La muerte del escribano Eduardo Malaquina, quizás una de las cosas más fuertes que trajo ha sido la añoranza de un tiempo ido (¿perdido?).
Borges decía que aun cuando uno cree extrañar un lugar, en verdad lo que extraña es el tiempo vivido en ese lugar. Se nos ocurre que algo similar puede plantearse en el caso de una persona. ¿Se extraña a la persona en sí o al tiempo en que esa persona estaba aquí, el tiempo que compartió con quienes ahora lo extrañan?

En definitiva se nos ocurre que la muerte de Malaquina avivó la nostalgia por un tiempo muy distinto. ¿Cuál tiempo? Seguramente aquel en que el Intendentes andaba mucho más entre la gente y esta sabía dónde y a qué hora encontrarlo para hacerle (personalmente, cara a cara, sin intermediarios) tal o cual planteo para el barrio, etc. etc. Aquel tiempo en que el Intendente, desde su despacho, asomaba al pasillo y le gritaba a un funcionario: «che, alcanzarme el expediente de Fulano para ver cómo va», mientras allí al costado el Fulano esperaba ansioso. Y allá iba el funcionario con la hoja o la carpetita de cartón con elásticos bajo el brazo… No había tanta vuelta con el sistema informático y lo digital, ¿vio? No se pensaba siquiera que fuera así unos años más adelante el rastreo de un expediente.
Lo que se extraña ha de ser el tiempo en que las cosas se conseguían sin tanta vuelta, en diálogos casi de esquina, o sin el “casi”. Y si no, lea estas anécdotas que recuerda un maestro veterano:
1-“En una de las tantas visitas que realizó el profesor Germán Rama a Salto, se coordinó una reunión con el Intendente Malaquina. En la misma participaron Germán Rama con su equipo técnico y Malaquina con parte de su equipo de trabajo. A los diez minutos el Intendente le dice a Rama: Vení, vamos a hablar de otras cosas y dejamos que ellos trabajen. Se retiran entonces a un living que estaba en el mismo despacho, pero antes, Malaquina mira a los funcionarios de la ANEP y en tono casi imperativo les dice: No anden con miramientos, la Intendencia está a sus órdenes; si es para los gurises, pidan lo que necesiten”
2-“En otra visita de Germán Rama, fue con el Intendente Malaquina a almorzar a un restaurante frente a Plazoleta Roosevelt. Conversaron de muchos temas, entre ellos de su interés de crear un Centro Regional de Profesores. Su problema era encontrar un edificio adecuado en Salto o Paysandú. Finalizado el almuerzo, Malaquina le pide a Rama que lo acompañe hasta la esquina y disimuladamente le muestra el Palacio Córdoba por fuera y por dentro. Rama quedó impresionado por su estructura, a pesar que necesitaba varias reparaciones. En ese momento dice Malaquina: “acá tenés el edificio, disponé de él, pero el Centro Regional de Profesores del Litoral se instala en Salto”.
Capaz que lo que se extraña también es el tiempo en que había más tiempo. Es común escuchar actualmente a mucha gente (sobre todo a quien tienen cargos de alta responsabilidad) decir que “el día tendría que tener más de 24 horas, porque no da el tiempo”. Y se los ve siempre corriendo y sin poder desprenderse del teléfono celular ni un minuto. Malaquina sin embargo solía decir que una hora de siesta por día era “algo sagrado”. Entonces tal vez lo que se extraña sea también, insistimos, el tiempo ese en que había tiempo para todo, también para atender la familia: «los problemas de la Intendencia quedan afuera cuando entro a casa, esa es la clave», decía habitualmente Malaquina.
Ahora bien, es bueno decir también que en ese otro tiempo había menos gente, por lo tanto menos reclamos y menos asuntos que resolver, y más posibilidades de un trato personalizado… Y menos instrumentos tecnológicos que, se quiera o no, terminan muchas veces por absorber toda relación humana. Hay que reconocer también que en aquel tiempo la población se conformaba con que la Intendencia cumpliera con arreglo de calles, recolección de residuos, iluminación de la ciudad, mantenimiento del cementerio…Hoy las demandas son otras, las exigencias son mucho más que ese famoso ABC. Hoy parece que una Intendencia tiene que estar en todo y asistir a todos.
Pero más allá de toda esta reflexión que acabamos de escribir casi de un tirón, casi por mandato del impulso, sea oportuno quizás, ahora más meditadamente, detenernos en lo que sí se extraña de un hombre, de una figura pública, de un dirigente político connotado en todo el país, como fue Eduardo Malaquina. Es decir, eso que hace mucha falta hoy en día. Y lo que hace falta es gente dispuesta a trabajar por Salto, que sea querida, o respetada al menos, por un sector social mucho pero muchísimo más amplio que un sector o partido político. Y que después, lo demuestre con obras, pero no macetas en una avenida o placitas con juegos saludable, eso también, sí, ¿por qué no? Pero hablamos de obras como un edificio para la Universidad, Plan Caif, PIAI (Programa de Mejoramiento de Barrios), defensa de la citricultura y la lechería, creación de una sala de teatro independiente (El Andén) y de una sala de exposiciones de arte (en Museo Olarreaga Gallino), acondicionamiento y reapertura del Museo de Arqueología, creación de una Casa Quiroga…Y tanto, tanto y tanto más…
Hablábamos en líneas anteriores del aprecio y el respeto, llegados desde todas las filas políticas, que este salteño supo ganarse. Nada mejor que cerrar esta página con los conceptos expresados por los dos intendentes frenteamplistas que ha tenido Salto, como para entender que en el caso de Malaquina, las diferencias ideológicas no superaban nunca a todas las otras cuestiones humanas:
Intendente Andrés Lima: “Falleció el único hombre en Salto que fue tres veces intendente. Un hombre muy querido y respetado; pero sobre todo un ser humano excepcional, que marcó la vida política y pública en Salto. Nuestro pésame a su familia y a su Partido Colorado. Que en Paz Descanse. Por suerte el homenaje se lo pudimos hacer en vida (refiere a la colocación de su nombre a una calle). Porque sobre todas las cosas Malaquina fue un hombre de Salto, que amaba profundamente su tierra y su gente. Tuvo la visión de estadista y la sabiduría para compartir sus enseñanzas con quienes estamos en otros partidos. Es un tiempo de luto para los salteños. Lo vamos a extrañar”.
Ex Intendente Ramón Fonticiella: “Saludo la memoria del Intendente Malaquina, que no merece olvido. Chocamos, porque pensábamos diferente, pero siempre de frente, para seguir construyendo Salto. ¡Un Demócrata! Con mayúscula. Que descanse en Paz”.
Gracias, Escribano Malaquina, por haber entregado a Salto el tiempo de su vida.
contratapa por: Jorge Pignataro
