Mientras seguimos reparando y “manejando” las encuestas para presentarlas ante el público en forma positiva, la delincuencia sigue siendo cada vez peor en el país, porque estamos mirando superficialmente un problema demasiado complejo.
Nuestra convicción es que las encuestas han pasado a ser el centro de la cuestión. Es que unos delitos más o menos no cambian, a nuestro entender, la situación de por sí muy grave. Las personas que entienden que la seguridad se controla con penas más duras, deberían de sentirse satisfechas, porque una de las consecuencias lógicas de esta política es el aumento de las personas privadas de libertad.
De las 6.000 personas recluidas que causaban preocupación en el 2006, se han transformado actualmente en 14.000. Esto supone otros problemas diferentes, pero tan preocupantes como aquellos.
Esto nada ha solucionado, todo lo contrario. Han aparecido cuerpos mutilados, algo desconocido para nuestro país y no sólo en Montevideo. En definitiva, la seguridad sigue siendo un gran problema.
Al mismo tiempo se dan diversas experiencias de recuperación de estas personas procesadas. De acuerdo a la Constitución de la República, las cárceles no deben de ser lugares de tormentos, sino de recuperación.
Ahora bien, sería ingenuo pensar que todas las personas privadas de libertad, están interesadas en recuperarse, en cambiar de vida, sencillamente porque no es así. Predicar con el ejemplo es de las mejores decisiones, la reciente experiencia de los jugadores de rugby argentinos enfrentándose con los uruguayos que hacen la misma experiencia en nuestro país, es de los mejores emprendimientos que hemos conocido.
Siempre hemos insistido en que uno de los factores que incide en esta situación es precisamente las posibilidades de formarse que van mucho más allá de la alimentación, vienen desde muy pequeños.
Tan es así, que una de las cosas que nos dan más pena y nos suena más injusto es cuando escuchamos aquello que “hijo de delincuente… ¿Qué se puede esperar de él?”
Ese es el camino que no debemos recorrer, sencillamente porque se trata de un callejón sin salida. Cerrarle las puertas a la recuperación es lo peor de lo que se puede hacer, sencillamente porque todos tenemos que tener las mismas posibilidades y por lo tanto la única salida factible -a nuestro entender- que debe acompañar a la dureza de las penas, es el esfuerzo por darles a todo quien se quiera rehabilitar las posibilidades de hacerlo.
Mientras no entendemos esto, no habrá salida posible.
A.R.D.
Entre lo que se quiere y lo que se merece
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