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«Aún a veces viendo cosas no muy agradables, me encanta mi trabajo»

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Virginia Rosa, más de 20 años en los Juzgados

Tiene 45 años y es de esas personas alegres, espontáneas, de las que han tomado como lema de vida el «Carpe Diem», antiguo concepto que refiere a «vivir el ahora», «disfrutar el momento». Madre de 3 hijos, amante de los tatuajes, lleva más de 20 años de labor en el Poder Judicial. Virginia Rosa Fagúndez protagoniza nuestro Al Dorso de hoy.

Tenías 20 años cuando ingresaste al Juzgado, ¿qué recordás de ese momento?
Qué emoción el día que me dijeron: venite ahora que empezás a trabajar. Era el 22 de diciembre de 1997, ese fue mi primer día en el Juzgado Penal, que fue mi casa por casi 18 años, hasta que me fui al Juzgado de Familia hace 5 años.

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¿Cuál es tu tarea ahora en el Juzgado de Familia?
Hacer oficios, todos los expedientes y comunicaciones a distintos lugares: Policía, INAU, Bancos…Somos un equipo en eso, somos tres compañeros. Nos divertimos, pasamos precioso, estoy muy contenta con mis compañeros. Hay buena onda, aún a veces viendo cosas que no son muy agradables, en la buena onda que se genera en el grupo se pasan lindas horas. Cuando no voy al Juzgado extraño, me encanta estar en mi casa, pero extraño a mis compañeros, el contacto con la gente. Me encanta mi trabajo, me siento útil, ahí está la base de todo. Con lo que uno hace, si puede ayudar a alguien, aunque sea una persona, ya vale la pena. Si una persona se va contenta de un Juzgado por algo que se le solucionó, ahí está lo positivo del trabajo.

Hablabas de cosas no muy agradables, ¿qué cosas vividas en tu trabajo te han marcado?
Lo que vi, sobre todo en los años que estuve en el Juzgado Penal, fue el incremento de la violencia en los delitos, porque teniendo en cuenta que entré en el 97, había una rapiña cada mucho tiempo, la gente que cometía delitos más o menos se repetía, pero después fue cambiando, los delitos fueron cada vez más violentos, hubo mucha violencia hacia las mujeres, contra niños, se incrementaron las denuncias por abusos. Todo fue variando y creo que tuvo mucho que ver la droga, principalmente la pasta base. Eso fue lo que más me afectó, ver esa gurisada totalmente destruida, destrozada, temblando, con frío, a veces con una crisis de abstinencia. Eso te marca mucho y te hace pensar y replantearte cómo estás criando a tus hijos y a qué están expuestos.

¿Ver esas cosas te marcó un poco el camino como madre?
Claro. El gran desafío como madre, como madre sola con tres hijos, es justamente ver que hay otra realidad, otra forma de vivir de la gente, que es distinta, pero está ahí, presente y latente, e inculcarles que conozcan las realidades que hay. Yo se las hice conocer, sin nombre ni apellido, venía a veces y les contaba casos que me partían el alma. No era la realidad que ellos vivían, pero tenían que conocerla para cuando se enfrentaran a la vida. En el Juzgado de Familia, estuve en Violencia Doméstica un buen tiempo y te diría lo mismo, que se ve el incremento de la violencia, de denuncias por abusos a niños, eso te castiga, te marca, duele.

A propósito, tengo entendido que te has preparado en el tema Adicciones…
El año pasado se me dio por incursionar en el tema. En el centro Aconcagua, de Montevideo, daban un curso para ser Operador Terapéutico en Adicciones, así que, trabajando menos horas en el Juzgado, por el Covid, pude hacer ese curso, me encantó, y hoy en día tengo ese diploma. En realidad, es para conocimiento mío, porque no estoy trabajando en eso, pero me encantaría poder ayudar con lo aprendido. A raíz de eso, cuando terminé el curso hice un voluntariado en Dispositivo Ciudadela y conocí gente espectacular, vi un encare de los temas diferente al que veía desde el Juzgado, estuve un mes y algo, pero fue muy enriquecedor.

