WE ARE (somos). Qué bueno es poder conjugar el verbo “ser” en sentido de unidad. Cómo pese al frío miles y miles de salteños y de otros tantos uruguayos desperdigados por cada rinconcito de este glorioso país se encontraron en una caravana de alegría y se estrecharon en un fuerte y largo abrazo aún sin conocerse, pero sabiéndose uruguayos. Porque “somos” uruguayos y “somos” campeones del mundo… de nuevo.
Primero en 1924 (Colombes), luego en 1928 (Ámsterdam), siguió en 1930 (Montevideo) y finalmente hasta ayer la proeza de Maracaná (Río de Janeiro), donde Uruguay le ganó a una potencia como Brasil. Ayer, unos chiquilines menores de 20 años le ganaron a una potencia europea y a la FIFA, incluso delante del mismo Gianni Infantino (de origen italiano), quien para que no hubiera foto de él entregando la Copa al capitán celeste se escondió detrás del muro humano de jóvenes deportistas y lo mandó para adelante de un empujón a Fabrizio Díaz ya con la Copa en sus manos para que comenzaran los festejos.
No hubo de arbitrajes amañados, donde echan al jugador N° 4 de Italia por una plancha karateca a la humanidad de nuestro capitán y luego bajo quién sabe qué interpretación y VAR mediante, se retrocede en su decisión y lo dejan en la cancha para que siga pateando. Ni tampoco hubo VAR ni recontra VAR que pudiera anular el gol de Luciano, pese a que estuvieron un par de minutos buscándole la vuelta, y por lo claro de la jugada tampoco pudieron hacer nada. Entonces le regalaron a los tanos casi 14 minutos de tiempo suplementario, casi medio tiempo de un alargue que no correspondía. Insólito! En el último centro que tiró Italia a nuestra área faltó que el árbitro también fuera a cabecear a ver si entraba la pelota en el arco de Randall Rodríguez que durante 6 partidos mantuvo su valla en cero, y nadie de la FIFA se enteró, y designaron igual al arquero italiano como mejor arquero del mundial que se comió el gol de Luciano Rodríguez. Pero ta, también a esos estos chiquilines les ganaron en buena ley, y transformaron a un pueblo golpeado en un pueblo feliz y campeón del mundo. Porque gracias a ellos, “somos” campeones, como dice la letra de la canción de Freddie Mercury (“WE ARE the champions”).
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GRACIAS. Casualmente la semana pasada ya agradecíamos a estos gurises por el esfuerzo que habían hecho hasta ese momento. Y aún faltaba el partido contra Israel que nos llevó a la final y luego el partido de ayer que nos dio el título de campeones del mundo.
Está bueno escribirlo antes, para que quede claro que no “somos” exitistas, pero si comprendemos el éxito de un proceso que llevó de nuevo a la familia uruguaya a juntarse alrededor de un televisor para verlos jugar y hacernos sentir orgullosos.
Está bueno haberlo podido decir antes para que tenga el mismo o mayor valor este gracias enorme que escribimos desde acá a estos gallardos campeones del mundo. Y no me cansaré de repetirlo porque jamás pensé que vería algo así, me cansé de Maracaná y del pasado. Tenemos presente y futuro. Gracias también por esa esperanza que se renueva.
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MINUTOS. La vida es un minuto a minuto, es un vivir cada momento. Y a veces se gana, y a veces no. La semana pasada festejamos que habíamos logrado descontar del uso de nuestro celular y sus diversas aplicaciones 23 minutos que habíamos recuperado de libertad y de vida plena. Pero como todo, en la vida hay tropiezos, debo confesar que tuve una recaída y no solo perdí esos 23 minutos sino que dupliqué la utilización del celular en la semana que acaba de pasar. Así que tras ganar 23, ahora perdí 45 minutos más en uso de mi celular.
De todas maneras, insistiré en tratar de seguir ganándole minutos a la vida, solo depende de nosotros querer intentarlo. Hasta la semana que viene…