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jueves, 1 de mayo de 2025
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Pensando en los niños…

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Diario EL PUEBLO digital
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Agosto se ha dado en llamar el mes de los niños. Pensando en ello, una salteña que ya en otras oportunidades ha colaborado en esta página con poemas y breves narraciones de su autoría, ha hecho llegar a EL PUEBLO un puñado de textos que considera dirigidos en especial a un público infantil. Nos referimos a Celia Ethel Sassi, y a ella pertenecen estas creaciones:

SOY EL RELOJ
Yo no soy ni rey ni príncipe, no tengo rango alguno.
Solo pongo el mundo en movimiento
Tampoco me ufano por ello aunque de día y de noche me dirigen sus miradas para organizar las actividades.
A veces no conformo a la gente y oigo decir: ¡Ya es la hora! o también ¡Ya era hora!
Entonces me acusan que camino rápido.
Si alguien se entretiene y llega tarde a destino dice a los cuatro vientos: ¡Se me pasó la hora!
Y otras veces no me quitan la mirada murmurando con grandes suspiros: La hora no pasa nunca.
También confían en mi lealtad para el despertar. Y cuando llega la hora enojados me tiran al suelo. ¡Que desconsideración!
Nadie me dice que me ama.
Yo sigo mi marcha y cumplo mi función.
Cuando suceden cosas buenas oigo que dicen alegres: ¡Enhorabuena!
Y si tengo buena pinta rodeado de rubíes y diamantes siempre habrá alguien que se fije en mí y diga…Qué hermoso reloj.
Solo temo que un día no muy lejano me abandonen para siempre de este mundo.

EL LIBRO
Demos cordial bienvenida a ese manantial inagotable que se llama libro. A ese amigo que cuida celosamente los registros del pasado, que refleja el presente y prepara al futuro animando a indagar y a superarnos con buen tino intelectual y espiritual.
Con su decir oportuno puede alejar la soledad y hasta caldear el corazón.
Considera pues por tanta bondad, darle un espacio en tu vida diaria al amigo ilustre que posee tesoros insospechados.
EL MATE
Conozco los secretos
de todas las mañanas
el embrujo de las tardes
y el silencio de las noches.

Los sueños de los jóvenes,
las penas de los viejos,
y a sorbito pasan
las horas locas.

ÁRBOL
Eres armonioso,
estampa del paisaje,
eres cuna y albergue
de alegres bandadas.
Eres bueno y solidario.
Dime…
¿Qué le cuentas a la luna
cuando besa tu copa
con luz de plata?

Es tu porte distinguido
con señorío de aristócrata
así tu vida pase
en el campo o la ciudad,
amparas la humilde choza
o adornas un regio palacio,
siempre con el don
de ser buen servidor
que lo brinda todo en la vida
y en la muerte también.

EL NIÑO DEL PARAGUAS
Amaneció una mañana muy fría con una lluvia
pertinaz.
Luis lleva muchas horas resguardado en un viejo portal de la calle principal.
Salió muy temprano de su casa para ganar unas monedas y entregarlas a su mamá.
Luis tiene once años y habitualmente cuida los vehículos en las zonas de oficinas y bancos, donde muchos lo conocen.
Pero hoy nadie se detiene, y mucha gente aparca y corre cabizbaja sorteando los charcos de agua, a realizar sus trámites para regresar pronto.
El niño entristecido mira el cielo como preguntando: ¿Cuándo va a dejar de llover?
Y entre suspiros el tiempo pasa.
Oscurece ya, camina pegado a la pared y súbitamente surge una idea: conseguir un paraguas y así poder ayudar a muchas personas.
Y más animado pensó: no importa que esté en mal estado, yo lo arreglaré.
Ensimismado en el proyecto llega a su casa con mucho frío y con los bolsillos vacíos, pero con esperanza de mejorar su situación.
Lo comenta con su madre y ella le dice: ¿por qué no hablas con don José, el vecino de la otra cuadra que arregla paraguas?, tal vez pueda ayudarte.
Y allí se fue sin importarle la noche helada y el “lamento” de su estómago vacío.
Don José, hombre humilde y servicial, carga muchos inviernos sobre su estampa, cree en la gente y lo escuchó con ternura mirando los ojos transparentes color miel del niño bueno.
Sin meditar casi meditó: Te presto el mejor, y no te preocupes, toma tu tiempo, úsalo.
A la mañana siguiente sale más temprano aún, la lluvia continúa pero él lleva la protección del paraguas.
Piensa en servir a toda persona y comprar un suculento desayuno.
Corre diligente todo el día de un extremo a otro, recibe sonrisas amables, monedas y agradecimientos.
Cuando la tarde se despide corre a su hogar, esta vez lleno de sueños. Pronto comprará un paragua o tal vez dos. Y… Quién sabe, tal vez ahorrando algún día sea dueño de una fábrica de paraguas para poder capear “muchos temporales”.
Alegre mira el cielo y unas nubes anaranjadas se dispersan en medio de tanto gris. Lleva muchas monedas, más de la que imaginó y muchas ganas de abrazar a su madre y al bueno don José. ¡Si la vida es buena!

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