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lunes, 2 de junio de 2025
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Desde Barcelona al Salto Oriental

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Luis Eduardo Coronel Maldonado

Los años suelen borrar los vestigios de aquellos que emigraron; los recuerdos, difusos, permanecen a veces en la memoria de los más viejos.  Pero las fechas, los nombres de algunos, los lugares, se van obscureciendo con el paso de las generaciones.
A nuestra ciudad llegaron, desde su primer poblamiento, gentes de otras zonas que se quedaron por el resto de sus vidas o habitaron entre nosotros algún tiempo.  Todos aportaron en esa incesante creación de plasmar una sociedad.
Pues bien, hacia fines del siglo XIX una familia se trasladó desde Cataluña al Uruguay, para instalarse en el Salto Oriental, que era como se lo denominaba por entonces, para diferenciarla de su homónima en la Provincia de Buenos Aires porque era mucho el tráfico fluvial con Argentina.  Se trataba del matrimonio de Vicente Gozalbo Palop y Ramona Morillo Llovet.  Ambos conocían Montevideo, allí se habían encontrado y casado en 1867; se quedaron algunos años, nacieron algunos de sus hijos, hasta que el marido decidió seguir sus negocios del comercio internacional en Barcelona.  
En la década de 1890 un joven llegó a Barcelona.  Se trataba de Roberto Castellanos Mañé, nacido en Montevideo en 1871.  Como era usual entonces, cultivaba su profesión en el Servicio Exterior con las artes; estudió pintura en la Academia de Bellas Artes de Florencia y llegó a ser un conocido marinista.  Roberto, finalmente, se casó en Barcelona, en 1895, con Amparo, una de las hijas del matrimonio Gozalbo – Morillo y, ante las dificultades que atravesaban los negocios de su suegro, convenció a la familia de su esposa para retornar al Uruguay.  Eligieron instalarse en Salto, donde tenían parentesco con los Llovet; pero es casi seguro que no conocían nuestra ciudad.
No se puede determinar con exactitud cuándo llegaron, es de suponer que sería hacia el 900.  Eran varios los hijos.  Además de Amparo, nos interesan dos de sus hermanos: Vicente hijo y Augusto.   El primero arribó boticario ya recibido; el segundo fue estudiante en el Instituto Politécnico “Osimani y Llerena”, institución que en el 2023 cumplirá su Sesquicentenario.  Y así, entre dos siglos, comenzaron a desarrollarse sus vínculos con el medio que los había recibido.
Vicente, cuando llegó la Revolución y Guerra Civil de 1904, sentó plaza en el Batallón Departamental de Guardias Nacionales como Practicante Farmacéutico.  En esa unidad militar muchos salteños, simpatizantes del gobierno, se enrolaron: Juan Arnau, Serafín Cañizas, Arturo Chiazzaro, Juan Forteza, Modesto Llantada, Eduardo Martínez García, Juan Paiva, Ángel Pigurina, Domingo Pinasco, Ítalo Supparo, entre otros.  Por otro lado, su amistad con Horacio Quiroga fue fraternal, como atestiguan varias cartas del narrador.  Lo acompañó a Misiones, parecería que en 1906 remontando juntos el Paraná; fueron socios en el yerbatal Yebebirí.  Ante la ausencia de un médico, el boticario colmaba ese vacío, incluso con los pequeños hijos del escritor: Eglé y Darío.  
Vicente Gozalbo

Cuando el drama de la muerte de su primera esposa golpeó ferozmente a Quiroga, Vicente Gozalbo estaba a su lado y aquel 10 de febrero de 1915 habría sido uno de los testigos del acta de defunción de Ana María Cirés. Según la misma fuente, Ramón, hermano de Vicente, habría extendido el acta de defunción, porque el Oficial del Registro de Estado Civil de San Ignacio, que era el propio Horacio Quiroga, no estaba, lógicamente, en condiciones de hacerlo.

Augusto Gozalbo


Por su parte, Augusto Gozalbo fue uno de los fundadores de la primera Asociación Estudiantil; la antecesora, si se quiere, de la Asociación Estudiantil Osimani y Llerena (A.E.O.Ll.). No se ha podido identificar la fecha de esa constitución, pero, todo indica que pudo ocurrir en los primeros años del siglo XX. Así lo registra una foto del álbum que se editó en 1923 para conmemorar el Cincuentenario del Instituto Politécnico. Juan J. Bajac, Pablo Carlevaro, Pedro Invernizzi, José Princivalle, fueron algunos de aquellos estudiantes fundadores. En 1910 ya estaba radicado en Buenos Aires donde se dedicó al periodismo. Próximo al pintor salteño Carlos Giambiagi, que también residía en la capital porteña, con otros artistas y críticos establecieron un grupo que se denominó “El taller de la calle Canning”, hoy llamada Scalabrini Ortiz, al número 1641. Esa vivienda en la que se reunían era la misma que había habitado Horacio Quiroga tiempo antes. Augusto fue colaborador de la revista La campana de palo, que se editó en Buenos Aires entre 1925 y 1927; en ella colaboraron varias plumas, por ejemplo, Jorge Luis Borges, León Felipe y Conrado Nalé Roxlo; en ese medio se publicaron traducciones de importantes obras. Un periodista español, Vincent Soriano Ginés, le dedicó un libro en cuyo título enlazaba un defecto físico del biografiado con su seudónimo: “Augusto Gozalbo. El tuerto Gozalbo ‘Marqués de Játiva’. Un periodista en Buenos Aires”, presentado en 2014.

Roberto Castellanos


Un último apunte. Nuestro paisaje también estuvo presente en esos primeros años del siglo XX, vinculado a ese grupo familiar. En efecto, Roberto Castellanos en sus visitas a Salto pintó tres veces nuestra costa. Esas obras, testimoniales, ilustran como era entonces el paisaje. Una de ellas revive el muelle del saladero La Caballada, por entonces ya próximo a cambiar la titularidad de la empresa que fundara Pascual Harriague. Pertenecen a una colección privada, a la Intendencia y a la Jefatura Policía de nuestro departamento.

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