Quienes lo conocieron en profundidad, fueron revelando en voz alta tantos pensamientos, porque en circunstancias como estas, cuando la muerte no es tanto la que avisa, el hecho consumado recrea la memoria, pero también con lenguajes del presente.
Porque Sonsol para sus compañeros… es hoy.
Les cuesta hablar en pasado.
Y admiten que «por capacidad de trabajo, no era cosa fácil superarlo. Metía horas y metía lo mejor de su querer por el oficio que abrazó. A veces, no bajaba de las 14 o 15 horas diarias. Nadie discutiría su condición de laburante. Nadie le regaló nada. Espacios que se fue ganando a pulmon»

Partamos de una base. Alberto Sonsol, su imagen y su voz, se metieron en los hogares del Uruguay, a través del fútbol y el básquetbol.
Y de lo que no hay dudas: fue un «relatorazo» en el básquetbol. Impùso el estilo-Sonsol.
No es fácil imponer un estilo. Pero lo logró, al amparo de su característica más infalible y generosa: la de su propia pasión.
¿Alguién más pasional que Sonsol en esa materia?
Y no. Pero no solo el relato. También la guadaña de la crítica sin anestesia, contrariando al compañero que se le plantara en la opinión opuesta.
¿Qué fue lo notable de Sonsol?: la autenticidad casi pintoresca. Sus calenturas frente a más de una injusticia. Con los tapones de punta para sostener el juicio y despegarse de los que especulan o padecen el azote del miedo sobre sus expuestas y frágiles espaldas.
Sonsol solía salir a campo traviesa. Aun a riesgo de quedar expuesto.
Pero no fue de los que se calló. Y más de una vez se la tiró contra el poder de turno. Con el poder que fuese.
A LA HORA DEL FÚTBOL
Cuando la empresa Tenfield decidió bajarle el pulgar a Rodrigo Romano, pensó en Sonsol. Y allá fue Sonsol. Y en verdad, se ganó más de un cuestionamiento.
No prendió en la gente.
Las redes sociales se convirtieron en un tendero de críticas, en la misma medida que no pocos adeptos a Romano, pasaron a reclamar la vuelta del relator de los alaridos y las frases tan pegajosas como gastadas, más allá de su devoción a ultranza por el proceso «tabarista» liderado por el maestro.
Pero en fin…cada cual, con su cada cual.
De todas maneras, «tómelo o dèjelo», a ese Sonsol de la marca registrada. Del estilo impuesto. Fue un producto de consumo popular. Y alcanzar esa condición, no es cosa de mediocres.
Más bien de linajudos para la pelea.
Porque tampoco es fácil ese tipo de pelea, donde seguro que los puñales de enconos no faltan y la bravuconada de la envidia tampoco.
La sensación a distancia, es que Sonsol se arremangó la camisa y le sacó ventaja a varios. Esos varios a veces, de la tenue exposición de recursos o argumentos, porque en el reparto ligaron escasamente poco para la sobrevivencia,a veces vacía de dignidad.
Es seguro que Alberto Sonsol no fue un fenómeno. Pero tampoco en la vida, pasó de largo.
No faltan los que aseguran que vivir con cobardía, es peor que morir.
Será por eso que el relator no dejó de ofrecer la actitud contraria.
El coraje para ser distinto. La audacia para atreverse.
Hasta para reclamarle a la vida….que ningún sueño, debiera ser burlado. Ninguno.
ELEAZAR JOSE SILVA