La leyenda cuenta que Galileo Galilei murmuró el Eppur si muove (o E pur si muove), que se traduce como «Y sin embargo se mueve», tras abjurar de la visión heliocéntrica del mundo ante el tribunal de la Santa Inquisición. Desde un punto de vista simbólico, sintetiza la tozudez de la evidencia científica frente a la censura de la fe, la quintaesencia de la rebeldía del científico ante las convenciones por autoridad.
Apócrifa o no, la divisa se ajusta a Galileo por la actitud frente a la autoridad que representaba la Iglesia en las verdades de la fe, y frente a Ptolomeo y Aristóteles en las verdades de la ciencia, ambas verdades acordes con una visión del cosmos en el que la Tierra era el centro alrededor del cual rotaban el resto de cuerpos celestes, y no tanto por ser él quién hubiera planteado la alternativa, pues ésta es copernicana, ni porque la autoridad eclesiástica, entre la que se encontraban amistades y protectores del mismo Galileo, impidiera su estudio o divulgación, pues así se hacía sin problemas en occidente
(de Wikipedia, la enciclopedia libre).
Por estos días hemos escuchado un hecho, cuya interpretación se nos hace muy similar.
El presidenciable José Mujica, es por estos días blanco de todos los «disparos» que andan por el aire, sobre todo a raíz de las estruendosas manifestaciones que se le atribuyen en un libro de reciente publicación.
La lectura de este libro y los dichos mismos de Mujica, deben hacerse necesariamente dentro del contexto electoral y por lo tanto preferimos no pronunciar opinión al respecto hasta que no sepamos a ciencia cierta qué es lo que se ha dicho.
Mucho nos tememos que entre los que se dice y lo se hace, como suele suceder, haya una distancia muy grande.
Un botón de muestra: hemos escuchado a algún economista escandalizado, porque Mujica habría dicho que hay que entender que la tierra no es de nadie, sino del Estado y por lo tanto hay que legislar en este sentido.
La lectura «literal» de estas palabras puede atemorizar a quienes defienden la propiedad privada, bueno es decirlo, protegida en nuestro sistema democrático. Sin embargo, quienes las leen con un concepto mucho más amplio y trascendente, diríamos que Mujica se quedó corto. No sólo la tierra de nuestro paisito, sino el planeta entero, no es nuestro, lo tomamos prestado de las generaciones venideras y lo tendremos que devolver un día, en las mejores condiciones posibles.
El planeta tierra fue antes de sus primitivos habitantes, en tiempos más cercanos, los indígenas vivían en él, lo disfrutaban y lo cuidaban seguramente más que nosotros. ¿Se escandalizarían si alguien les decía que el planeta no era suyo?…seguramente no, porque lo tenían muy asumido.
Esto, es lo que nos recuerda a Galileo Galilei.
«Eppur si mueve»
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