Las personas con discapacidad años atrás eran percibidas de una forma diferente a la que es hoy.
Han pasado de ser individuos a ocultar, dignos de caridad, a quienes había que rehabilitar para lograr que fuesen igual a todos los demás, hasta hoy donde se busca que se los vea como lo que son, persona y por tal, sujetos de derechos.
En ese primer concepto generalizado de caridad, se concebía a la persona con discapacidad como alguien que no podía ofrecer nada, solo recibir.

A muchas se las ocultaba, solo permanecían en sus casas, como si fuese un pecado ser diferente.
A tal punto el menosprecio que como indica Agustina Palacios en su libro «El modelo social de discapacidad: orígenes, caracterización y plasmación en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad», eran consideradas «inútiles o innecesarias.»
Luego se pasó a un concepto donde se admitía que podían ser rehabilitadas, pero con la idea de igualarlas a las personas sin discapacidad, como si fuesen un ejemplo a imitar, sin respetar su individualidad y su realidad.
Era un tratar de «rescatarlos», ¿de qué? ¿de su propia individualidad?
Luego pasamos a otro concepto, que Agustina Palacios llama «modelo social», se tiene en cuenta la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
Se los presenta como sujetos de derecho, como hoy todos los padres buscamos se entienda que por el hecho de ser personas les deben ser respetados sus Derechos Humanos.
Se busca valorar y respetar la diferencia, hacernos conscientes que todos formamos parte por igual de la sociedad.
Se pasa del concepto único de dependencia a reconocer que pueden lograr autonomía, que es necesario derribar barreras sociales que los sitúan como un grupo en situación de vulnerabilidad.
Se entiende que quitando estas barreras físicas y actitudinales, se logrará la equidad de oportunidades, ya sea de educación, trabajo y acceso a la salud, como toda persona, porque es eso lo que son.
Piden ellos mismos como sujetos activos, que se las tenga en cuenta en las decisiones políticas que afectan directamente sus vidas, «nada sobre nosotros sin nosotros».
Este modelo social va de la mano de los Derechos Humanos y encuentra allí a su mejor aliado para ser respetados como personas.
Este modelo introduce el concepto de inclusión, busca que formen parte de las actividades como toda persona y no ya el concepto de integración que era permitirles estar en un mismo espacio pero realizando tareas diferenciadas o simplemente estando allí.
Sé que los padres con hijos con discapacidad todavía hoy tenemos que explicar, informar sus derechos y muchos otros conceptos; pero llegará el día en que no se hable siquiera de inclusión sino de convivencia y no que sea necesario decir persona y adjuntar la etiqueta de su discapacidad, sino simplemente persona.
Es tarea nuestra, del Estado y la sociedad toda para poder concretarlo.
«No se puede respetar a los derechos humanos sin tener la íntima convicción de que cada ser humano, por el hecho de ser tal, puede y debe en todo momento ser defensor y promotor de ellos», Luis Pérez Aguirre.