Si recoges 100 hormigas rojas y 100 hormigas negras y las pones dentro de un frasco de vidrio, nada pasará. Pero si tomas el frasco y lo sacudes violentamente, de manera automática las hormigas comenzarán a matarse entre sí. Las negras creerán que las rojas son las enemigas y las rojas creerán que las negras son las enemigas, cuando el verdadero enemigo es la persona que agita el frasco. Pues bien, lo mismo ocurre en nuestra sociedad. Hombres vs. mujeres, izquierda vs. derecha, ricos vs. pobres, fe vs. ciencia, negros vs. blancos, jóvenes vs. viejos. Y así un largo etcétera. Antes de ponernos a pelear entre nosotros, deberíamos preguntarnos: ¿Quién sacude el tarro?».

No debe haber medio de comunicación uruguayo –más algunos de otras partes- que por estos días no se haya ocupado de los incidentes ocurridos en la Plaza Líber Seregni, en Montevideo, hace una semana atrás. Muchas personas aglomeradas tocando el tambor, que no acataron los varios pedidos que la Policía hizo por altoparlante para disolver la aglomeración (por una cuestión de prevención del Covid por supuesto), pero no contentos con eso insultaron y agredieron a los funcionarios, lo que terminó con varias personas detenidas. Después se habló mucho, muchísimo, y como la «manija» nunca falta, no demoraron en aparecer quienes hablaron de represión hacia colectivos sociales, represión del gobierno a quienes quieren manifestar tal o cual expresión artística y cultural…etc. etc. Por el bien de todos, no podemos caer, creemos, en seguir «dando manija» con esas cosas.
Decir que hay una «represión permanente de la Policía hacia el arte y los colectivos sociales», como algunos dijeron, como algunos siguen diciendo y quieren hacer creer, es en primer lugar darle un cariz romántico al tema (que pretende dividir, de un lado la dureza de la autoridad y por otro la libertad que habitualmente se asocia con la creación artística) que se desvía de lo que realmente pasa, de lo que pasó al menos el pasado domingo en la Plaza Seregni. En definitiva, además de romantizar, se miente.
Quien escribe estas líneas cree sentirse un acérrimo defensor del arte y la cultura, camino que ha elegido incluso como forma de vida, pero de ahí a entenderlos como escudo para distorsionar la verdad, no. Y para mentir tampoco. Y para dividir a la gente, menos aún.
Lo que pasó en el caso que nos ocupa es que se actuó por una aglomeración de gente (como se ha hecho en otras ocasiones también, como fiestas clandestinas por ejemplo) y punto; con la diferencia que esta vez hubo de parte de algunos de los que estaban allí (muchos con varias copas y alguna otra droga encima) provocaciones, insultos y agresión a la autoridad. No hablaremos ahora (tantas veces lo hicimos) de cómo se está perdiendo y se ha perdido bastante ya el respeto a la autoridad en todos los ámbitos de la sociedad (en el hogar, en los centros educativos…); sí es importante hacer notar una y otra vez, que hay una campaña clarísima, muy bien orquestada, para intentar que la gente vea al Policía como el enemigo (del arte y la cultura, de la educación, de los reclamos de los trabajadores…).
Vea usted que en gran medida –aunque después ciertos parlamentarios cambiaran un poco el discurso- la interpelación que se piensa hacer al Ministro del Interior, se gestó fogoneada por en esta supuesta «represión policial». Claro que después fueron apareciendo los videos y los testimonios de vecinos que demostraron que la Policía no había actuado tan mal como se decía al principio, sino que procedió primero a solicitar a las personas aglomeradas en la plaza que se retiraran, momento en el que fue atacada, al punto que varios funcionarios policiales resultaron heridos. Pero si será así la cuestión, que ante esas evidencias, los parlamentarios de la oposición cambiaron sus argumentos, postergaron la fecha de la interpelación y ahora dicen que la misma se llevará a cabo «por las políticas generales de seguridad». Es decir, suavizaron la situación; bajaron la pelota al piso como se diría en términos futboleros.
