Lo que enseña esta vieja máxima, es lo que nos queda de estos carnavales capitalinos, en los que se ha visto ridiculizar al Presidente de la República, a un ex presidente, a una senadora… Siempre consideramos que no hay que tomárselo a la tremenda, porque después de todo las bromas de carnaval, quedan o deberían quedar en lo que son, sólo bromas, de lo que quiere escuchar o ver el público allí asistente.
Es mas si la broma que hace un conjunto no es celebrada por el público, significa que no reúne los méritos suficientes como para mantenerla, porque no es compartida como tal.
Es que también el humor debe tener ciertos límites…y los límites son hartos discutibles. Juega allí el buen gusto, juegan los tabúes de la sociedad y sobre todo juega lo que se dice en broma, aunque a veces es más serio de lo que nos imaginamos.
ES que este año como nunca, para nosotros al menos hubo actuaciones descollantes en el carnaval que acaba de finalizar y sin embargo, ninguna de estas actuaciones logró mayor destaque en el juicio de los jurados.
Más diríamos, el carnaval es crítica y el día que no lo sea, se corre el riesgo de que se pierda totalmente. Si el carnaval pasara en forma intrascendente, sería un feriado más. A la prueba está el hecho de que en aquellos lugares donde el carnaval es auspiciado o impulsado por los intendentes, por los gobiernos o los legisladores y por lo tanto la crítica es “benévola” con ellos, el propio carnaval se vuelve intrascendente.
Que los directores de los conjuntos pueden equivocarse, pueden. Que los jurados pueden equivocarse a la hora de evaluar los méritos o los diferentes rubros, pueden. Que pueden tener una visión diferente a la nuestra, pueden.
Pero en todos los casos se impone el respeto. Puedo no compartir, puedo criticar y oponerme a las decisiones, pero no puedo perder de vista el hecho de que es carnaval, la fiesta popular por excelencia, la que se basa en la crítica y en la polémica.
Este año hemos notado con tristeza como la popular “fiesta de momo”, se convirtió en un elemento más de división de los uruguayos. Nadie puede ignorar que la concurrencia del gobierno y hasta el propio Presidente de la República a dos de estas celebraciones en el interior significó un espaldarazo a estas fiesta con notorio tinte brasileño y un rechazo indirecto al carnaval uruguayo.
Respetamos, no compartimos, pero vemos que es un motivo más de división y separación entre los uruguayos. Lamentable.
A.R.D.
