Cuando un arquero no es titular, la espera no siempre es fácil. Esperas que pueden ser eternas. De esas que a veces mueven a la desazón misma. Al fin de cuentas, atajar para el arquero desde la continuidad, es razón ineludible.
Por eso, cuando la chance llega, nada más criterioso que la respuesta, de saber que ese golero que aguarda, también es parte de lo posible.
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El caso que involucra a AGUSTÍN CARRARA es real. El miércoles a la noche jugando frente a Universitario, dispuso de esa chance, para que la clase no se ocultara. Clase para ofrecer recursos en función de la necesidad.
Como en ese frentazo que le sacó bien abajo y contra el palo derecho a Matías Flores. En el segundo tiempo, ante la única llegada más o menos bien elaborada de la «U», Agustín otra vez para cobrar influyente dimensión,
Pero más allá de esa secuencias puntuales, aplomo siempre. Serenidad frente al manejo de situaciones y sabiendo bien, cuando arriesgar en la salida o cuando admitir que la guarida de los tres palos, no es mala opción.
AGUSTÍN expuso su razón clave: la de sentirse apto. Y fue apto.
Mientras una conclusión es capaz de potenciarse: tener en el banco de espera un golero de su encendida clase, implica saber que la espalda de quien sea está bien cubierta.
Y que si se trata de atajar, a Carrara no le pesa la parada. Para nada.