En realidad, hay que tener claro –así lo está para nosotros- que lo ocurrido en Plaza Seregni excedió el derecho de la gente a reunirse y se convirtió en una manifestación contra las autoridades, ni más ni menos. Fue una expresión más de la rebeldía habitual a la que nos tienen acostumbrados algunos grupos. No lo ve quien no quiera verlo; y no lo dicen, en general, aquellos que quieren ocultar la intencionalidad política que opera detrás. La rebeldía no es algo malo, dependiendo de qué límites se traspasen en nombre de ella. Que hay derecho a ir a una plaza a tocar el tambor, por supuesto que sí. A lo que no hay derecho es a desobedecer a la autoridad y menos aún a insultarla como se hizo con la Policía (basta para comprobarlo con observar cualquier video de los hechos); a lo que no hay derecho es a intentar detener el tránsito, como lo muestra uno de esos videos, en que un joven se para delante de un ómnibus para detenerlo y por milagro no es atropellado. ¿Eso es rebeldía? ¿Eso es libertad de expresión? Pues, si es eso, estaremos siempre en la vereda de enfrente a la rebeldía y libertad de expresión.
Pero el tema exige ir más a fondo, por ejemplo para entender la politización de algunos organismos internacionales que no deberían tenerla. Resulta que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), de la OEA, emitió un juicio contrario a la actuación de la Policía uruguaya en Plaza Seregni. Se dejó llevar por algunas opiniones, con claro tinte político, con lo que demostró cabalmente esa politización de los organismos internacionales, y al fin de cuentas, de todo lo que nos rodea. El Ministerio de Relaciones Exteriores tuvo que salir a explicar que lo que pasó fue que hubo personas que se negaban a respetar las medidas de distanciamiento social, y que hubo policías heridos y varios patrulleros rotos…La CIDH se quejó de que «la Policía no habría priorizado el diálogo previo a su intervención». Eso es falso, es mentira, porque sabido es que primero se intentó dialogar, y más de una vez. Pero esta Comisión sigue con su discurso y llama a Uruguay a «adoptar un enfoque de derechos humanos en las medidas de contención de la pandemia, garantizando el derecho de reunión pacífica, sin armas, la libertad de expresión y el diálogo, en observancia de los estándares interamericanos sobre uso de la fuerza pública». ¿No fue acaso lo que hizo la Policía? ¿no hubo acaso diálogo previo y comunicación previa a adoptar las medidas de precaución correspondientes y a disolver la aglomeración? Pero además, se hizo sin que hubiera manifestantes lastimados, algo que estaba entre las lógicas posibilidades que pudiese suceder. Pero ninguna de las personas presentes en las actividades en la Plaza Líber Seregni resultó herida, sin embargo tres agentes de la Policía Nacional sí recibieron lesiones y debieron ser atendidos en emergencias médicas. Entonces, sería bueno que alguien sugiriera a la CIDH que intente conocer cómo son los procedimientos, o cómo fue este puntualmente, antes de opinar y prejuzgar equivocadamente.
Estamos convencidos que en gran medida, el gobierno actual está en el lugar que está porque la gente estaba cansada de la inseguridad y reclamaba una Policía más firme y con mayor respaldo. Si no, no se entendería por ejemplo cómo Manini tuvo tantos votos en octubre; pues los tuvo porque habló mucho de seguridad y la gente creyó que era necesario cambiar. Pero resulta que ahora, desconociendo lo que quiso la mayoría, hay una minoría, porque evidentemente son unos pocos, que pretende no dejar que la Policía actúe. Si no se actúa está mal la omisión, pero si se actúa está mal la represión… «Si uno aguanta es gaucho bruto/ si no aguanta es gaucho malo», diría Martín Fierro al hablar de la «suerte maldita del gaucho». ¿Será esa también la suerte del ser policía?
Insistimos en que hay acá un gran trasfondo político que no se puede ocultar aunque algunos quieran hacerlo. No casualmente andaba por allí, entre la multitud, una señora a la que ya habría que otorgar el título de «agitadora profesional», que aparece instantáneamente en escena en cualquier concentración que se arme.
¿Será tan así, como dicen algunos, que hay militantes que andan buscando un mártir para cargárselo al gobierno y a la Policía? Nos resistimos a aceptarlo, pero confesamos que a veces lo creemos. Quizás lo mejor sea preguntarnos «¿Quién sacude el tarro de hormigas?». Y al que le quepa el sayo que se lo ponga.
Contratapa por Jorge Pignataro