20 de Junio de 1977.
Día propio del comienzo de invierno. Tarde húmeda y pertinaz llovizna.
Los salteños acostumbrados al calor habían dejado las calles desiertas.
Esa tarde en el Aeropuerto de Carrasco, se iniciaba un vuelo con destino salteño.
En los primeros asientos el Arq. Néstor Minutti, Intendente de Salto, más atrás el Dr. Luis «Buby» Gonzaga. Trascendió que cuando se reconocieron Buby Gonzaga
dejó su asiento en la mitad de la nave para ubicarse adelante, cerca de Minutti e iniciar una amena charla.

Imaginamos a Minutti comentar feliz el haber logrado del gobierno nacional el apoyo para construir un gran Estadio Deportivo y a Buby Gonzaga comentar los avances logrados en la cura del «Mal de Chagas»
A esa hora, yo dejaba mi trabajo en la oficina, feliz por haber concretado esa tarde la compra de un terreno, donde edificar mi hogar y allí reunirme con amigos.
Mientras esto ocurría, el pájaro de acero a gran altura, devoraba distancias con su preciosa carga para llegar a Salto.
A las 9 de la noche acudí a realizar mi tarea como comunicador en Canal 8, sin imaginar el drama que se había gestado.
Alguien comentó un avión se había estrellado, llevándose preciosas vidas.
Después todo fue vértigo. El hospital desbordado de gente y los salteños atónitos por lo que había ocurrido.
El Arq. NÉSTOR MINUTTI había fallecido. Quién había transformado la fisonomía de la ciudad con obras, como « el Salón de Primavera», un espacio para destacar el trabajo de los artistas plásticos. Logrado con el apoyo de salteños destacados como «Pocho» Casal, «Balo» Fernández y una destacada figura nacional como la Arq. María Mercedes Martin.
Transformando la ciudad, uniendo con asfalto las arterias más alejadas al centro.
Había modernizado las plazas y las costas. Construyendo el «Museo del Hombre y la Tecnología», instituyendo un ordenamiento para limitar la altura de los edificios.
Lo conocí cuando yo siendo muy joven me tocó entrevistarlo como periodista del Canal local de televisión.
Conocí el valor de sus ideas, como la fuerza de su carácter.
También conocí su modestia. Era fácil hablar y llegar a él, en su oficina o en la calle.
Recuerdo la vez que en el Estudio Van Dick, su director «Nito» Tambucho le preguntó si era consciente que se lo consideraba uno de los intendentes más destacados del País, a lo que él modestamente comentó. He tenido suerte, porque con la construcción de la represa, todos los ojos del País miran a Salto.

Con el Dr. LUIS GONZAGA mi amistad nació cuando niño.
Fue mi amigo de la infancia, de la vida.
Nacimos y crecimos en el mismo barrio, fuimos a la misma escuela, al mismo liceo.
Hicimos los primeros «dribling» a la vida en los campitos del barrio y en los días de lluvia jugamos con los pies desnudos en los mismos charquitos de agua.
Hicimos las primeras salidas de adolescentes, los primeros cumpleaños, los bailes y si nos aburríamos nos juntábamos en la Confitería 18 de Julio o en el Café Plaza de Alfredito Honzi.
Allí disfrutábamos charlas donde «Buby» haciendo gala de su inventiva y buen humor, repetía las historias que había contado mil veces, agregando o exagerando algún detalle y buscando mi aprobación, que conseguía, para luego lanzar una carcajada que contagiaba.
En vacaciones navegábamos el río con destino a la isla de Salto Chico, para regresar haciendo la plancha al costado de la chalana.
Comenzó sus estudios universitarios de médico y para ayudar, utilizando sus conocimientos en electrónica se constituyó en ayudante de cátedra.
Fue auxiliar médico en el equipo de Sudamérica. integró el plantel de fútbol universitario, donde por su destreza se lo conoció como el «zurdo»
Buby tenía una alegría interior que contagiaba. Siempre dispuesto a gastar una broma.
Todas las noches al despedirnos, me amagaba un golpe con sus manos y me lanzaba una «patada» que no me tocaba, que luego acompañaba con su risa y un hasta mañana.
Compartí su alegría cuando conoció a su esposa, como también la llegada de Andrea y Luis Adrián, sus hijos, que pasaron a ser como: mis hijos espirituales.
El humor siempre estuvo presente en su vida, en el consultorio, cuando ex profeso, alteraba el orden de atención en sus pacientes, para luego pedir perdón y reír con ellos.
Y fue justo a él que regaló tanta alegría de vivir, que el destino le hizo una mueca.
En un instante todos sus sueños, su capacidad y sus estudios quedaron inertes.
Aquella tarde lluviosa, el pájaro de acero en que viajaban, quizá cansado de tanto volar, quebró sus alas llevándose preciosas vidas.
Desde entonces cada 19 de junio recorro primero las calles de la Zona Este, nuestro barrio y luego camino por la ciudad, elevando la mirada al cielo para encontrar allí el recuerdo de sus vidas y acercarles una flor.
El recuerdo es para todos, para los pilotos, para el Rabino y por Amistad para Néstor a quién conocí ya grande y para Buby mi amigo de la infancia.
Ellos no están, pero viven al igual que todos los que se han ido, ayer, hoy y siempre, en nuestro eterno recuerdo.
Norberto Sagnol Gaudin