A media mañana de ayer viernes y como cada 20 de noviembre, se llevó a cabo un acto protocolar en Jefatura de Policía en conmemoración del «Día del Policía Caído en Cumplimiento del Deber». Fue en el lado oeste del edificio, donde se ubica precisamente una placa recordatoria, y participaron del mismo varias autoridades civiles y militares, entre las que estaba el propio Jefe de Policía de Salto, Crio. Gral. (R) Carlos Ayuto.
Pero fue el Coordinador, Crio. Mayor Ángelo Acosta el encargado de pronunciar el discurso alusivo a la fecha, del que extraemos estos pasajes:
«En esta fecha la Policía da su sentido homenaje a quienes ofrendaron su vida en cumplimiento del deber, fecha oficialmente aprobada y promulgada por la ley Nº 18.377, del 7 de octubre de 2008. Un homenaje a quien ofrece su vida honrando el juramento que se impuso un día como policía. Desde 1864 hasta la fecha han caído en actos de servicio más de 270 policías. Nada más y nada menos que 10 en nuestro departamento. Y ya llevamos 7 caídos este último año a nivel nacional. Sin dudas es demasiado.

El 20 de noviembre se recuerda un episodio ocurrido en el año 1933 en Paso Molino, Montevideo, donde una sucesión de hechos fueron derivando en una intensa persecución a delincuentes, generando así un intercambio de disparos con armas de fuego por las calles de la capital. Como resultado perdieron la vida 5 integrantes de la Policía Nacional y 4 resultaron heridos. No fueron los primeros ni los últimos. La historia da cuenta de infaustos sucesos en los que han caído camaradas de todas las jerarquías.
Para algunos puede parecer un acto protocolar, para nosotros está impregnado de una solemnidad propia de una institución donde la muerte hace su ronda de forma intempestiva, consolidando el espíritu de cuerpo que resurge con más fuerza cuando un camarada cae en acto de servicio. Nos acostumbramos a todo, menos a la muerte y mucho menos a la muerte de aquellos a los que les ha llegado por defender a otros.
Cuando un policía cae en acto de servicio del deber, no muere por sí, muere en nombre de todos, en nombre de la sociedad que juró defender. Cuando un policía cae en acto de servicio también son culpables de la baja aquellos que deshonran el uniforme con su accionar corrupto e ilegal, porque con sus acciones vulneran un valor imprescindible en la función, que es la confianza en quienes comparten la responsabilidad de protegerse mutuamente y fortalecer su accionar, confianza que dota a la fuerza del blindaje necesario haciendo de él su principal herramienta de protección. Cuando cae un policía, cae un padre, un hijo, un esposo, un hermano, un compañero, roles de persona que nos identifican y nos hacen un doliente más.
Este reconocimiento y gratitud de la institución policial nos hace reafirmar nuestra vocación de servicio y nos hace sentir altamente halagados con la función de cada día.
Es digno destacar en este momento una célebre frase que reza así: Un policía siempre debe ser prudente, sin debilidad, siempre debe ser firme y enérgico, cortés y amable para inspirar confianza en los buenos e infundir celo a los que infringen la ley (…) Muchas veces (los policías) no son del todo comprendidos por la sociedad, solo se comprende cuando se los ve actuar y situarse al frente de una situación difícil, cuando se pide de ellos lo más preciado del ser humano: arriesgar la vida y ponerla al servicio de los otros. Esta situación es la que cada integrante de la Policía Nacional en el país enfrentamos diariamente».