Los cafés, supieron ser no sólo en Salto, sino en la cultura uruguaya, y por qué no decirlo rioplatense, una sana tradición en la cual se ejercía el diálogo entre las personas.
Desde escritores, pintores, intelectuales de las diferentes y más variadas escuelas, actores, políticos, profesionales, hasta gente común, encontraban en los mismos un punto de encuentro obligado, donde se desarrollaba parte de la vida social.
De un tiempo a la fecha, en nuestra ciudad han venido reapareciendo, luego de una época en la cual, muy pocos sitios similares había para concurrir, lo cual constituye, para algunos nostálgicos, una buena noticia.
En tiempo de individualismos al por mayor, donde la vida de toda una nueva generación transcurre a través de una pantalla, y hacia el afuera; tener epicentros de reencuentro con lo humano como al que nos referimos, da un aliciente, y es disfrutable.
Alguien tiró una sana idea, con aire de crítica constructiva: Salto carece de librerías café, tan en boga en esas ciudades a las que viajamos y de las que volvemos maravillados.
Eso sería interesante implementarlo aquí; teniendo en cuenta que somos una urbe universitaria y formadora de docentes.