¡Cuándo no algún salteño dando que hablar en todo el país! Y esta vez son dos: Antonio M. Grompone y José Gallino. Sucede que Gallino pintó un mural de Grompone en el lateral del edificio del IPA (Instituto de Profesores Artigas), en Montevideo, y la polémica se desató inmediatamente.
Fueron varios los argumentos que dio la Facultad de Arquitectura para criticar el mural, razones técnicas que tienen que ver con lo artístico, arquitectónico, paisajístico; pero quedó y sigue quedando como en un sobrevuelo si en verdad no se trata de motivos político-partidarios. Digamos las cosas como son, porque en definitiva este es un dato de la realidad: nunca al Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo le molestó ningún otro mural. Este sí, ¿será por la figura retratada?, ¿será porque quien lo impulsó fue este gobierno actual? Son dudas que surgen…
Porque debe decirse también que son cientos –a lo largo y ancho de todo el país- las pintadas, graffitis… (algo que muchas veces quiere llegar a ser arte) que significan verdaderos atentados contra el paisaje y ni que hablar contra la arquitectura de ciertos lugares, sobre los que sin embargo no han salido comunicados de este Instituto atacándolos. El 99% de esas pintadas son frases o imágenes proselitistas en favor de la izquierda de este país, o de Venezuela, o de Cuba… ¿Casualidad?
¿Ahora molesta el arte de Gallino y no el proselitismo mal vestido de arte callejero? Mal vestido decimos, porque carece en general del más mínimo criterio estético y artístico, y se le ha permitido sin embargo apoderarse de tantos espacios que son públicos, que son de todos.
En el comunicado, el Instituto expresa «preocupación» por las obras del artista salteño, que entienden «afectan al espacio urbano montevideano». Hablan de sus «polémicos resultados» y agregan que «cobran mayor gravedad cuando se imponen no solo a las medianeras sino a las fachadas de algunos edificios, aún a las obras notables de la arquitectura uruguaya».
Insistimos: parece que solo en este caso hay «preocupación».
Seguimos con el comunicado. Sostienen que el mural dedicado a Antonio M. Grompone (nada menos que el creador del IPA y su primer director), «denota el desconocimiento absoluto de los valores de ese edificio singular y la incomprensión de los criterios proyectuales que presiden toda obra de arquitectura…La intervención impone su propio criterio compositivo, cromático y escalar, ante una trama arquitectónica que es ignorada y violentada por completo».
No podemos desconocer, por supuesto, que los argumentos del Instituto pueden ser acertados desde el punto de vista técnico. Pero no aplicarlos en todos los casos sino muy sesgadamente, es lo que lleva al común de la gente, a los que no tenemos esos conocimientos de arquitectura y paisajismo, a descubrir otros motivos que subyacen o se esconden. ¿Subyacen, se esconden? ¿O están más que a la vista?
No puede ni debe el Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura tomarnos por tontos. No pueden sus integrantes no darse cuenta que a todos los uruguayos nos sorprende la ausencia de estos comunicados en casos de proselitismo político que sí violenta tanto espacios públicos como la propiedad privada en algunos casos. ¿Realmente les importa defender «las obras notables de la arquitectura uruguaya» o lo que buscan defender es una ideología?
¿Quién fue Antonio María Grompone? Tal vez el mural de Gallino pueda ayudar a que más gente se interesa sobre él; sería bueno. Veamos. Nació el 17 de abril de 1893 en Salto. Comenzó muy joven su carrera docente en el IPOLL. Luego viajó a Montevideo, donde inició sus estudios de Derecho (que finalizó en 1918), en la Universidad de la República. Fue docente de Filosofía del Instituto Normal de Señoritas. Luego Profesor Catedrático de Filosofía del Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Entre 1939 y 1945 fue Decano de dicha Facultad. Fue fundador del Instituto de Profesores Artigas del cual también fue Director desde sus inicios hasta su muerte en 1965. Hoy el Liceo N°2 de nuestra ciudad lleva su nombre.
Estamos totalmente de acuerdo con que los edificios deben protegerse, pero hay que tener criterios para eso. Valoramos muchísimo el muralismo callejero, pero también lo hemos criticado duramente. Lo criticamos por ejemplo cuando con un mural se tapó violentamente una obra de César Rodríguez Musmanno en calle Uruguay al 300. De igual manera criticamos cuando el mural –de Gallino precisamente- de Don Bosco en la pared Oeste del ingreso al Colegio Salesiano tapó la obra anterior, porque entendemos que la obra que ya estaba, y la artista que la había hecho, debían haberse respetado. O sea que todo debe analizarse en su contexto; no es bueno ni defender ni atacar el arte callejero por sí mismo.
La Constitución de la República establece que «Los habitantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad. Nadie puede ser privado de estos derechos sino conforme a las leyes por razones de interés general.» Y en otra parte, que «Es enteramente libre en toda materia la comunicación de pensamiento por palabras, escritos privados o publicados en la prensa, o cualquier otra forma de divulgación, sin necesidad de previa censura; quedando responsable el autor y, en su caso, el impresor o emisor, con arreglo a la ley por los abusos que se cometieron.» Ahora bien, pareciera que esa libertad de expresión solo debe respetarse hacia un lado… ¿Se entiende?
Y cuando hablábamos en líneas anteriores de proselitismo, ni siquiera entramos en el terreno de la necesaria protección de la laicidad. Porque también en él habría mucho para decir. Apenas un ejemplo es la ironía que una institución educativa como la Facultad de Arquitectura (sí, la misma que emitió el comunicado en contra del mural que homenajea a Grompone) tenga un salón llamado Ernesto «Che» Guevara. Dicho sea de paso, la relación de Grompone con la Historia y la Educación del Uruguay es muy fuerte y valiosa. ¿Y la de Ernesto Guevara?
El Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura hace un llamado a las autoridades a que «se sumen a la labor colectiva que implica preservar el patrimonio nacional. Una tarea que exige la comprensión profunda de los valores históricos, estéticos y sociales en juego». Estamos de acuerdo. Pero no en que se mire solo esa pared donde está el mural sino, en todo caso, todo el edificio, porque sus otros muros parecen ser libres para todo grafitis y leyendas políticas, futbolísticas y de cualquier índole, y nadie dice nada.
Digamos finalmente que aplaudimos que un artista retrate personalidades de gran aporte a nuestra comunidad, como es el caso de Grompone y otras, que muchos jóvenes uruguayos desconocen. Es esta una manera de revalorizarlas. Y es una manera de acercar el arte y la cultura al pueblo; de promover la democratización de la cultura, de la que muchos hablan, pero que –al menos en este caso- no la defienden.