Hay artistas cuya música no solo se escucha, sino que se respira, como una brisa que llega desde la infancia compartida o desde los ecos más nobles de la memoria colectiva. Así es reencontrarse con Ricardo «Titi» Panissa: una emoción serena, la cuerda que vibra todavía entre las voces de la amistad, el arte y la pertenencia.
Salteño de origen y latinoamericano por destino, Panissa ha sabido tejer una carrera musical que es a la vez raíz y viaje. En su nuevo disco, titulado “Ricardo Panissa y La Feria”, vuelve a cruzar los caminos del candombe, la zamba y la milonga con la sutileza de quien no solo domina los géneros, sino que los honra con su vida. Un disco que se anuncia como geografía sonora y feria del alma, donde convergen los rostros de tantos pueblos que vibran en la música popular.
El álbum, que cuenta con la colaboración de figuras consagradas como Daniel Maza en bajo, Yeye López en percusión, Carlos Aguirre en piano y Luis Salinas en guitarra, es también una declaración de principios: la música como territorio de encuentro, de diálogo, de celebración.
Este trabajo lo encuentra en su madurez artística, en su consolidación como un músico de relevancia en la Republica Argentina donde reside, y sin dudas que al rodearse de músicos de la talla de los que se rodea, lo transporta en un vuelo mágico y seguro, por el cielo de una pureza musical y creativa sublime.
EL TITI QUE VIMOS CRECER, HOY MAESTRO DEL ENCORDADO
De aquel muchacho flaco y enrulado que cantaba en el auditorio del Liceo Osimani y Llerena, que llevaba su guitarra por boliches, fogones y patios de tierra, que observaba y aprendía de guitarristas como Farolito Martínez, Bagre Merlo, Joni Rodríguez, y tantos otros que andaban en la vuelta en las noches de Salto de los años ochenta, donde la bohemia enseñaba también cosas buenas, al artista maduro que ha compartido escenario con gigantes como Rubén Juárez, Claudio Gabis, Paquito D’Rivera, Ramón Ayala o Luis Salinas, hay una coherencia vital que no se rompe: Titi Panissa sigue siendo un buscador. Alguien que nunca dejó de estar en camino, con la guitarra al hombro y la sensibilidad afinada por el asombro y la nostalgia.
En recuerdo, algunas noches en la casa del Chinito Dalmao, o en lugares al aire libre donde se escuchaba todo tipo de música, siendo el rock inglés una instancia casi ineludible a la hora de poner un cassette o un disco. De esas noches escuchando casi arriba del tocadisco, extasiado ante un tema magistral, el Gordo Nicola exclamó, “Escuchá como se cruzan las viola, Titi!!”. Nosotros también las escuchamos, y nos reímos porque nos causó gracia la exclamación, pero luego fue una especie de santo y seña que decíamos al calificar algo de gracioso, hasta hoy lo hacemos, aunque con aquella barra sólo nos seguimos por whattSapp actualmente, o algunas redes sociales, aunque el humor no lo perdimos.
SE FUE CON SU GUITARRA AL HOMBRO
Titi Panissa siemrpe tuvo alma de aventurero y a través del tiempo ha dado muestra de ello. Su itinerario es extenso y singular. En aquellos años ochenta se fue al Brasil, donde compartió escenarios con Luiz Melodía y Paulo Ge. El samba, el bossa nova, la música gaucha de Río grande do Sul, tan cercana a nosotros, como el mate y el churrasco. En ese Brasil musical abrevó y se nutrió de esa particular sonoridad del país norteño.
Un día nos enteramos de un particular viaje en tren a Bolivia, una aventura que nos contó una vez que estuvo de paso por Salto, y que aún hoy, al recordarla, suena divertida.

Más tarde se radicó en Paraná, Argentina, donde formó «La Marabunta» y homenajeó a Tom Jobim junto a Carlos Aguirre. Una etapa musical, también llena de aprendizaje y de vuelo sobre un diapasón mas amplio. En esos años llegarse hasta Rosario, compartir algún tema de entrecasa, alguna copa, con dos músicos salteños que andan por tierras santafesinas, como el Maestro Luis “Perro” Méndez, y Milton “Siki” Barboza.
Desde 1997 vive en Resistencia, donde ha generado ciclos musicales, grabado discos y continuado una obra tan personal como generosa.
Ha recorrido las Provincias argentinas, a pura guitarra, compartiendo emociones, diálogos musicales con otros artistas entre lluvias de aplausos, reconocido y admirado, de pago en pago.
Ha venido muchas veces a Concordia, ha recorrido Entre Ríos y ha cruzado a Salto en muchas oportunidades, actuando en distintos escenarios.
“Ricardo Panissa y La Feria” no es simplemente un álbum: es una travesía estética. En temas como «No Hay Condena», «Lo Que Quieras Tú» (con Redimi) o «Desapercibida», se despliega una poética de la resistencia, la fe, el amor y la introspección. Las letras y armonías dialogan entre sí como lo harían los puestos de un mercado popular: cada uno con su historia, su perfume, su sabor.
La guitarra de Panissa —siempre clara, siempre sabia— no deslumbra solo por virtuosismo técnico sino también por calidez expresiva. Es un toque que no busca imponerse, sino invitar, como un mate que se pasa de mano en mano. Y no sorprende entonces que haya sido parte de tantos proyectos diversos: de homenajes a Jobim a la Fiesta Nacional del Chamamé, de colaboraciones con Raúl Noguera a interpretaciones de Aníbal Sampayo en el Foro Cultural.
Esta es la obra de un artista que se mueve con elegancia entre lo culto y lo popular, entre la música urbana y la rural, entre el bolero y el candombe, entre la infancia salteña y las orillas del Paraná. Titi Panissa no solo canta y toca: respira música, y con ella nos recuerda que aún en los tiempos más convulsos, hay belleza en la escucha atenta, en el reencuentro con nuestras voces interiores.
Pero lo de este músico salteño no pasa solo por lo escenarios, por los Estudios de Grabación, por acompañar a grandes artistas, o ser acompañados por ellos,
También lo hemos escuchado, y visto en entrevistas, donde habla con profundidad, los temas de la guitarra, la música regional y la música en general. Habla del artista, del arte y de los caminos recorridos y los que se vienen. Y no sólo vemos y oímos a alguien que sabe de lo que habla, sino que siente, orienta y enseña, en cosas que tienen que ver con la vida misma, porque el arte, la cultura, y los artistas son vidas que iluminan el tiempo que les toca vivir y junto a sus creaciones, y opiniones nos enseñan.
Ricardo Panissa Marconi, el músico, el artista, al que reencontramos en esta Página del Diario, y él mismo se reencuentra con el público salteño a través de esta nota que no tiene otro cometido que informar sobre la puesta al aire de un nuevo trabajo discográfico de un artista, pero a su vez es como decía Neruda, “abro las puertas del recuerdo/ y el pensamiento se me va”. Saber qué hace, por dónde anduvo, hacia dónde va, musicalmente hablando, es una buena noticia, de esas que a menudo nos gusta dar, y más cuando se tratan de artistas salteños que se ganan el reconocimiento en otras tierras en base a sus talentos, sus virtudes musicales, en este caso, o de otra índole artística como sabemos lo que lo logran y son queridos, donde quiera que se encuentren.
Finalmente digamos que el disco, que puede rastrearse en plataformas digitales, nos deja la sensación de haber caminado por una feria de sonidos donde cada canción es un toldo abierto a la emoción, un rincón del corazón latinoamericano. Y Titi, como buen anfitrión, nos recibe con una sonrisa y una guitarra afinada al alma.