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martes, 22 de abril de 2025
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Hay golpes en la vida tan fuertes…

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Diario EL PUEBLO digital
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Muchas veces hemos escuchado decir que hay cosas que solo se comprenden cuando se viven en carne propia. Una de esas cosas es el dolor, el sufrimiento, eso tan inmaterial que precisamente porque no se ve, se hace aún más difícil de entender para quien no lo siente.

Algo que siempre me gustó decir es aquello de “pensar que ¡uno se queja por cada cosa!, hasta que mira alrededor y entonces recién entiende que se estaba quejando por bobadas”.

Este fin de semana, traté de ponerme en el lugar de quienes conforman el entorno más cercano de la familia salteña que sufrió el siniestro en la ruta el viernes en la noche, cuando viajaba hacia Artigas. De más está decir que es imposible eso de “ponerse en el lugar de”, porque como decíamos al principio, solamente viviéndolo podría llegar a entenderse. Y me puse a pensar: ¿no podrá servirnos de lección este tipo de situaciones para comprender que nos pasamos gran parte de la vida quejándonos por insignificancias; o sea, que gastamos la vida quejándonos por pequeñeces?

Y también pensaba: ¿vale la pena pasarse la vida discutiendo, peleando, cuando sabemos que todo puede cambiar (incluso ya no estar) en un solo segundo? A las discusiones sobre el fútbol y la política por ejemplo, ¿vale la pena entregarles tanta parte de nuestras vidas?

Hay veces que pareciera que nos cuesta mucho darnos cuenta que existen otras cosas, que día a día pasan otras cosas también…En el comienzo hablaba de una cosa mala, desgarradora; pero también ocurren cosas buenas. Sin embargo, da la impresión a veces que solo los sacudones fuertes nos hacen recapacitar.

Fue un fin de semana en el que constantemente se me venía a la mente el poema Los heraldos negros, del peruano César Vallejo, uno de los poetas que más leí en mi adolescencia y a cuyas páginas vuelvo siempre. Le pido, estimado lector, especial atención a estos versos:

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

Golpes como de odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma… ¡Yo no sé!



Son pocos, pero son… Abren zanjas oscuras


en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.


Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;


o los heraldos negros que nos manda la Muerte.




Son las caídas hondas de los Cristos del alma,


de alguna fe adorable que el Destino blasfema.


Esos golpes sangrientos son las crepitaciones


de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.




Y el hombre… ¡Pobre…pobre! Vuelve los ojos,


como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;


vuelve los ojos locos, y todo lo vivido


se empoza, como charco de culpa, en la mirada.




Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

Es así, como dice Vallejo: volvemos los ojos a mirar (y ver) lo vivido solo cuando nos sacude un golpe fuerte. Qué pena; pobre de nosotros. “Pobre…pobre”, dice el poeta.
Pero además, me quedé pensando en las horas que pasa mucha gente queriendo imponer su razón, es decir, volvemos a la cuestión de cuánto puede valer la pena permitir que se nos vayan los días en discusiones que son verdaderos caminos sin salida. Hay un dicho que dice que muchas veces es preferible tener paz antes que tener razón, y que por eso hay que evitar discusiones absurdas. Y es verdad. ¿Imagina usted lo que daría una familia destrozada, desgarrada por los golpes fatales del destino, por tener paz?
Pero no hay caso. El hombre es terco. Es más, yo siento que hay gente (lo invito a recorrer redes sociales pensando en esto) que anda buscando con quién y sobre qué discutir. Cuidado, tampoco confundamos las cosas; sabemos (y los sociólogos por ejemplo lo explican muy bien) que los intercambios de ideas enfrentadas tienen el beneficio de hacer avanzar el pensamiento de una sociedad; pero aquí no estamos hablando de eso, sino que nos referimos a las discusiones banales, insustanciales, esas que nada bueno aportan sino todo lo contrario.
Y de alguna manera, se me ocurre unir este planteo con lo que decíamos en la breve nota de opinión publicada este sábado en página 3, de la que citamos ahora algunos pasajes:
La pausa que casi naturalmente impone enero en muchas actividades, parece no haber detenido la sensibilidad, la susceptibilidad a flor de piel mejor dicho, en muchas personas (…) parece que no se puede alabar algo de la Intendencia porque ya alguien te “acusa” de estar defendiendo a Lima; o al contrario, parece que no se puede criticar nada de los servicios departamentales que no falta quien diga que “sos anti Lima”. No, señores, no todo es política partidaria, felizmente. Existe una sociedad que requiere ser atendida por gobiernos (departamental y nacional), y como ciudadanos podemos opinar también pensando únicamente en ello, no siempre en el color político de quienes están en el poder. Pero es increíble que cueste tanto entenderlo. Vamos con otro ejemplo. Me pareció muy mala la actitud del Ministro Martinelli de no querer hablar con los periodistas salteños el martes pasado, cuando estuvo aquí, y lo dije en mis redes sociales. Pero, como pensaron algunos, ¿eso quiere decir que yo esté en contra de la coalición multicolor que hoy nos gobierna y por eso hago esa crítica? No, eso es otra cosa. Exactamente de igual forma criticaría la actitud si viniera de parte de un jerarca del Frente Amplio…”.
Y podría seguir poniendo cientos de ejemplos más…El descuido en los museos de Salto lo critico ahora y lo criticaría sea cual sea el color político del Intendente; la recolección de firmas por una deuda justa me parece algo bueno y lo mismo diría si fuera impulsada por cualquier otro partido y no por Cabildo Abierto… ¿Se entiende?
¿Sabe lo que vamos a conseguir si seguimos casi que de forma infantil, como algunos niños cuando están aburridos, buscando con quién pelear? Vamos a conseguir una sociedad cada vez más dividida, con personas que no se animen a expresar lo que piensan por temor a ser juzgadas y hasta agredidas. Creemos no exagerar si decimos que hasta la democracia comienza rápidamente a desgastarse con esta manera de actuar.
Conocemos personas que ayer incluso nos decían: “no quise poner (en el facebook) que me gustó el desfile de Carnaval porque enseguida me van a decir que estoy defendiendo a Lima”; y otros: “no me gustó tal cosa, pero mejor no digo nada, porque me van a saltar enseguida con que digo eso porque soy de otro partido…”.
Sinceramente, parece una cuestión enfermiza y es lamentable.
Habiendo tantas cosas que pasan, buenas y malas, ¿acaso no podemos comentarlas sanamente y sin temor?
Fíjese que en algunos portales de noticias, las notas sobre el siniestro del viernes de noche, hasta dieron lugar a que algunos lectores (no pocos) se pelearan por opinar diferente respecto a cómo sucedieron los hechos, etc., etc. ¿En serio puede importar tanto ese tipo de cosas como para ponernos a discutir, y subir cada vez más el tono de la discusión, y terminar en cataratas de insultos? Increíble.
En definitiva, entregar momentos de lo más valioso que tenemos (el tiempo de nuestra propia vida) al enfrentamiento absolutamente inconducente, al enfrentamiento por el enfrentamiento mismo, a la discusión como fin en vez de tomarla como medio para llegar a algo bueno, ¿no es hasta una burla hacia personas que en este mismo momento darían todo, realmente todo por recuperar una vida, por volver atrás el tiempo y tener otra vez un poco de paz?
Parece mentira, pero solo nos damos cuenta y volvemos la mirada hacia lo vivido, ante la adversidad; solo cuando sentimos esos golpes tan fuertes…Qué pena que nos acostumbremos a ello.






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