Es solo abrir diálogo con dirigentes de aquellos clubes históricamente posicionados en la zona de vanguardia en la divisional «A». Son los que parecen tener la mochila más pesada sobre sus hombros.
La exigencia de ganar, de ser protagonistas, de producir rendimiento para que la gloria llegue o se repita, surge como imperativo.

Es cosa concreta: el fútbol salteño se ha transformado en UNA COMPETENCIA FURIOSA, acaso la más intensa a nivel de todo el Interior.
Fabricio Bassa, Gustavo Ferraz y el propio Franco Junior Aliberti, no siendo de nuestro medio, han coincidido en ese apunte. Bassa, ahora en Ferro Carril, recaló en un enfoque clave: «en la Liga Salteña, el aficionado es hincha del club, de su equipo, y no de la selección»
ENTRE EL QUERER
Y EL PODER
Es verdad. No le falta razón. La fiebre clubista es cosa real, concreta.
Mientras, una situación surge de hecho: la búsqueda de jugadores «fuera de casa». Sobre todo, a cuenta de aquellos clubes (justamente), que sienten la necesidad del protagonismo. Conservarlo vigente o recuperarlo, en este último caso lo de Nacional es concreto: ya tiene a Nicolás Arbiza desde Bella Unión y a Matías Morales, que llegará de Paysandú.
Cuando un presidente de club, de esos abrochados a la costumbre de estar prendido bien arriba, confiesa a EL PUEBLO que «estamos saliendo a buscar afuera lo que no tenemos adentro», es una síntesis común a varios.
Tras cartón, no faltan los que apuntan a las divisiones juveniles que implican un costo y que no siempre se convierten en surtidores de futbolistas para el plantel superior. No estaría mal preguntarse porqué.
¿Mal formación juvenil o los juveniles más aptos son los que se van?
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-