Más que el derecho de los consumidores consideramos que es su propio deber, el de asumir y controlar todos aquellos aspectos que las leyes han impuesto a las industrias.
Es sabido que la denominada ¨letra chica¨ rige prácticamente en todos los casos en que los consumidores contraen un préstamo o cualquier otra obligación con una entidad financiera, la lectura de la denominada ¨letra chica¨ es obviada, en primer lugar precisamente por su tamaño, demasiado chica y su “densidad” no es un mensaje breve precisamente, pero a su vez porque el consumidor confía (o necesita) demasiado en la empresa con la cual está contrayendo un compromiso.
Por estos días hemos tomado conocimiento de lo que está pasando con algunos productos, nacionales o importados hechos en base a transgénicos, cuya utilización no está autorizada en el país y esto no supone plantear un juicio de valor en el sentido de que sean buenos o malos.
El hecho es que desde hace mucho tiempo se ha convenido (entre instituciones de consumidores, industriales y autoridades sanitarias), detalles para advertir en las etiquetas correspondientes el uso de estos productos, pero ante la falta de regulación y controles se sigue sin poner en práctica la exigencia.
Pero no sólo se trata de la exigencia en si, que en algunos casos se ha convenido tras arduas negociaciones, sino que además el consumidor debe estar debidamente informado sobre esos productos que pueden ser nocivos o no para la salud humana, pero sencillamente no están autorizados.
Más aún en países vecinos de la región existen prohibiciones concretas para el uso de algunos productos, no sólo transgénicos, sino químicos y similares y sin embargo en Uruguay su utilización está permitida.
Nuestro país tiene uno de los más altos índices de obesidad en niños y adolescentes. Esto se vincula, entre otros factores, al abuso de productos conservados en sal o con exceso de azúcares como en los denominados ¨refrescos¨, cuyo índice de azúcar no permite exportarlos a Europa, por ejemplo, dado que excede lo que este mercado tolera.
La conducta más frecuente en estos casos es cargarle las tintas a las industrias y responsabilizarlas de todo. No dudamos que éstas tienen su cuota parte de responsabilidad, pero también sabemos que la principal responsabilidad es de nosotros, los consumidores, que no controlamos, ni ponemos en práctica nuestra responsabilidad de exigir que los productos que se nos expenden sean sanos o asumir las consecuencias.
A.R.D.
