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Enero de Morosoli, Levrero, Cardenal…

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Diario EL PUEBLO digital
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Último domingo de enero, nos invita al recuerdo de tres escritores nacidos en este primer mes del año, y que fueron contemporáneos entre sí. Dos, Juan José Morosoli y Mario Levrero, cada uno con su estilo (muy diferentes uno del otro) son referentes en la narrativa uruguaya; el otro, el nicaragüense Ernesto Cardenal es un referente de la poesía del siglo XX a nivel de toda Latinoamérica.

Morosoli
“el cronista de almas”
Recuerdo cuando allá por el año 2020, dedicábamos una página entera de EL PUEBLO a transcribir un cuento suyo, «Soledad», al que consideramos uno de los mejores cuentos de la literatura uruguaya, y hablábamos del autor como «el minuano que rompió fronteras». Morosoli (que había nacido el 19 de enero de 1899) fue un humilde almacenero de aquella pequeña ciudad, de la que seguramente muy pocas veces salió, pero sí lo hizo, con el tiempo, y lo sigue haciendo, su obra, que rompió las fronteras para convertirse en una de las más importantes de la literatura nacional. Hijo de un albañil pobre, las dificultades económicas de la familia hicieron que solo pudiera cursar hasta segundo año de escuela, y después debió trabajar. La forma en que describe el interior de cada personaje y cómo logra que el lector siempre se conmueva ante esos «pequeños» mundos interiores, es lo que hizo que Ma-rio Benedetti lo llamara con gran acierto: «cronista de almas». Hay que recordarlo además a Juan José Morosoli como un gran representante del Criollismo en esta parte del mundo, y como un escritor que –junto a «Paco» Espínola y alguno más- iniciaron un importante camino en la evolución de la narrativa uruguaya, rumbo a lo que luego sería una literatura de corte casi netamente psicológico (con Juan Carlos Onetti, por ejemplo). Morosoli falleció el 29 de diciembre de 1957 en su lugar natal. Vale l apena repasar sus obras: «Balbuceos» (poesía, incluido en «Bajo la misma sombra», junto a Guillermo Cuadri, Valeriano Magri, José María Cajaraville y Julio Casas Araújo, (Minas, 1925); «Los juegos» (poesía, 1928); «Hombres» (cuentos, 1932); «Los albañiles de Los Tapes» (cuentos, 1936); «Hombres» (cuentos, 1942 – segunda edición con modificaciones: 1943); «Hombres y mujeres» (cuentos, 1944); «Perico» (cuentos 1944); «Muchachos» (novela, 1950); «Vivientes» (cuentos, 1953); «Tierra y tiempo» (1959, póstumo); «El viaje hacia el mar» (1962, póstumo); «La soledad y la creación literaria» (1971, póstumo); «Obras completas» (1999, póstumo).

Mario Levrero
“el raro”

Su verdadero nombre fue Jorge Mario Varlotta Levrero, nació en Montevideo el 23 de enero de 1940 y murió en la misma ciudad el 30 de agosto de 2004. Fue un “librero” de alma, porque escribió libros y porque dedicó gran parte de su vida a vender libros. Hombre raro, dicen que al- guna vez salió a hacer un mandado y fue hallado un año más tarde viviendo casi en la indigencia.Fue raro también su estilo narra- tivo, y muy original, bueno realmente.

Escritor, fotógrafo, librero, guionista de cómics, columnista, humorista, creador de crucigramas y juegos de ingenio uruguayo, supo también dirigir un taller literario. El estilo de sus cuentos y novelas se puede asociar a la ciencia ficción, al género policial, a lo humorístico, en fin…son textos de muy difícil clasificación dada su originalidad. Ángel Rama, uno de los más respetados críticos uruguayos, lo incluye dentro del grupo de los “raros”, corriente típicamente uruguaya de autores que no pueden encasillarse dentro de ninguna corriente reconocible, aun- que tienden a una especie de surrealismo (podría mencionarse en esa misma atmósfera a las obras de Felisberto Hernández o Armonía Somers, por ejemplo). No solo novelas y cuentos y cuentos escribió Levrero, también hasta manuales de parapsicología. Pero esta vez, recordemos sus libros de cuentos, los que a nuestro entender muestran su mayor potencial creativo:. “La máquina de pensar en Gladys” (1970); “Todo el tiempo” (1982); “Aguas salobres” (1983); “Los muertos” (1986); “Espacios li-bres” (1987); “El portero y el otro” (1992); “Ya que estamos” (2001); “Los carros de fuego” (2003); “Cuentos completos” (2019, póstumo).

