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POR: JORGE PIGNATARO

“Percepción (es)”, de Victoria Beneditto Lluberas

Tengo 24 años, soy estudiante avanzada de Trabajo Social, estudio acá en Salto en la Universidad de la República. Vivo con mi madre, hermano, y nuestra gata Tina. Me gusta viajar, conocer lugares y diferentes personas, experimentar cosas nuevas, y encontrar letras en cada lugar que conozco. Mi mayor deseo es, a través de las letras, y mi futura profesión, dejar una huella, y con ella parte de mi esencia en el mundo”.

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Con las anteriores palabras, Victoria Beneditto Lluberas respondía el pedido de EL PUEBLO de una breve presentación personal. Victoria es la autora de “Percepción (es)”, un libro que ella mismo define como “una autobiografía”, con una carga importante de contenido filosófico en su mirada.


“Percepción (es)” fue editado hace pocos meses. Hoy, su autora comparte con los lectores de EL PUEBLO estas páginas:

Mundo paralelo

“… donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”
Rosa Luxemburgo

¿Te animás a soñar con un “mundo paralelo”?
En un mundo paralelo, no existen las guerras, porque los seres humanos encuentran otras alternativas para resolver sus conflictos, no es necesario hablar de heridos, ni de muertes.
En un mundo paralelo, el capital económico es secundario, lo que importa es el bienestar de todas las personas por igual y ese es el mayor capital a la que una sociedad estima a llegar.
Lo material no importa y no existen condicionantes de la moral.
En un mundo paralelo, no existe lugar para la ambición, no hay lugar para el individualismo y ni hablar del egoísmo. La comunicación no es una barrera y la solidaridad es el lenguaje universal. En un mundo paralelo, los medios de comunicación muestran lo que “es” y no lo que querés “ver”, es fácil enamorarse de un mundo bello.
¿La televisión muestra solo cosas lindas?
En un mundo paralelo, no existe “progreso” más grande que el reconocimiento de los derechos de toda sociedad, sin distinción alguna más que el nombre de las personas.
No es necesario hablar de inclusión, ni de desigualdad. Hablar de realidades no es sinónimo de dolor y empoderarse no es beneficio de unos pocos. En un mundo paralelo, no es utopía hablar de felicidad y tampoco idealista referirse al amor.
Las personas no se esconden para demostrar lo que sienten, porque no hay lugar para ser juzgadas. Nadie está pendiente del “qué dirán”.
Imagínate, haríamos cosas que sólo nos trajeran felicidad.
En un mundo paralelo, las palabras solo suman, no saben restar, los héroes sobran y no necesariamente llevan capa, ni aparecen en lindas revistas.
Las buenas acciones son naturalizadas y las buenas palabras se hacen cotidianas: “buenos días”, “¿cómo estás?”, “¿llegaste?” Y si todos supiéramos que podemos dejar nuestra “semilla”, no haría falta hablar del “mundo paralelo”, porque este sería el nuestro.
Tampoco existen reglas gramaticales en este mundo, así que si al leer pudiste notar que no estaba “justifcado” y te sacó un poco de los esquemas, ahora sí, podés pensar y repensar si estás contribuyendo a este “mundo paralelo”.

Percepciones III

“La perfección es una pulida colección de errores”
Mario Benedetti

La vida es como un viaje al que no elegimos venir, no sabemos nada de sus vientos, ni de sus mares. No sabemos con qué nos enfrentaremos en el camino, tampoco cuándo y dónde vamos a bajar. Pero en lo que dura, tratamos de conocer lo curioso que tiene la vida, poder enredarnos en ella. Conocemos a nuestro primer gran amor, crecemos junto a él y nos convencemos de los “para siempre”. Escuchamos atentos un millón de historias de fantasías y nos reflejamos en cada una de ellas, reforzamos lo mágico, hacemos volar la imaginación y nos emprendemos en el viaje.
Conocemos a las primeras personas, que también están experimentando este viaje que es la vida. Nos llenamos de inocencia e ilusiones. Hacemos que todo sea juego, un laberinto al que no queremos encontrarle nunca su salida. Viajamos para experimentar, caemos, nos duele y sufrimos. Aprendemos que no todo es juego y que la vida, es un sinfín de canciones, con intencionalidades inacabadas. Conocemos el amor, el que alguna vez habíamos escuchado y nos chocamos con la realidad. Vemos algunos amores que se reflejan en canciones y otros, a los que su canción, llegó su fin. Entendemos que la vida no es un juego y a veces, no hay replay. Nos contradecimos, probamos el desamor y a veces, un poco de decepción.
Viajamos y vimos que la vida tiene un sinfín de primaveras, vientos, tormentas y heladas. Un millón de flores que nacen y otras más que se marchitan. Un millón de noches frías que golpean y días soleados, de esos hermosos, de los que no deseas su fin. ¿Cuántas veces te preguntaste, cuántos “sinfín” te faltaban por vivir? Nos entregamos a nuestras pasiones, aprendemos a los golpes, nos equivocamos y humillamos. Perdimos y perdimos mucho, nos hicimos muchas preguntas y no encontramos ninguna respuesta, ni siquiera en los silencios. Nos sentimos un poco solos, aún estando acompañados. Encontramos nuestros caminos, enfrentamos a nuestros propios enemigos y a nosotros mismos.
Viajamos para defender lo que soñamos, para soñar lo que queremos. Encontramos esas respuestas que estaban flotando en el aire, pero descubrimos que había más preguntas, que les faltaban sus respuestas. Comprendimos que existen más realidades que nos hacen ver más allá de la nuestra y que a veces nos incomoda. Luchamos por lo que queremos y lo que nos parece justo, nos caemos, porque a veces, nada es como queremos y quisiéramos volver a esas historias de fantasía y los “para siempre”. Viajamos para llenarnos de recuerdos, recuerdos que anhelamos, los que guardamos en una cajita que llevamos con nosotros a todas partes. Los cuales siempre nos llenan de cosas lindas y siempre llevamos algo de ellos en nosotros.
La vida es un sinfín, un viaje que da miedo, porque no elegimos venir. Sus preguntas y respuestas dan miedo, salir de la burbuja y enfrentarnos con ellas. La vida es una colección de errores, idas y venidas, acertijos, problemas y soluciones. Pero somos lo que hacemos, en este complejo viaje al que no elegimos embarcar. Somos lo que hacemos cuando entendemos que la vida va mucho más allá de nuestras pequeñas “realidades”. Somos lo que hacemos cuando entendemos que este viaje tiene millones de percepciones.

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