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sábado, febrero 22, 2025
Columnas De Opinión

Apuntes en borrador

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SINCERAMIENTO. Siempre he intentado mantener un diálogo franco con ustedes, amigos lectores. Desde hace más de 14 años desde esta misma columna hemos ido comentando, analizando, reflexionando y por qué no, en algunas oportunidades también hemos hecho catarsis sobre alguno de los temas que han pautado la semana o de lo que necesitábamos hablar con ustedes. Siempre desde la honestidad y sin medias tintas.

En el acierto o en el error, cuando escribo, no solo lo hago desde mi razón, sino también desde mi corazón. Eso, quizás, haya permitido que este diálogo se haya mantenido durante tanto tiempo. Y hoy, no será la excepción.

Permítanme decirles que creo en la existencia de un ser superior, no sé si es uno o más de uno, no sé si es un dios o varias entidades, no lo tengo claro porque no pertenezco a ninguna religión ni iglesia ni culto, ni tampoco lo pretendo. A veces creo que tengo ángeles guardianes que me protegen y que me guían, para decirlo de una manera que sea comprensible, tampoco tengo claro que son. Lo cierto es que soy un creyente pasivo, muy pasivo, algo que me ayuda a entender algunas cosas que la ciencia aún no ha logrado explicar con total certeza o simplemente porque necesito creer que mis seres queridos que se han ido siguen estando ahí de alguna manera, y que son quienes me acompañan. Sin evidencias empíricas que lo demuestren, solo por una cuestión de fe.

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Diría el filósofo uruguayo Arturo Ardao, se trata de creer en algo espiritual desde la racionalidad. Pues sí, eso. Porque los seres humanos somos esencialmente espirituales más que materialistas, aunque a veces las evidencias que expone el mundo en el que vivimos, se esfuercen en tratar de hacernos creer lo contrario.


NECESIDAD. Lo cierto es que mi forma de pensar (o de creer) no me impide ver que mucha gente, la gran mayoría, en su ámbito privado cree en un dios y en una religión que lo sustenta desde la fe. Eso es algo que respeto profundamente.

Por eso, hoy no hablaré de cosas malas que han sido sustentadas desde algunas religiones, todo lo contrario, porque, así como han hecho (incluso al día de hoy) cosas que no comparto, no puedo dejar de reconocer que también hacen cosas importantes y buenas por la gente.

Lo cierto es que en estos tiempos de pandemia, las religiones han sido muy castigadas al prohibírseles, en algunos casos, poder acompañar a sus feligreses en tan duros tiempos. No hablo solo de Uruguay, ha pasado en el mundo, que para restringir la movilidad y las aglomeraciones, se han prohibido los cultos o misas. Luego se han flexibilizado en parte con algún tipo de protocolo. El contacto, la comunicación que el referente de la iglesia debe tener con su gente, Padre o Pastor, es insustituible, sobre todo para aquellas personas que tienen mucho miedo debido a la pandemia y necesitan de alguna forma de contención.

Solo esperamos que quienes son responsables de conducir una comunidad religiosa, asuman su compromiso por la vida y respeten los protocolos sanitarios que se han dictado para poder retomar de a poco ese contacto, y evitar así que situaciones como las que se están viviendo en alguna localidad de nuestro departamento o en departamentos vecinos, no se transforme en un boomerang que terminen cumpliendo una función totalmente distinta que para la que se la necesita. A buen entendedor, pocas palabras.

Hasta la semana que viene…

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