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jueves, 10 de abril de 2025
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CRÓNICA DE UN VIAJE A BRASIL CON DESCUENTO

Diario EL PUEBLO digital
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SIN DESAYUNO

Por Salomón Reyes

Crónica de un viaje a Brasil con descuentos.

Era la cuarta llamada que intentaba Julio y en las tres

anteriores escuchó la misma respuesta: No tenemos lugar. Por

eso cuando la voz telefónica de varón le dijo que sí tenía

habitación disponible, el grupete de 5 viajeros cansados

respiró aliviado, cualquier camastro era mejor que pasar la

noche apretujados dentro del auto.

Pero la buena noticia cambió con rapidez a confusión

porque la conversación con el posadero alcanzó un toque

bizarro cuando le preguntó a Julio ¿Cuánto nos parecía pagar

por la habitación para las 5 personas que éramos? y agregó

que él prefería que fuera sin desayuno para no tener que

salir a comprar cosas. Nos miramos y sin decirlo en voz alta,

todos pensamos lo mismo: ¿A dónde carajo nos vamos a meter?

Antes de colgar, el precio se acordó en 150 reales

($1.320 pesos uruguayos) y el hombre le pidió a Julio que

confirmara si tomaba la habitación porque debía limpiarla.

Julio confirmó y allá fuimos a nuestra cita a ciegas.

Como nos ganó la desconfianza uruguaya, antes de llegar

y por las dudas, hicimos un intento en otro lugar. El mismo

resultado: no había lugar. Para ser un pueblo tan chico,

Pantano Grande nos sorprendía con su ocupación 100% en camas.

La razón se aclaró más tarde. Pantano Grande es un lugar de

paso obligatorio para los viajeros argentinos, uruguayos y

paraguayos que se dirigen en auto a Florianópolis. Queda más

o menos a la mitad de camino de un viaje que implica entre 15

y 25 horas de manejo, según el ritmo. Hay necesidad de

descansar unas horas para recuperar las fuerzas que te lleven

con bien a la meca playera brasileña.

Al llegar a la posada nos encontramos con una

construcción de una planta con varias habitaciones rústicas y

con evidencias de reciclaje. Vimos al hombre del teléfono y a

una mujer, sacando sábanas y toallas de la habitación que

íbamos a ocupar y que al final no era tan mala como habíamos

supuesto. Era sencilla y sin lujos pero con lo mínimo para

dormir bien. Cuando el hombre nos vio llegar, fue necesario

renegociar el precio. Sí, renegociar porque él también había

supuesto que se trataba de una familia con niños y no de 5

adultos como nos presentamos. La nueva negociación duró menos

de un minuto y la tarifa final quedó en 200 reales.

Cuando supo que éramos uruguayos nos preguntó si

habíamos traído maconha (marihuana) y nos ofreció una cerveza

helada de la cual él también terminó bebiendo. La situación

era más parecida a llegar a la casa de campo de un familiar o

a la de un buen amigo que nos conocía bien.

La experiencia en aquella posada terminó siendo de lo

más singular y divertida pero no fue la única que nos ocurrió

en el viaje, porque lo que quiero resaltar es esta manera

diferente e inortodoxa del turismo en Brasil que pasa más por

un modo de ser, un sentimiento, que por un manual de

mercadotecnia turística.

Es posible que en su cabeza haya sobrevolado la idea de

que siendo la única habitación disponible de todo el pueblo,

su costo pudo ser caprichosamente más elevado por la alta

demanda y sin embargo, no fue así y tampoco fue la única

situación generosa que vivimos.

Una hora antes, en un buffet de otra localidad, el dueño

nos cobró mucho menos en el consumo solo porque le comenté

que una de las comensales estaba con problemas estomacales y

no iba a comer el buffet completo.

En el hospedaje de Florianopolis tampoco quisieron

cobrarnos la cama extra por ser tres personas cuando la

reserva se había hecho sólo para dos.

En otro restaurante muy concurrido, un mozo nos ofreció

compartir el platillo para no gastar en otro más caro que

quizá nos nos iba a gustar y después confesó que a él le

pagaban por recomendar los platillos caros.

Finalmente en uno de los parques más concurridos, Julio

perdió el ticket de entrada y en vez de aplicar algún

reglamento protocolar, el encargado le hizo un buen chiste,

comprendió y permitió a Julio seguir adelante con la

diversión.

Es verso común escuchar que Brasil está despegado en el

rubro turístico pero debo agregar que no solo están

despegados sino que lo entienden y ejecutan de una forma

distinta. En muchos casos se rigen más por el sentido común y

la lógica humana y no por lo que dictaría el manual del

operador turístico. No creo que nosotros hayamos sido un

grupo de viajeros con suerte de hecho todo lo contrario,

deben ser muchos los turistas en Brasil que podrían contar

mejores historias o equivalentes.

Una familia argentina que volvía a su país y que paraban

también en la posada de Pantano Grande, nos confesó a la

mañana siguiente, que habíamos tenido mucha suerte porque el

dueño recibió otra llamada antes que la nuestra y se negó a

rentar la habitación porque había preparado un asado para

ellos y prefería pasarla bien con sus huéspedes antes que

ponerse a limpiar la habitación para 5 turistas ansiosos.

(Los nombres reales en esta crónica fueron cambiados

para respetar su merecida temporada de vacaciones

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