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jueves, septiembre 11, 2025

«El ojo en la piedra»: una obra culminante

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Hoy por: Jorge Pignataro

7En estos días hemos recibido el trabajo crítico del escritor capitalino Alejandro Michelena sobre el último libro del salteño Leonardo Garet. Compartimos con los lectores de EL PUEBLO lo escrito por Michelena sobre “El ojo en la piedra”:

UNA OBRA CULMINANTE

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Hay que darle la razón al prologuista de El ojo en la piedra, el poeta y crítico Luis Bravo, cuando comienza su texto afirmando: Hete aquí un libro suelto (valga el oxímoron), un ojo aireado, libre y lírico… Pero hay que agregar que es un libro de coherencia estilística y conceptual nada comunes. Todo el volumen posee un clima lírico constante, coherente; un ritmo sostenido, que sin quitarle autonomía a cada texto transforma al conjunto en una estructura necesaria.

Es, además, una obra concentrada. Porque cada verso y cada estrofa muestran las palabras imprescindibles. No siempre podemos decir de un conjunto poético –sí en el caso de El ojo en la piedra-  que nada le sobra, y que nada le falta. Poesía, entonces, que elige como asunto los temas esenciales; que los expresa en estructuras textuales que son verdaderas iluminaciones verbales.

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Estamos ante un libro transparente, en el mejor de los sentidos; límpido en su decir, sin retóricas ni arborescencias. Pero a la vez profundo.

Estos poemas requieren una lectura meditada (en el sentido que posee el término en las filosofías orientales). Libro solapadamente hermético, que a pesar de las apariencias no se entrega con facilidad a la mirada superficial; que exige compromiso y complicidad en el lector, y una actitud al mismo tiempo creativa y libre.

Dice Garet en el segundo poema de El ojo en la piedra: “porque grandes cosas hacemos/ conquistamos territorios honores imperios/ cumplimos trabajos barremos la casa/ pero dejamos una vela sobre la mesa/ sin encender/ un almuerzo/ sin cocinar”. El poeta le atribuye al TIEMPO (así, con mayúsculas) “cara de Cleopatra”; la referencia a la enigmática reina del Nilo le permite establecer un contraste entre las conquistas y esplendores humanos que registra la historia y las pequeñas grandezas cotidianas, ésas que muchas veces se descuidan en beneficio de lo considerado importante.  Esta reflexión –sus  referencias y resonancias- lograda a través de un decir sentencioso y coloquial a un tiempo, mediante versos y palabras exactas, ubican al autor en una de las vertientes de la mejor poesía del Siglo XX, la que tiene entre sus exponentes al poeta griego de Alejandría, el gran Cavafys.

Tópicos recurrentes en el arte convocan al poeta. Por ejemplo: la recuperación del origen como transmutación de la muerte. Así es que escribe: “Mis padres andan de visita/ por mi cuerpo/… en mis amigos descubren/ los rostros que tuvimos/…no hay nada como esta visita/ para sentir/ que ya nada debemos temer de la muerte…”. Es una experiencia asumida plenamente y sin angustia la que aquí se recrea; la culpa o el lamento por lo pasado están ausentes. Y lo más importante: logra trasmitir –con genuinos recursos poéticos- ese estado de plenitud donde lo pasado se hace presente y el instante es preludio de lo eterno. El poeta se nos muestra en El ojo en la piedra  no sólo en la plenitud de sus recursos, moldeando y potenciando las palabras con soltura y elegancia. También hay en sus textos ese equilibrio entre hondura y claridad, la natural sabiduría que caracteriza a la verdadera poesía. “No hay diálogo que no se apoye/ en silencios y leyendas/ volviendo a pisar las mismas huellas en la arena”, escribe, en versos que tienen la matemática síntesis y el adecuado misterio que encontramos por ejemplo en la estética de un Fernando Pessoa.

Podemos considerar a este libro la culminación del largo camino poético de su autor. Pero a la vez el comienzo de una etapa de mayor decantación. Leonardo Garet –escritor que transita por varios géneros con solvencia- ha demostrado con esta obra que ya es un maestro en el arduo oficio de poeta.

Alejandro Michelena.

 

Una plazoleta en muy malas condiciones

El homenaje a Eduardo Fabini pasa inadvertido

En anteriores ediciones recordábamos el reconocimiento de Salto, con un monumento y plazoleta, al poeta Víctor Lima. A propósito de homenajes brindados por Salto a figuras destacadas en el plano artístico-cultural, hace pocos días recibimos la llamada del Profesor Washington Casal Lafón, manifestando su preocupación por el mal estado en que se encuentra la Plazoleta Eduardo Fabini. Cabe recordar que la misma está ubicada sobre Costanera Sur Tomás Berreta, lado oeste, pocos metros al norte de la plaza de juegos infantiles del barrio San Martín. El Prof. Casal, docente de dibujo, ya jubilado, que tuvo por muchos años una activa participación en diversos ámbitos del movimiento cultural salteño (se lo puede recordar, por ejemplo, como uno de los impulsores de la Bienal de Arte) fue parte de la creación de dicha plazoleta, cuando en 1982, siendo integrante del Rotary Club Salto, esta agrupación llevó adelante la iniciativa. Allí se puede observar una placa con estas palabras: “Eduardo Fabini. ‘Señor Austero en la forja de su música’. Dr. Eduardo J. Couture. Homenaje en el primer centenario de su natalicio. 1882-18 de mayo-1982. Rotary Club Salto Oriental”.

Pero sucede que la placa está varios metros retirada de la calzada, hacia el lado del río, en medio de la oscuridad y, a veces, la maleza. Por ello es que el reconocimiento pasa inadvertido y entonces se pierde la finalidad del recuerdo, el rescate y la revalorización de la figura homenajeada. Este asunto, la rápida y necesaria recuperación del lugar, lo habíamos planteado ya en el año 2002 desde una columna de esta misma página (dirigida en aquel tiempo por el Profesor José Luis Guarino). Pero lamentablemente la situación persiste. Y creemos que remediarla también es parte del  respeto al gran compositor uruguayo de comienzos del siglo XX Eduardo Fabini (1882-1950), uno de los principales representantes del nacionalismo musical uruguayo.

 

Ayer se celebró el Día Mundial del Idioma Español

Desde el año 1702, cada 23 de abril se celebra en el mundo el Día del Idioma Español. La fecha recuerda el fallecimiento del máximo exponente de las letras en lengua española, Miguel de Cervantes Saavedra, fallecido el 23 de abril de 1616. De ahí que la fecha es motivo, principalmente, para homenajear al creador de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha y tantas otras geniales obras. Cervantes nació en Alcalá de Henares en 1547 y murió en Madrid. En estos días, a 395 años de su muerte, la lengua del “manco de Lepanto” tiene alrededor de cuatrocientos millones de hablantes nativos, y es la segunda más hablada en el mundo, después del chino mandarín.

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