“Por más duros que seamos, todos necesitamos volver a ser niños”, dice esta polifacética mujer
Conversar con ella siempre deja la sensación que queda mucho por hablar. Es que son varias y muy variadas las esferas en la vida de Mariana Álvez Da Cruz Fernández en las que se puede ingresar y discurrir: la de mujer, la de madre desde muy joven, la de funcionaria durante algunos años de la Junta Departamental, la de militante ahora de un partido político nuevo, o la de “Chimuelita”, un Payaso de Hospital. Simpatía y optimismo permanentes, junto a una clara atención a lo espiritual y un ánimo de superación constante, son algunos de los rasgos que definen a quien protagoniza hoy nuestra sección Al Dorso.

1- Hay una pregunta que alguna vez nos dijiste que te parecía interesante responder. Ahora podés hacerlo: ¿Quién es Mariana Alves Da Cruz?
Una soñadora, enamorada de cada detalle que nos regala la naturaleza, alguien que aún cree y apuesta que las personas estamos para ayudarnos; que es más fácil si caminamos de manos extendidas. Alguien que ama a su familia, que brilla por sus hijos, que afirma que ser Mamá no es sólo tener la misma sangre o vivir bajo el mismo techo. Alguien que no diferencia entre pobre o rico, flaco o gordo, mujer u hombre…llegamos a este mundo para amarnos, no para destruirnos. Mariana es simplemente…Mariana. La que ama los abrazos de su abuela, los guisos de arroz de su mamá, la que daría hasta la última gota de aire por sus hijos…
2- Ya que mencionaste a tus hijos, ¿cómo se compone tu familia?
Mis hijos Patricio (29), Paulino (21), Valentino (19) e Isabella (15). Pero como hablábamos de quién es Mariana, puedo decir que soy la que tiene las sobrinas y sobrinos más hermosos de este mundo, la tía que cocina más rico, el papá más guapo, las hermanas más guerreras (neonatóloga y nurse). Soy también la que cree en la amistad, y apuesta al amor con un compañero de más de la mitad de vida juntos.
3- ¿Dónde y cuándo naciste?
¡Qué pregunta! (risas). Nací en una ambulancia del Hospital, a las 4 de la mañana, el 2 de julio de 1976.
4- ¿Algunos recuerdos de infancia?
¡¿Por dónde empezar!?…(risas). Fue sin dudas la mejor etapa de mi vida. Nunca fui una princesa, siempre fui una niña feliz y si cierro los ojos aún puedo sentir que vive en mí, su sonrisa, sus travesuras, sus sueños. Fui a la vieja escuela 111, cuando estaba frente a la Plaza Flores, con esos enormes ibirapitás. Gran parte la viví y disfruté dentro del Batallón, donde mi padre prestaba servicio como “el enfermero Pajarito”. Fui muy consentida por oficiales y subalternos, recibí doble educación, la de mi familia y la de ellos, me formé en valores y disciplina, y reforcé con el amor y paciencia. Recuerdo correr en los charcos detrás de renacuajos, vender postales de Navidad para poder comprar más y mandar a mis maestras y compañeros de clase, las fiestas de Reyes en el Batallón, en aquella época el Club Remeros daba becas a las mejores notas y yo amaba ir a natación. Mi primera casa era bajo el tanque de un gran molino en Dos Naciones, era de ensueños. Recuerdo a mi abuelo (Momo) correr detrás de la bici junto a mi tía (Zully) para enseñarnos a andar en el Parque Harriague, en esa época mi tía era soltera y casi imposible conseguir novio porque no nos despegábamos de ella (risas). Fui una niña feliz y las travesuras son parte importante de eso.
5-¿Algo más sobre tus padres?
Mi madre, qué gran ejemplo me dio; hacía un vestido de retazos para que nos viéramos hermosas, hacía una gran comida con media papa, media zanahoria y un pescado (amaba eso). Mi padre, soldado, enfermero, con dos trabajos igual tenía tiempo de levantar las paredes de nuestro hogar. No todo fue como un cuento de hadas o color rosa, pero no recuerdo haber perdido la sonrisa por un rezongo o una penitencia.
6- ¿Y después? ¿Recuerdos de adolescente?
Fue una etapa tranquila, muy corta para mí, la disfruté mucho porque fue cuando creé muchos sueños y sueños de amor. Crecí sabiendo que sería Mamá, la que cose, lava, lleva los niños a la escuela, la que se hace cargo de su casa y su familia. Así lo soñé y así es. Mi niñez pasó en el Cerro y con 13 años nos mudamos a Salto Nuevo. Fui al Liceo 4 “Horacio Quiroga”, en avenida Solari hasta 4to. año, terminé mis estudios en el Liceo IPOLL.
