«Los que no saben guardar
son pobres aunque trabajen»
(Consejo del Viejo Vizcacha, «Martín Fierro»)
Cuando hablamos de la economía del país, o del departamento, y vaya que lo hemos hecho desde este espacio de reflexión-análisis-opinión, hemos centrado muchas veces la atención en los gastos innecesarios, o mejor dicho en aquellos que al menos para nosotros lo son, dicho «nosotros» en este caso en el sentido de personas comunes y corrientes (entiéndase sin ningún conocimiento profundo de las ciencias económicas ni políticas).
Así, hemos dedicado mucha tinta a comentar los costos de la tan mentada construcción del Antel Arena (118 millones de dólares), obra del Gobierno Nacional del anterior período, o la compra de los aviones Hércules (21 millones de dólares), realizada por el Gobierno Nacional actual. Y tomamos un ejemplo de un período y otro del siguiente, porque de uno a otro cambió el partido (o la coalición) de gobierno, y justamente lo que intentamos mostrar y demostrar es que no se trata de una cuestión de color político. Y por supuesto que son dos ejemplos, si bien grandes y emblemáticos, y por eso los elegimos, son muy poco en relación a la cantidad de ejemplos que se podrían mencionar.
A la gente le «choca» este tipo de cosas, le duele. Sobre todo al que no alcanza a ganar 16.000 pesos por mes, al que le resulta muy difícil cubrir los gastos de cosas tan básicas, necesarias y elementales como el agua y la energía eléctrica, al jubilado aquel que más de la mitad de lo que gana se le va en cuestiones de atención médica y con lo que le queda en el bolsillo debe enfrentar pago no solo de los servicios básicos, también a veces de alquiler, y además comer todos los días. Ni hablemos por supuesto de querer comprarse una ropa o darse algún «lujo» similar, como disfrutar de un asado los fines de semana. Qué increíble resulta que para los uruguayos, tan luego a los uruguayos, a los que rodea campo y ganado, sea tan caro comer carne roja.
Pero vayamos al caso que queremos comentar hoy. Resulta que ahora vinimos a enterarnos que durante los últimos diez años, el Banco de Previsión Social (BPS) gastó unos 800.000 dólares (sí, más de medio millón de dólares) en el pago de los servicios de una empresa de seguridad que se encargaba de vigilar un complejo de viviendas que ya estaban deshabitadas desde el año 2011. ¿Por qué? Simplemente porque las autoridades del momento por un lado, y en primer lugar, no controlaron a la empresa de seguridad; por otro lado, porque no permitieron que el tema se discutiera en el Directorio del Banco.
Conozcamos un poco más el asunto. Un antiguo proyecto inmobiliario en la localidad de Independencia (Departamento de Florida), recibió del Banco de Previsión Social, constantemente, unos 200.000 pesos mil mensuales. Esto fue durante 10 años consecutivos y fueron volcados a la contratación de una custodia apostada a diario en un complejo de viviendas abandonado. ¿No es mucho? Haciendo cuentas, surge decir que en esta custodia del complejo abandonado se llevan volcados unos 24 millones de pesos (descontando la inflación de cada semestre, como acotó un medio de prensa capitalino), una cifra que si se la pasa a dólares, equivale a US$ 860 mil. Son 19 casas, ocupan un predio grande; es, como se dijo, en la localidad de Independencia y fueron desocupadas en el año 2011.
Si el argumento fuese que la seguridad era necesaria para evitar que otras personas se instalaran allí usurpando las viviendas, podría ser entendible. Pero, insistimos, ¿no es demasiado dinero? Por supuesto que sí.
Y además, en vez de una inversión tan prolongada en seguridad, ¿no habría que haber tomado otro tipo de resolución más rápida en tantos años, por ejemplo para tener 19 soluciones habitacionales? Y nos inclinamos por esa medida, la de volver a habitar las casas familias que realmente lo necesiten, antes que otra que también pasó por la cabeza de las actuales autoridades del BPS, que fue la de demoler la construcción en vez de seguir desembolsando plata en cuidarla.
Ahora bien, ¿el Ministerio de Vivienda no tuvo nunca conocimiento? ¿No le correspondía intervenir además del BPS?

Pero si a usted, estimado lector, le asombra lo que venimos narrando, seguro se asombrará más con este dato: ese enorme predio, con 19 casas, es custodiado por un único guardia. Hasta risueño sería (es que hasta parece un chiste), si no fuera gravísimo, trágico en un tiempo en que tantos uruguayos están pasando mal, y miles requieren de un techo.
Todo este «negociado» fue hecho en el período de gobierno anterior, es decir antes que se hablara de la pandemia de Coronavirus y de la crisis económica a raíz de una crisis sanitaria. Pero igualmente las necesidades existían (ya había crisis, ¿o no?), o sea, ya había gente pasando mal y necesitada de una vivienda. Así que: inadmisible e injustificable por donde sea que se lo mire.
¿No son estas cosas verdaderas «tomadas de pelo» al pueblo uruguayo? A nuestro entender sí. Son cosas que se hacen a espaldas de ese pueblo que, inevitablemente, empieza a descreer, a desconfiar, a pensar en la existencia de cosas turbias. Dijera el gran humorista Eduardo D´Angelo: «¿Usted no desconfiaría?»
Hemos dicho en varias ocasiones que las cuentas claras entre gobierno y gobernados conservan la confianza.
Le propongo venirnos por un momento a Salto. Conservar la confianza con cuentas claras, también sería que nuestro intendente dijera que la verdad no es que redujo la circulación de los ómnibus para cuidarnos del Covid, sino para ahorrar dinero, que buena falta le hace. Y que si bien se piensa en la calidad de vida de los animales, la verdad es que lo que más lo impulsó a cerrar el zoológico es también el dinero que ahorra (1 millón de pesos al mes implicaba tenerlo abierto), y que buena falta le hace.
No estamos de acuerdo con el recorte de horas en el servicio de ómnibus; en tanto con el tema zoológico solo cuando veamos en qué condiciones pasarán a vivir estos animales, tendremos una opinión acabada; pero, independientemente de ello, ¿vio que hay quienes se las ingenian y logran ahorrar? Entonces, ¿por qué este país muestra tan grandes contrastes: por un lado un tremendo esfuerzo (del pueblo, claro) para ahorrar, y por otro un despilfarro como el de la empresa de seguridad para las viviendas de Florida? Un equilibrio, nunca.
Al fin de cuentas, así están planteadas las cuentas. Por una parte: «compatriotas, ajústense el cinturón»; por otra parte: «gobernantes, abran la mano y dejen que la plata se siga yendo».
Contratapa por Jorge Pignataro