Primero vienen los colores.
Los carteles. Las sonrisas congeladas.
Las calles llenas de nombres, de eslóganes, de frases repetidas.
Los jingles que suenan en cada esquina como si fueran música de esperanza.
Las manos que se estrechan, los discursos que prometen futuro.
La campaña se siente.
Se cuela en la radio, en la tele, en las redes, en la charla con el vecino.
Es un ruido constante, una energía que nos recuerda que “algo está por pasar”.
Y después…
Silencio.
Los parlantes se apagan.
Los carteles se borran.
Las palabras se esfuman.
Y ahí, entre ese bullicio que se fue y la realidad que se queda, aparece lo que muchas veces no miramos de frente.
Una incomodidad que no termina de decir su nombre.
Una sensación de haber sido parte, pero no protagonista.
Un sistema que, aunque hable de todos, muchas veces se siente lejano.
Y en ese silencio, quise imaginar este diálogo.
Porque a veces las preguntas pesan menos cuando las ponemos en palabras.
Democracia:
¿Te acordás de mí?
Ciudadano:
Claro. Nos vemos cada cinco años.
Te elijo, te escucho… y después, te vas.
Democracia:
¿Yo me voy?
¿O sos vos quien deja de buscarme?
No soy un cartel ni una promesa.
Soy lo que hacés todos los días, también cuando nadie te está mirando.
Ciudadano:
Pero cuando llegan al poder, se olvidan.
Se acomodan.
Hablan desde lejos.
Y yo, que los voté, me quedo esperando algo que nunca llega.
Democracia:
No soy ellos.
No soy un partido ni un gobierno.
Soy una forma de vivir en comunidad.
Una idea que necesita tu participación constante para existir.
No alcanza con votar y mirar desde afuera.
Ciudadano:
Es que cansa.
Ver que se mueven las fichas, pero el tablero no cambia.
Que el poder se repite, como si todo fuera un juego.
Democracia:
Claro que cansa.
Pero rendirse también es una decisión.
Y dejar que otros decidan por vos, también tiene consecuencias.
Yo no funciono sin vos.
Sin tus preguntas, sin tu voz, sin tu memoria.
Ciudadano:
¿Entonces qué querés que haga?
Democracia:
Quiero que estés.
Que participes.
Que exijas.
Que no te calles.
Porque cuando vos no hablás, otros deciden por vos.
Y entonces ya no soy democracia.
Soy solo una palabra vacía.
Ciudadano:
¿Y vos qué hacés cuando nadie te cuida?
Democracia:
Espero.
Espero a que entiendas que no soy eterna.
Que sin vos, me muero despacio.
Y que los derechos que no se ejercen,
se pierden.