SIN DESAYUNO
Por Salomón Reyes
Crónica de un viaje a Brasil con descuentos.

Era la cuarta llamada que intentaba Julio y en las tres
anteriores escuchó la misma respuesta: No tenemos lugar. Por
eso cuando la voz telefónica de varón le dijo que sí tenía
habitación disponible, el grupete de 5 viajeros cansados
respiró aliviado, cualquier camastro era mejor que pasar la
noche apretujados dentro del auto.
Pero la buena noticia cambió con rapidez a confusión
porque la conversación con el posadero alcanzó un toque
bizarro cuando le preguntó a Julio ¿Cuánto nos parecía pagar
por la habitación para las 5 personas que éramos? y agregó
que él prefería que fuera sin desayuno para no tener que
salir a comprar cosas. Nos miramos y sin decirlo en voz alta,
todos pensamos lo mismo: ¿A dónde carajo nos vamos a meter?
Antes de colgar, el precio se acordó en 150 reales
($1.320 pesos uruguayos) y el hombre le pidió a Julio que
confirmara si tomaba la habitación porque debía limpiarla.
Julio confirmó y allá fuimos a nuestra cita a ciegas.
Como nos ganó la desconfianza uruguaya, antes de llegar
y por las dudas, hicimos un intento en otro lugar. El mismo
resultado: no había lugar. Para ser un pueblo tan chico,
Pantano Grande nos sorprendía con su ocupación 100% en camas.
La razón se aclaró más tarde. Pantano Grande es un lugar de
paso obligatorio para los viajeros argentinos, uruguayos y
paraguayos que se dirigen en auto a Florianópolis. Queda más
o menos a la mitad de camino de un viaje que implica entre 15
y 25 horas de manejo, según el ritmo. Hay necesidad de
descansar unas horas para recuperar las fuerzas que te lleven
con bien a la meca playera brasileña.
Al llegar a la posada nos encontramos con una
construcción de una planta con varias habitaciones rústicas y
con evidencias de reciclaje. Vimos al hombre del teléfono y a
una mujer, sacando sábanas y toallas de la habitación que
íbamos a ocupar y que al final no era tan mala como habíamos
supuesto. Era sencilla y sin lujos pero con lo mínimo para
dormir bien. Cuando el hombre nos vio llegar, fue necesario
renegociar el precio. Sí, renegociar porque él también había
supuesto que se trataba de una familia con niños y no de 5
adultos como nos presentamos. La nueva negociación duró menos
de un minuto y la tarifa final quedó en 200 reales.
Cuando supo que éramos uruguayos nos preguntó si
habíamos traído maconha (marihuana) y nos ofreció una cerveza
helada de la cual él también terminó bebiendo. La situación
era más parecida a llegar a la casa de campo de un familiar o
a la de un buen amigo que nos conocía bien.
La experiencia en aquella posada terminó siendo de lo
más singular y divertida pero no fue la única que nos ocurrió
en el viaje, porque lo que quiero resaltar es esta manera
diferente e inortodoxa del turismo en Brasil que pasa más por
un modo de ser, un sentimiento, que por un manual de
mercadotecnia turística.
Es posible que en su cabeza haya sobrevolado la idea de
que siendo la única habitación disponible de todo el pueblo,
su costo pudo ser caprichosamente más elevado por la alta
demanda y sin embargo, no fue así y tampoco fue la única
situación generosa que vivimos.
Una hora antes, en un buffet de otra localidad, el dueño
nos cobró mucho menos en el consumo solo porque le comenté
que una de las comensales estaba con problemas estomacales y
no iba a comer el buffet completo.
En el hospedaje de Florianopolis tampoco quisieron
cobrarnos la cama extra por ser tres personas cuando la
reserva se había hecho sólo para dos.
En otro restaurante muy concurrido, un mozo nos ofreció
compartir el platillo para no gastar en otro más caro que
quizá nos nos iba a gustar y después confesó que a él le
pagaban por recomendar los platillos caros.
Finalmente en uno de los parques más concurridos, Julio
perdió el ticket de entrada y en vez de aplicar algún
reglamento protocolar, el encargado le hizo un buen chiste,
comprendió y permitió a Julio seguir adelante con la
diversión.
Es verso común escuchar que Brasil está despegado en el
rubro turístico pero debo agregar que no solo están
despegados sino que lo entienden y ejecutan de una forma
distinta. En muchos casos se rigen más por el sentido común y
la lógica humana y no por lo que dictaría el manual del
operador turístico. No creo que nosotros hayamos sido un
grupo de viajeros con suerte de hecho todo lo contrario,
deben ser muchos los turistas en Brasil que podrían contar
mejores historias o equivalentes.
Una familia argentina que volvía a su país y que paraban
también en la posada de Pantano Grande, nos confesó a la
mañana siguiente, que habíamos tenido mucha suerte porque el
dueño recibió otra llamada antes que la nuestra y se negó a
rentar la habitación porque había preparado un asado para
ellos y prefería pasarla bien con sus huéspedes antes que
ponerse a limpiar la habitación para 5 turistas ansiosos.
(Los nombres reales en esta crónica fueron cambiados
para respetar su merecida temporada de vacaciones
