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domingo, 23 de febrero de 2025
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El Profesor y el título de “Profesor”

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El interior del país, sí, todo el interior del país, tuvo que esperar hasta el año 1979 para recién contar

con la primera persona con título de “Profesor”. Esa persona fue el salteño José Luis Guarino Moscatelli (que se tituló en Literatura), quien además se desempeñó muchos años como periodista de EL PUEBLO. El diploma le llegó al año siguien-te; allí se lee: 20 de mayo de 1980.
Entonces cabría preguntarse, ¿cómo funcionaban los liceos y UTU si no había profesores titulados? Pues funcionaron gracias a la labor de personas idóneas en diferentes áreas, que dictaban clases y que la propia Educación Media reconocía como “Profesores” desde el momento que se encargaban de un curso. Por eso era común que se desempeñaran allí: maestros, profesionales (por ejemplo un arquitecto dictaba Dibujo, un médico dictaba Biología, etc.), o incluso bachilleres.

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Ningún profesor tenía título de tal, pero de hecho lo era y así se lo reconocía, como ya fue dicho; no había otra opción. De ahí que resulta impensable, fuera de lugar, acusar de usurpación de título a quien dictaba clases en ese contexto. Vale la pena reiterarlo: el propio sistema así lo reconocía, y como tal le permitía incluso jubilarse.
La única institución que otorga-ba título de “Profesor” era el Instituto de Profesores Artigas (IPA), que funcionaba solo en Montevideo y que había sido fundado en 1951 por otro salteño: Antonio M. Grompone. Es en la década de los años 80 que esta realidad empieza tímidamente a cambiar, de forma muy lenta. ¿Por qué? Porque desde que los Institutos Normales pasaron a ser IFD ( I n s t i t u t o s d e Formació n Docente), en el año 1977 (por la Ordenanza Nº 32/77 del CONAE), se concretó la modalidad semi-libre de formación de profeso-res. Esto implicaba que los estudiantes de profesorado de todo el país pudieran cursar en los IFD asignaturas comunes con la frmación de maestros ( h a b i t u a l me n t e l l ama d a s “tronco común”), y a su vez viajar a Montevideo para rendir en el IPA exámenes en calidad de libre, de las asignaturas específic a s a l á r e a q u e h u b i e s e n elegido.
Es cuando empezaron a surgir más profesores titulados en e

interior, pero era un número aún muy insuficiente, por lo que los profesores no titulados siguie-ron trabajando, y su trabajo era absolutamente necesario.
Luego vinieron los concursos. Quien ingresaba al sistema era “Profesor Interino”, lo que s i g n i fi c a b a q u e n o t e n í a seguridad en el puesto. Si aprobaba un concurso en su materia (los concursos se hacían muy distanciados en el t i emp o ) , q u e d a b a s como “Profesor Efectivo”, y pasaba a contar con las mismas prerrogativas que un titulado.
Para ingresar como Interino no había prueba. Había un llamado a aspirantes y los interesados presentaban un currículum. Lo que sí había era un muy efectivo equipo de Inspectores y su puntaje era determinante para que el profesor pudieras seguir dando clases. Incluso el puntaje de Inspección determinaba el orden para elegir grupos y hasta podía dejar a alguien cesante.
A su vez, el Director podía pedir inspección para un profesor del que tenía malas referencias. Se puede decir que todo eso

funcionaba muy bien, porque se tenía en cada ciudad liceos pequeños y los profesores eran casi los mismos en cada liceo.
El quiebre fundamental se produce el 26 de mayo de 1997 y se dio en Salto y Rivera: se fundaron los dos primeros Centros Regionales de Profeso-res (Ce.R.P), el del Litoral y el del Norte respectivamente. Cabe recordar que en Salto se fundó en el Palacio Córdoba, donde funcionó hasta el año 2001, y a partir de 2002 ocupa su sede actual de Florencio Sánchez esquina Cervantes.
Comenzaba así en nuestro país una nueva institución y un nuevo Plan de Estudios para la forma-ción de profesores. Posterior-mente a 1997 se fueron inaugu-rando los otros Ce.R.P, y hoy son seis en todo el interior. Es decir que recién a finales de los años 90, por primera vez en la historia el interior del país contó con cursos regulares, presenciales y sostenidos en el tiempo, para cursar Profesorado en diferentes asignaturas.
Si hablamos de números, es buen o observar un ce n s o

realizado en 1996. De él se desprende que el interior del país tenía en la Educación Media, un plantel con solo 20% de sus profesores titulados. Por e l c o n t ra r i o , Mo n t e v i d e o contaba con un plantel docente de titulados del 45% (la media a nivel nacional era de 30,6% de profesores con título de tal). En tanto para el año 2007, el porcentaje de docentes titula-dos prácticamente se había duplicado: pasó de 30,6% en 1996 a 59,0%. Evidentemente, lo que se redujo fue la brecha en la titulación entre la capital y el resto del país.
Dato interesante es que sola-mente del Ce.R.P del Litoral (es decir el que funciona en Salto), ya han egresado más de 1.500 docentes en: Matemática, Idioma Español, Literatura, Sociología, Derecho, Geografía, Biología, Química, Física, Inglés, Comunicación Visual, Filosofía, Informática, Música y Portu-gués. También, desde 2013, se cursa en el Ce.R.P la carrera de Maestro Técnico.
Todo ha sido un largo proceso que es bueno conocer y entender. Sobre todo en este momen-to, en que tanto se habla de títulos y engaños referidos a ellos. Que quede claro: no es lo mismo que adjudicarse un título de L i cen c i ado, Ps i có l ogo, Doctor… A esos títulos nunca los reconoció el país en quienes no fuesen titulados, por lo tanto en esos casos, sí hay un engaño de quienes se los atribuyen sin tenerlos. Es más, quien reciba una remuneración por trabajar en esa profesión, está lisa y llanamente cometiendo un delito.
En conclusión, no se debe desmerecer un t í t u l o d e Profesor, pero tampoco acusar de usurpación, de mentir, de engañar, a quienes con gran esfuerzo durante décadas s o st u v i e r o n l a Ed u c a c i ó n Uruguaya trabajando como Profesores y, lo decimos una vez más, siendo reconocidos como tal, cuando directamente no había quien se ocupara de ello.
JORGE PIGNATARO

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