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domingo, mayo 11, 2025
EL PUEBLO
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Gustavo Chiriff , con dignidad, esfuerzo y memoria caminó su vida

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En un espacio donde comparte muchas horas con sus compañeros Gustavo Chiriff abrió el baúl de los recuerdos

Mi historia empieza en un hogar sencillo, de trabajadores. Mi padre era peluquero, de esos de antes, que atendían a domicilio, que sabían escuchar. Mi madre, ama de casa, hacía limpiezas o cuidaba personas cuando se necesitaba. Éramos una familia común. Y yo, desde chico, fui creciendo en medio de valores que me marcaron: humildad, paciencia y respeto. Muchos me dicen que me parezco a mi padre. Lo tomo como un elogio. Era un hombre sereno, dialogador. Y creo que algo de eso heredé.

Pasé mi infancia en una casona grande, allá en Washington Beltrán, donde vivíamos tres familias juntas. Con mis padres, mi hermana, mis tíos, y mi abuela Arminda, que no era mi abuela de sangre, pero fue mi abuela de la vida. Ella nos enseñó sobre la resistencia, no de la política, sino la de la vida misma. Perdió a su esposo, a sus hijos, y aun así siguió adelante. Esos ejemplos no se olvidan.

Recuerdo noches de verano durmiendo en el patio, porque no teníamos ventilador. Mi madre nos sacaba la cama afuera y nos abanicaba para que pudiéramos dormir. Nuestra heladera era de hielo. Literal. Se compraba el bloque y se ponía dentro. Éramos pobres, sí, pero con una dignidad que hasta el día de hoy me emociona recordar.

Crecí entre el fútbol, los amigos del barrio, la canchita, el cuadro de siempre: Huracán. Me defendía jugando. Lo disfrutaba. Pero un día elegí estudiar. Y esa decisión me llevó por otros caminos. Trabajé de lo que fuera. En la construcción, como pintor, cobrador, electricista. Lo que viniera. Porque tenía que sostener a la familia. Fui padre joven, a los 21, y me lancé a construir algo desde cero.

Durante un tiempo vivimos en una pensión, con mis hijos pequeños. Lo cuento con orgullo. No había otra. Me quedé sin trabajo, no había cómo pagar un alquiler. Así que agarramos lo que había. Yo salía a trabajar en lo que pudiera, reparando electrodomésticos, haciendo instalaciones eléctricas, porque tenía formación en electrónica por UTU. Fueron años duros. Pero salimos adelante. Y eso te enseña mucho. Cuando alguien me dice que no llega a fin de mes, que le van a cortar la luz, que no tiene para el agua, yo no lo escucho desde lejos. Yo estuve ahí. Lo viví.

Durante años soñé con una sola cosa: la casa propia. Nada más. No un auto, no una moto. La casa. En el 98 la compramos, muy humilde. Costó mucho. Estuvo a punto de perderse en la crisis del 2002. La terminé de pagar en 2012. Hoy la viven mi ex pareja y mis hijos. No me pesa. Fue para ellos. Ese fue uno de mis grandes sueños cumplidos.

Cuando mis hijos crecieron, sentí que era hora de estudiar algo para mí. Me anoté en la licenciatura en Turismo. Me interesaban los viajes, el conocimiento. Y fue otra etapa de crecimiento. Hoy, con 58 años, sigo soñando. Me imagino jubilado, sí, pero militando en lo social, apoyando causas que valgan la pena, estando cerca de la gente.

Y en medio de todo eso, descubrí un hobby inesperado: las lámparas. Empezó en pandemia. Andrea, mi compañera, trabaja la cerámica con una paciencia admirable. Y un día, vi una lámpara hecha con madera natural. Me fascinó. Empecé a construirlas. Lámparas con ramas, madera desgastada, cosas que trae la naturaleza. Las regalé todas. A mis hijos, a amigos, a gente que aprecio mucho. No las vendo. Son un pedacito mío que entrego. Cuando esta etapa tan intensa termine, pienso volver a hacerlas. En el fondo de casa ya tengo las maderas, esperando.

Hoy mi compañera milita a la par mía, o más. Nos levantamos juntos, compartimos tareas, ella me empuja a seguir. Tener a alguien así al lado no solo te acompaña, te sostiene.

Cuando a la noche bajo la cabeza, me vienen muchos recuerdos. Mi abuela. Las noches en el patio. Las veces que no había nada y aun así había todo. Porque en definitiva, todo lo importante ya lo viví. Y lo que falta, lo viviré con el mismo compromiso de siempre: con humildad, con trabajo y con dignidad.

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