Ernesto Cardenal, maestro de la poesía Nacido el 20 de ene-ro de 1925, Ernesto Cardenal fue poeta, sacerdote, teólogo, traductor y escultor; además, con un compromiso social revoucionario muy acentuado. Conocido por su obra poética, que le mereció varios premios internacionales, fue uno de los más destacados defensores de la Teología de la Liberación en América Latina y Ministro de Cultura del gobierno surgido de la Revolución nicaragüense, tras su triunfo el 19 de julio de 1979, hasta 1987. Hoy, en este enero que nos vuelve a traer su recuerdo, quiero compartir unas líneas que escribí en estas páginas de EL PUEBLO el día que el poeta murió (1° de marzo 2020) :

“Cardenal, al igual que Parra, es de los poetas con los que más disfruté la poesía allá en mis tiempos de adolescencia. Seguramente porque con ellos aprendí, en inolvidables lecturas de siestas calurosas en el fondo de mi casa, que la poesía es algo serio y trascendente sí, pero que bien puede escaparse de la rígida solemnidad que yo hasta entonces creía componente inevitable en su creación. Ernesto Cardenal enseñó a varias generaciones que se puede hacer poesía con lo más sencillo, simple y cotidiano, aunque para muchos sigan siendo elementos an-ti-poéticos, sin necesidad de seguir cayen-do en el tan gastado preciosismo modernista (entiéndase jardín con rosas, lago con cisnes o noche con luna). Por eso, con él, con su magnífica obra, muchos compren-dimos entonces de qué se habla cuando se habla de «Antipoesía», concepto que viene a oponerse justamente a la solemnidad de lo tradicional. Maestro insoslayable de este estilo en toda la poesía en lengua española, Ernesto Cardenal dejó escritos más de cuarenta libros…”. Además, queremos recordarlo con uno de sus mejores poemas:

CLAUDIA
Te doy, Claudia, estos versos,
porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos
para que tú los entiendas.
Son para ti solamente,
pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez
por toda Hispanoamérica
y si al amor que los dictó,
tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor
que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,(escritos para conquistarte a ti) despiertan en otras parejas enamoradas que los lean los besos que en ti no despertó el poeta.

Cuídate, Claudia, cuando estés conmigo, Porque el gesto más leve,
cualquier palabra, un suspiro
de Claudia, el menor descuido,
tal vez un día lo examinen eruditos,
y este baile de Claudia se recuerde por siglos. Claudia, ya te lo aviso.

De estos cines, Claudia, de estas fiestas,
de estas carreras de caballos,
no quedará nada para la posteridad
sino los versos de Ernesto Cardenal para Claudia (si acaso)
y el nombre de Claudia que yo
puse en esos versos
y los de mis rivales, si es que yo
decido rescatarlos
del olvido, y los incluyo también
en mis versos para ridiculizarlos.

Esta será mi venganza:
que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti y tú no lo sepas.

Me contaron que estabas enamorada de otro y entonces me fui a mi cuarto
y escribí ese artículo contra el Gobierno por el que estoy preso.

Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido:

y tú porque yo era el que te amaba más. Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo: Porque yo podré amar a otras
como te amaba a ti,
pero a ti no te amarán como te amaba yo.

Muchachas que algún día leáis emocionadas estos versos
y soñéis con un poeta: sabed que yo los hice para una como vosotras
y que fue en vano.

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