Cuando hablamos de inclusión es importante diferenciarla de lo que es integrar, ya que muchas veces son términos que se toman como sinónimos y no lo son.
Para explicarlo, me gusta tomar un ejemplo que se puede encontrar en la web ya sea en PDF o video, es un cuento que se llama “Por cuatro esquinitas de nada”, de Jérôme Ruillier. Los protagonistas son figuras geométricas, se trata de que “Cuadradito” pueda entrar al espacio donde están los “Redonditos” que son varios círculos que se encuentran en un espacio cerrado.

Cuadradito no puede entrar ya que no es redondo como la puerta. Cuadradito entonces para intentar ingresar, se alarga, se tuerce, se pone cabeza abajo, se dobla, pero no consigue entrar. Entonces los Redonditos le dicen “¡Sé redondo!”. Cuadradito se repite a sí mismo, “soy redondo, soy redondo, soy redondo”, lo intenta con todas sus fuerzas. Pero se dan cuenta que Cuadradito es diferente, nunca será redondo. La primera propuesta de los Redonditos, es poder cortarle una esquina a Cuadradito para que de esa forma pueda entrar por la puerta redonda. “¡Me dolería mucho!”, contesta Cuadradito. Los Redonditos se reúnen, piensan, hasta que se dan cuenta que no es Cuadradito el que tiene que cambiar, sino ¡la puerta! Entonces los Redonditos cortan cuatro esquinitas en la puerta que hasta ahora era redonda, ¡cuatro esquinitas de nada! Ahora si Cuadradito puede ingresar con todos los Redonditos.
Este cuento es utilizado en centros educativos como juego de mesa, donde se recortan las figuras geométricas, se va leyendo el cuento y se van manejando las reacciones, emociones y soluciones que van planteando los niños. Es un juego que sirve para plantear valores como la solidaridad, el respeto al otro, la amistad y el trabajo en equipo.
La historia del cuento sirve para trabajar la inclusión, cuando se le plantea a Cuadradito recortarle las esquinas para poder ingresar y poder seguir formando parte del equipo en ese otro espacio, recuerda cuando se plantea la situación que para entrar a un centro educativo, tienen que ser todos “iguales”. En esa primera solución de los Redonditos no se plantea el respetar a Cuadradito como es y obrar en consecuencia, sino llevarlo a lo conocido, a lo que estamos acostumbrados a ver y manejar. Pensar otra solución nos sacaría de nuestra zona de confort, nos obliga a buscar herramientas que muchas veces no son fáciles de hallar. Sin embargo cuando se dan cuenta de que no respetar a Cuadradito como es sería doloroso para él, buscan cambiar la puerta, el acceso, la vía de entrada a ese espacio donde ellos entran sin problemas, donde hasta ahora no se había visto como una barrera para nadie. Y entre todos, en comunidad, lo consiguen. Ahora esa barrera para Cuadradito ya no está. El cuento podría continuar ya que el ingreso, esa barrera es física, lo que debemos luego asegurar en nuestros centros educativos es que no haya barreras en el aprendizaje para Cuadraditos y Redonditos. Porque si yo permito que Cuadradito entre pero no adquiere los aprendizajes que si están adquiriendo los Redonditos, entonces lo estoy integrando. Es decir, si le permito el ingreso al espacio, pero no a las actividades que allí dentro suceden. Cuando Cuadradito realiza las actividades que los Redonditos hacen allí, sí estoy incluyendo. Y eso implica adecuación, diseño universal de aprendizaje y todo aquello que derribe barreras. No solo integremos, apostemos a INCLUIR.
Arq. Irene Barla Zunini. Dipl. en Innovación y Creatividad en Educación. Dipl. en Defensa Internacional de DDHH. Dipl. en Diseño de Políticas Públicas. Dipl. en Inclusión Social y Acceso a Derechos.