7-Contanos algo sobre tu trabajo en la Junta Departamental.
Fue maravilloso, una experiencia que no sólo la disfruté sino que la usé para mi crecimiento personal. Obtuve mi puesto gracias a una persona que confió en mí, que creía en mí, Marta Richard, hoy una amiga. En todo ese período trabajé con personas dignas de mi respeto, porque de ellos aprendí muchísimo. A pesar de ser secretaria de bancada, siempre cumplí horario y a veces más. Nunca me negué a ninguna función, estuve dispuesta, lo vi como un empuje al futuro ya que son cargos por 5 años. Trabajé para todos los ediles sin hacer distinción alguna, ya que considero la Junta como el oído del pueblo y tiene que funcionar. Pero no hubo esfuerzo que valiera y en 2010 me quedé sin trabajo. Pero rescato lo bueno, entré sin saber manejar una computadora y estando ahí, entre muchos compañeros, hubo una en especial que no dudó en enseñarme el manejo de todo: Adriana Finozzi. Crecí mucho como persona, hice cursos y siempre traté de estar al nivel de cada actividad. Hoy te puedo decir que no me asusta ninguna tarea que se me presente.
8-¿Cómo y por qué te vinculás a Cabildo Abierto?
Mi infancia…Ahí comenzó un gran amor por la línea del Ejército, me hubiese gustado mucho servir en sus tropas, pero nunca tuve esa oportunidad. Con los años siempre me vinculé mucho con todos aquellos que me vieron crecer, hasta el día de hoy los considero parte de mi familia y yo para ellos aún soy “la pajarita”. Creo que le transmití a mis hijos esa pasión. Mi hijo mayor arrancó por decisión propia en el Liceo Militar, institución que agradezco haber podido conocer y tengo el privilegio de ser madre de 3 generaciones ya dentro de la misma. Ahí conocí a Manini, aún en servicio; bastó escucharlo en dos discursos para seguirlo en cada acto que se hacía. No lo dudé y se lo dije a él: si algún día usted decide ser Presidente de mi país yo vuelvo a la política y salgo a hacer campaña para usted…
9- Y eso justamente se dio, ¿y ahí empezaste a militar entonces?
Sí, así fue, me volqué a un hombre recto, leal, lleno de valores, sin la soberbia que se ve a menudo en la clase política. Tomé la decisión un poco antes que lo designaran, cuando ya se oía el rumor. Hoy te digo que soy de raíces coloradas, pero seguiré siendo cabildante el resto de mis días. Creo firmemente que es un partido que llegó para quedarse y yo estaré ahí al pie del cañón. Tuve la propuesta de encabezar la lista a la Diputación y la rechacé. Hay dos cosas que deberíamos pensar cuando tenemos la responsabilidad de representar a un pueblo; primero saber distinguir el fanatismo y el protagonismo, dos factores que no deberían existir en este plano, y segundo que debemos saber respetar y estudiar mucho, porque al gobernar no lo haremos solo para nuestros votantes y no podemos ir con la guitarra a representarlos.
10- Finalmente, ¿cómo es eso de ser payaso?
Saltamos de la parte seria, a mi verdadero yo (risas). Comencé de adolescente, a los 15 años, a hacer de payaso en fiestas infantiles, tuve 2 años en esa tarea, luego me enamoré y todos sabemos lo que pasa…(risas). Pero hace un año atrás se me presentó la oportunidad de formar parte de un curso con personas capacitadas para la tarea de ser Payasos Terapéuticos o Payasos de Hospital. Ya conocía su noble tarea y sin dudarlo me sumé a ese curso que hoy nos habilita a mí y a 14 compañeros más a ser parte de esta hermosa actividad. Siempre hice y defiendo mucho todo lo que es voluntariado y esto es algo fascinante. En estos duros momentos que estamos pasando, creo que deberíamos actuar más, pero no es tan fácil concretarlo como pedirlo. Hay muchísimas personas que no entienden de qué se trata, pero es tan simple…aliviamos el dolor, iluminamos miradas, regalamos abrazos, sacamos sonrisas; o regalamos silencio, compañía y algún llanto. Por más duros que seamos todos necesitamos volver a ser niños, ser más locamente ridículos y dejar que las estructuras de la sociedad caigan por un instante, el que se permita ese lujo vivirá de manera diferente, verá luz en la oscuridad.