Nos hablaste de desafíos como madre, ¿qué podés contar de tus hijos?
Valentín (21), Federica (16) y Tiziano (13). Hablar de ellos es lo más hermoso, me encanta. Valentín es mi compañero, casi un padre para sus hermanos, aunque él no quiere que se lo diga, pero los hermanos lo buscan todo el tiempo y hasta que no les da el «ok» ellos no están tranquilos. Se sienten muy respaldados por él. Estudia en la Universidad Católica y este año si Dios quiere se recibe de Contador. Con él tenemos un camino largo recorrido juntos, pasamos por muchas, es un ser increíble, fanático de Peñarol y si hay algo que me marcó fue el día que me dijo: «Quiero ser Contador, ¿me acompañás a la Universidad Católica?». Concursó, ganó una beca y ahora está por recibirse. Todo lo logró con su tranquilidad y perseverancia. Federica es diferente, yo digo que es «mi hija la artista», le gusta dibujar, pintar, es buena lectora, colecciona libros. Hay un tatuador que tiene diseños suyos para quien quiera tatuarse. Compartimos los gustos por el mundo del tatuaje. El día que me confesó, llorando, que le gustaban las nenas como dice ella, fue un día muy especial para las dos y lo recuerdo con todo el amor del mundo, porque tuvo la valentía de contarme algo que ella sentía y es lo que yo deseo de mis hijos, que los tres puedan siempre contarme qué les pasa. Ese fue un día de unir más a la familia, de entendernos, tuve en aquel momento un poco de miedo a que sufriera, pero lo recuerdo con mucho amor, fue un día de cambio grande en nuestra relación madre-hija y en nuestra familia. Tiziano es el mimoso, el bebote tierno de la familia como le digo yo, muy inocente y sensible, espera siempre que sus hermanos lo ayuden en todo, es muy mimado. Me di cuenta que creció el día que lo vi en la Liga Salteña firmando para jugar al fútbol en un club, un día tan importante para él, porque era como si ya fuera un hombre. Anécdotas con él tengo muchas, como el día que lo ayudé a afeitarse por primera vez, que no sabía cómo, ahí me di cuenta que había crecido.

Además, en su familia hay otra persona fundamental, ¿no?
¡Sí! Mi madre, que es mi gran compañera; me ayuda, me apoya, está hombro a hombro conmigo, es una guerrera y me siento muy orgullosa de ella. Me emociona hablar de mi madre porque no la pasó bien y hoy es una excelente abuela, que se modernizó, se adaptó a los tiempos, entiende a los nietos, puedo decir que es mi persona favorita.

Te propongo retroceder en el tiempo. ¿Tus primeros años de vida?
Nací el 2 de agosto de 1976. Mi papá se llamaba Antonio y Negra es mi mamá; mi única hermana, Silvina, me dio dos sobrinos que son mis ahijados. Viví toda la vida en el barrio Malvasio, en el que sigo. Mi niñez la pasé entre juegos como la topa, bici, y mil cosas más que se nos ocurrían con amigos del barrio. Mis abuelos paternos vivían y trabajaban en una quinta en Nueva Hespérides, muy cerca de la Escuela 35, y cada fin de semana era una aventura nueva. Subir a los árboles a comer naranjas…Había un árbol de nísperos que no tenía secretos para nosotros. Aprendí a andar en bici después de muchos golpes, pero fue una época que recuerdo con mucho cariño y nostalgia. Fui a la Escuela 99 y al Liceo 3, que tenía su sede donde hoy está el Shopping. Tuve una infancia feliz, supongo que nos faltaban cosas materiales, pero nos sobraba imaginación. Con mi madre aprendí el gusto por la lectura, en mi bici iba a cambiar libros y revistas a la casa de unos viejitos enfrente a donde hoy está el Liceo 3. Empecé a leer historietas y después conocí las Selecciones del Readger´s Digest. De adolescente, novelas de amor, y como toda chiquilina, soñaba con el amor. A los 20 años me casé y ese mismo año ingresé en el Poder Judicial.

¿Cómo te definirías?
Como madre. Ante todo, soy madre, una madre un poco colorida, pero soy mamá, es lo que más me gusta ser. Creo que soy una mujer plena, viví mucho y no pasé por cosas sencillas, pero es la vida. Hoy tengo a mis hijos conmigo, quiero que mis hijos siempre me necesiten, que siempre me cuenten cosas y sepan que estoy orgullosa de ellos. Hay una canción de La Vela Puerca que me gusta mucho y hace poco me hice un tatuaje con una frase que define un poco esta etapa de mi vida: festejar para sobrevivir. Ese es mi modo de vida hoy, me siento feliz, aunque sé que la felicidad son momentos.

¿Cómo es eso de la canción que te identifica?
«Va a escampar», canción de La Vela Puerca que me define mucho, porque dice «algún día va a salir el sol». Yo pasé cantidad de cosas, después de quedarme sola con mis hijos, pensando cómo encarar, si los iba a saber encaminar, cantidad de incertidumbres que se presentan cuando decidís otra cosa que no es seguir el matrimonio. Algunos de mis tatuajes tienen mucho de esa canción, la incertidumbre de no saber cómo seguir. Además, el gran dolor que fue el fallecimiento de mi padre me marcó mucho, era muy joven y pienso que se perdió un montón de logros y alegrías que estamos viviendo ahora. Entonces hoy pienso que salió el sol para mí, porque tengo hijos felices y queridos. Siempre pensé que tener hijos era que cuando llegaran a un lugar se pusieran contentos de verlos llegar, y creo que lo logré con mis gurises. Eso para mí es un orgullo tremendo. Como mamá me siento muy feliz.

Hoy por:
Jorge Pignataro

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