Andrés Benítez es un cantor salteño que ha pasado por casi todos los géneros, nació en una familia de artistas y la murga fue su primera escuela. Hoy nos habla de su nuevo proyecto.
Venís de una familia de artistas. ¿Cómo influyó en vos?
Soy hijo de dos artistas con trayectoria. Desde bebé estuve rodeado de música: la guitarra de mi padre, las cantorías con mi madre y también el carnaval. Ambos integraron murga y yo me crie ahí, codiciando callado la pintura y el disfraz. En casa sonaba de todo, desde Eduardo Mateo hasta Queen. Esa diversidad me marcó para siempre.
La murga es tu gran amor, aunque hoy estás tomando distancia. ¿Por qué?
Sí, es el amor de mi vida, pero como todo amor tiene idas y vueltas. El año pasado integré la única murga que salió en Salto y tuve el honor de recibir el premio a mejor voz de murga y mejor voz del carnaval, en Paysandú, lo que fue un reconocimiento enorme. Pero ahora estoy en otro momento, explorando otros proyectos, sobre todo el rock.
¿Qué significó ese premio?
Fue el fruto de más de 25 años de trabajo. No lo busqué ni lo esperaba. Para mí lo más importante siempre es llegarle a la gente, ese es el verdadero premio. Pero también debo admitir que fue un momento hermoso, porque en Paysandú hay un carnaval con gran nivel artístico y con mucha tradición.
¿Qué lugar ocupa el aprendizaje en tu carrera?
Central. Aprendí de murguistas, de coros, de escuelas de samba. La técnica vocal, las experiencias, todo suma. Siempre estoy aprendiendo y escuchar a los demás es algo que me motiva.
Por eso digo que recién hace poco me considero ARTISTA, porque entendí que es una construcción permanente.
También incursionaste en la música tropical. ¿Te parece que hay prejuicio con ese estilo?
Infelizmente, sí, incluso me pasó a mí, admito que yo también tenía cierto prejuicio. Empecé, casi por casualidad, como un trabajo y terminé descubriendo cosas maravillosas. El género tiene una musicalidad increíble, con vientos, percusión, todo en vivo. Aprendí a valorar que no importa el estilo, sino la calidad y lo que transmite.
¿Y te parece que con lo comercial también hay prejuicio?
Sí, también hay un prejuicio con lo comercial. Parece que el artista no puede cobrar por su trabajo, cuando en realidad detrás hay años de esfuerzo, ensayos, sacrificios. En un supermercado se cobra y nadie lo discute; con el arte debería ser igual. Falta conciencia de que el arte es también un trabajo que merece retribución.
Hoy estás volcado al rock con un nuevo proyecto.
Sí, con la banda Dionisio. Somos cuatro, el más joven tiene 16 años. Tocamos covers de Los Redondos, Charly, Spinetta, Ciro y también hacemos fusiones y versiones acústicas.
Queremos sumar temas propios. Para mí es un sueño cumplido: siempre quise cantar rock y hoy lo estoy haciendo.
¿Con qué idea te gustaría despedirte?
Con gratitud. Me emociona que El Pueblo brinde un espacio para compartir experiencias e intercambiar ideas. Me defino como un eterno aprendiz. Si lo que digo le sirve a alguien, ya valió la pena.