Días atrás nos enterábamos como con bombos y platillos el Ministerio del Interior confirmaba que cuatro policías habían sido destituidos, en el marco de las investigaciones de la fuga del mafioso Roque Morabito, desde la cárcel central de Montevideo.
No cabe más que aplaudir la decisión de investigar, pero nos preguntamos ¿tan difícil y tanto demora una investigación de este tipo? A nivel popular nunca hubo duda alguna que la fuga de este mafioso tuvo cómplices, porque de otra manera es casi imposible que se concrete semejante fuga.
Estaban apagadas las cámaras, el propio mafioso las manipulaba y hubo las denuncias de sus intenciones con pelos y señales, lamentablemente el “pendrive” que las contenía “desapareció” antes que se concretara la fuga. Pero hasta cuando seguiremos con la política del ñandú , que (según se dice), esconde la cabeza suponiendo que como él no ve no lo ven a él.
Además de estos cuatro policías implicados directamente en el hecho, hay varios más que son responsabilizados de negligencia porque no han cumplido con sus obligaciones.
Lo que no se sabe y es probable que nunca lo sepamos es quien lucró con esta fuga, porque estamos seguros que no fue “gratuita”.
Ahora bien, si bien hablamos de un hecho que sucedió en el gobierno anterior y según el renunciante Director de Convivencia y Seguridad Ciudadana, Santiago González, reconocer la corrupción dentro de la institución policial es atacar a ésta.
Con todo respeto por el jerarca renunciante discrepamos con su posición por el simple hecho que mientras nos cueste admitir que los policías como seres humanos que son, son también corruptibles, seguiremos asombrándonos de los casos que se descubren y se pueden probar, que por supuesto no son todos.
Hay demasiadas coincidencias en cada Jefatura de Policía y no nos cabe la menor duda que no alcanzan a la institución por la que tenemos mucho respeto, pero la verdad sea dicha. Es necesario reconocer y admitir que no todo es “como se lo pinta”.
La policía como todo lo humano es corruptible y aquello de que “todo hombre tiene su precio” que ya se manejaba en la antigüedad, no ha perdido vigencia y “don dinero” sigue siendo el más poderoso corruptor.
Cuando el Uruguay camina a constituirse en nuevo México o una Colombia mismo, convendría tomar conciencia de cuanto estamos haciendo lo que no deberíamos hacer.
A.R.D.