Hoy estamos exactamente a una semana de haber comenzado los cursos en la Educación Pública Uruguaya. Entre el lunes 6 y el martes 7, fueron unos 690.000 alumnos de Educación Inicial (de 3, 4 y 5 años), Primaria, Secundaria y UTU de todo el país que comenzaron las clases. ¿Acaso no comenzaron con normalidad? Sí, por supuesto que sí, como ha sido siempre, más allá de algún inconveniente puntual entre los miles y miles de temas que hay que atender ante el inicio de un nuevo año lectivo, como también ha sucedido siempre.

A lo anterior, es bueno aclararlo, porque este 2023 no es un año cualquiera, es el año en que empieza a desarrollarse la famosa Transformación Educativa de la que tanto se ha hablado, se habla y se hablará. Ojalá que en el futuro, de lo que se hable sea de buenos resultados. Eso aún no lo sabemos, así que no es más que la expresión de un deseo, más allá de proyecciones (que evidentemente las hay de todo tipo: algunas muy optimistas y otras muy pesimistas, según quien las haga). Lo que sí sabemos es lo que ha pasado, porque es lo que tenemos ante nuestros ojos (y pensar que hay quienes creen que el pasado está a nuestra espalda) a través de datos de la realidad: y es que la Educación Uruguaya ha venido en decadencia clara por lo menos en los últimos veinte años. Ha perdido de forma estrepitosa el nivel que durante muchos años supo tener en esta parte del mundo.
Pero en fin, lo cierto es que las clases comenzaron, pese a que muchas voces, durante mucho tiempo, anunciaron que la tan mentada Transformación Educativa era tan mala que hasta sería imposible iniciar los cursos. ¿Alguna de esas voces han salido a decir que felizmente estaban equivocados quienes las pregonaban? Al menos no lo hemos escuchado. Al decir de Marcelo Malaquina en el título de una reciente nota (aunque se refería puntualmente a otros temas): “¿Alguien va a pedir disculpas?” (por anunciar de continuo prácticamente catástrofes que después no suceden).
En lo personal, fui uno de los que pensó que en diciembre, cuando por primera vez en la historia las elecciones de horas docentes se hicieron de forma virtual (cada docente desde su casa con celular en mano), no iban a funcionar. Me equivoqué y corresponde reconocerlo: todo funcionó perfectamente y con trámites ágiles y efectivos que insumieron unos pocos minutos, ya no con aquellas largas jornadas de presencialidad de profesores en el Liceo N° 1.
«El tema es la manija infundada que se está dando, sobre todo en facebook», nos comentaba la semana pasada el padre de una alumna que este año inicia sus estudios secundarios. Y es cierto. Le doy tan solo un ejemplo: en las redes sociales aparecían personas ya de barba y bigotes con túnica y moño, como alumnos escolares, como para hacer creer a la gente que la Educación Primaria se iba a extender varios años más. Nada más lejos de la realidad: quien termine sexto de escuela pasa al liceo, como siempre; simplemente que primero, segundo y tercero de liceo (es decir Ciclo Básico) pasaron a llamarse séptimo, octavo y noveno grado (de Educación Básica Integral). Suponemos que quienes publicaban eso y otras cosas similares (igual de absurdas y ridículas o aún más) lo hacían obviamente en tono de broma, pero que también tenían la intención de confundir con mala intención a la gente, no cabe ninguna duda.
Claro (no podía ser de otra manera) que quienes quisieron empañar el inicio de las clases no faltaron. Así por ejemplo, la Asociación de Docentes de Montevideo (Ades), cada vez más radical hasta límites insospechados, hizo un paro de 24 horas el día de inicio de clases. Es más, se tomó por asalto el Liceo N° 41 (de la capital), en protesta contra la reforma educativa.
Pero vale la pena detenerse a observar algunos números. Y tras ello preguntarse: ¿no se da cuenta esta asociación que debe cambiar el rumbo de sus acciones?, ¿no toma conciencia que cada vez menos aceptación tienen sus ideas y menos acatamiento sus decisiones en el colectivo docente? Pero vamos a los números, que sirven para evidenciar que estamos mostrando hechos y no simplemente dando una opinión: en el resto del país, la asistencia de docentes a trabajar ese día fue total; en tanto en Montevideo, el 60% de los docentes de Secundaria y el 80% de los de UTU concurrieron a trabajar a pesar del paro. Son cifras contundentes, ¿verdad? ¿O queda alguna duda todavía de la poca adhesión?
Volviendo a los hechos sucedidos en el Liceo 41, no es un dato menor que quienes se manifestaban no superaban las 40 o 50 personas a lo sumo. Cortaron una calle, colocaron algún que otro cartel y cantaban:
«Robert Silva, Robert Silva,
qué nervioso se te ve,
la reforma educativa
te la vamo’ a hacer caer…».
(Agreguemos que debieron ser desalojados del centro educativo por la Policía, como indica la ley).
Con las siguientes palabras del propio Robert Silva, coincidimos totalmente. Dijo: «Lamentablemente, se rompió la ilusión de los estudiantes por algunos pocos que se creen representantes de los docentes, y que además se creen con el derecho de, en forma ilegítima y arbitraria, romper la ilusión de los niños. Y además el derecho de la educación de ellos y de las familias. Quienes dicen defender la educación pública, terminan afectándola severamente a través de estas acciones».
Y conste que hay muchas cosas con las que estoy en total desacuerdo con esta reforma. Lo he dicho en esta misma columna (y en otras) en más de una oportunidad. Como la eliminación del profesorado de Sociología, la flexibilidad en cuanto a considerar las inasistencias y calificaciones de los estudiantes, el poco énfasis en algunas áreas como las humanísticas y artísticas, etc., etc. Pero a una transformación educativa no es cuestión de «hacerla caer». Es cuestión de analizarla conforme empiece a andar, es cuestión de evaluarla (ya hay previstas instancias de esta índole) a medida que comiencen a verse resultados. Después sí, se podrá decir: en esto hubo aciertos y en esto otro hubo errores. Pero, ¿oponerse de antemano? De ninguna manera. Es como negarse a ver una película, es más, como negarse a que otros la vean, porque la suponemos mala. O peor aún, porque quienes la hicieron y la presentan no tienen determinada ideología que nos gustaría que tuvieran, aunque estén allí porque así lo quiso el pueblo.
Otro punto: se dijo que los docentes no estaban dispuestos a asistir a las capacitaciones para encarar los cambios que implica la reforma. Hasta el propio Presidente del sindicato de profesores dijo que él no lo haría, y que muchos colegas suyos tampoco. Vea usted estos números, estimado lector, y saque sus propias conclusiones: alrededor del 95% de los docentes de Primaria y el 80% de los profesores de Secundaria y UTU en todo el país ya iniciaron los cursos de preparación para la implementación de la transformación educativa.
Conclusión: el cambio en nuestra educación ya empezó, guste o no. Seguramente no será todo una maravilla, tampoco todo un desastre. Demos tiempo al tiempo, la educación es un proceso que lo necesita. Por ahora, nos alcanza con empezar al menos, a mejorar el bajo nivel educativo que veníamos teniendo.
