campo que los agrónomos indudablemente tenemos para recorrer, es lo relacionado con el uso de la información y su digitalización. Que requiere de pensamiento crítico, en la selección de fuentes de información y desarrollo de sistemas informáticos, su uso y presentación de resultados; de visión estratégica, para la pertinencia y pertenencia en los procesos y decisiones; y de habilidades en la operatividad de las herramientas, desde un nivel usuario para manipulación de dispositivos, a niveles de interpretación, modelación e innovación que se requieren cada vez más y que todavía podemos hacer mejor que los automatismos. Que se debe acompañar de otras dos capacidades a desarrollar en todos lo señalado hasta ahora, pero sobre todo para la necesaria alfabetización digital: que son la aprendibilidad -aprender a aprender- y la adaptabilidad.
    Y no solo en el plano individual como profesionales del SXXI, sino también en lo colectivo, en cuanto que trabajamos en el ámbito de organizaciones –simples o complejas-, donde la gran palanca de desarrollo es justamente lograr un aprendizaje organizacional, que exige liderazgo y colegialidad –capacidades que se deben añadir al agrónomo-.
    En este devenir se renueva la frase que da título a este artículo, y que todos los agrónomos hemos escuchado desde nuestros abuelos hasta hoy, aquella de que «la agronomía es la profesión del futuro», pero permítanme unas últimas precisiones. La agronomía como he intentado mostrar, a pesar de las necesidades en el saber, hacer y ser, es una profesión con futuro, y aún más importante por todo lo dicho, es que es «una profesión con presente» por la fuerza de los hechos. Para lo que debemos desarrollar y ampliar competencias que van más allá del saber, y del saber técnico que ha sido nuestro fuerte. Como profesionales tenemos ventajas comparativas en los nuevos e inciertos escenarios por venir, dada la amplitud de los conocimientos y la naturaleza de la formación agronómica, están implícitas la aprendibilidad y adaptabilidad en el ADN del agrónomo, aprovechémoslo para adquirir otras competencias que he intentado señalar para seguir construyendo el futuro –que es hoy-.

1 Se entiende «por ruralidad: al territorio con poca densidad de población que se distribuye en forma dispersa con escasa interacción de las personas y a la población que vive en zonas vinculadas al uso del suelo y tareas agropecuarias».
Plan de Desarrollo Educativo 2020-2024, ANEP (2020).

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