Pasó la fecha de arranque de la Divisional B. En una buena mayoría de casos, árbitros centrales de primera línea y con un caudal de experiencia que resulta ineludible tener en cuenta.

En materia de conclusión hubo una por sobre todas: el exceso de diálogo con respecto a los jugadores. Tras la infracción sancionada, la historia de siempre: la protesta y la pretendida explicación de los árbitros, con minutos que se consumen. Mientras una tarjeta amarilla o una roja, implicará SIEMPRE, no menos de dos o tres minutos antes de la reanudación, mientras los segundos tiempos limitarán los minutos que se juegan, porque entre las variantes y las simulaciones, es posible que se planteen de hecho….¡segundos tiempos de 23 a 25 minutos y no más! Determinados jueces NO PARECEN APARTARSE de esa costumbre donde el hablar gana la pulseada, cuando en verdad su sola determinación debería significar la prolongación del juego. Todo lo posterior sería innecesario. Pero lo innecesario termina sumándose a un partido de fútbol, amargamente esquivo al fin básico: el de simplemente ser jugado.
