Universitario tenía que ganar. Y ganó.
A Universitario se le podía reclamar no solo ganar, sino concretar una diferencia de por lo menos dos goles, para que en el partido revancha evitara sofocones directos. Bien se sabe que cualquier equipo fraybentino jugando en casa y máxime un copetudo como Laureles, es situación de hecho siempre compleja,

Pero Universitario fue eso: el que ganó. Con lo poco que sembró, alcanzó para la cosecha imprescindible: los tres puntos aquí. Y se quedaron aquí.
Fue a los 15′ del primer tiempo, cuando la pelota cruzó el área desde el envío de Fornaroli. George Dos Santos sin poder conectar, pero ingresando solitario y por detrás, con toda la chance abierta para Facundo Barrientos. Justeza de remate. Federico Silvera fue a la derecha y Facundo volcó el remate a la izquierda. Fue el 1 a 0.
En ese primer tiempo en que la pelota no le llegó casi nunca a Agustín Carrara, por ese Laureles de solo una invasión más o menos concreta de Sebastián Rossano al minuto. Un tiro que fue a las manos del golero y poco más. Es que Laureles no lastimó, pero….¿que fue Universitario, sino una suma de situaciones malogradas?, porque además el equipo de Emilio Silva no transmitió conceptos claros. Se envolvió en confusiones.
Un remate libre de Martín Silva, el ensayo de alguna búsqueda individual por Fornaroli, con Dos Santos bajo dominio y Diego Llama a contraluz.
Un todo opuesto a la prédica roja, que en el segundo tiempo no varió. Hasta que el DT movilizó variantes, pero Universitario no sostuvo una tesitura que gravitara. Al contrario: perdió pie.
¿Qué chance de gol de Universitario en la recta final? Fue aquel gol de Facundo y poco más. Muy poco más. El riesgo del 1 a 0 es que la puerta quedó entornada.
No cerró la clasificación. O por lo menos, no puso candado.
Termina ganando porque además este Laureles fue de respuesta leve, tibia, cayendo en la trampa de su propia intrascendencia.
No fue nunca el partido de la ambición, más estética, más expuesto a la decepción. Universitario fue lo justo. Lo básico. Y ese riego de la puerta entornada.
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-