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lunes, mayo 12, 2025
EL PUEBLO
Columnas De Opinión

Carlos Albisu , sanar, escuchar, acompañar así entiende su vida y su profesión

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Con el Dr. Carlos Alisu el encuentro fue en Sanatorio Uruguay donde terminaba de realizar una cirugía.

Cada vez que entro a una policlínica, cuando arranco el día pasando visita o cuando me cruzo con alguien que me cuenta lo que le pasa en su barrio, siento que ahí está mi verdadero punto de equilibrio. Más allá de lo médico, escucho historias. La gente viene con sus dolores, sí, pero también con preocupaciones del día a día: el trabajo, la educación de los hijos, cómo está su zona. Y eso te enseña. Te obliga a mirar más allá del consultorio y entender que la salud también empieza afuera, en cómo vive la gente.

Siempre sentí que lo que me da fuerza está en esa cercanía. En el mano a mano con las personas, en dar una mano cuando se puede. Ese contacto diario me ha acompañado incluso en los momentos más difíciles. Porque como todos, también tuve mis batallas.

Cuando me fui a estudiar a Montevideo, siendo hijo único, sentí por primera vez el desarraigo. Me había criado con el afecto y la contención de mis padres, y pasar de eso a la soledad de la ciudad fue un cambio muy brusco. A los pocos días de llegar, falleció uno de mis mejores amigos. Fue un golpe muy fuerte. Y eso, sumado a la distancia y a lo desconocido, generó en mí un estado de ansiedad que no había sentido antes. Me costó mucho adaptarme.

Ahí aprendí que no siempre se puede con todo solo. Que es importante hablar, pedir ayuda, y entender que la salud mental es tan importante como cualquier otra. No lo conté mucho durante años, pero creo que decirlo hoy puede ayudar a alguien más.

Por eso también luché tanto para que más jóvenes puedan formarse sin tener que irse. Me tocó ver chicos brillantes que no pudieron estudiar porque no tenían los medios para mudarse. Tener una facultad cerca, poder estar cerca de tu familia mientras estudiás, no solo te da estabilidad: también te cuida emocionalmente. Ojalá cada vez más personas tengan esa oportunidad.

Mi madre fue una figura fundamental en mi vida. Siempre estuvo donde se necesitaba una mano. Participaba en comisiones, en la escuela, en la iglesia, en grupos sociales. Pero lo más admirable era lo que hacía sin que nadie lo supiera. A veces, salía de misa y se llevaba a casa a chicos que vivían en la calle. Les daba de comer, los escuchaba, los abrigaba.

Hoy, ya grande, alguno de esos gurises me para en la calle, me toma de las manos y me habla de ella con lágrimas en los ojos. Y ahí entiendo el verdadero impacto que una persona puede tener. Su forma de tratar a todos por igual, con amabilidad y respeto, es algo que intento honrar todos los días. No heredé solo sus gestos, heredé su mirada sobre la vida.

En casa, mi familia es mi refugio. Mi esposa, que no tiene nada que ver con la política ni con lo público, me aporta una mirada muy objetiva. A veces ni sabe de qué partido es tal o cual persona, y eso es buenísimo porque su opinión siempre viene desde otro lugar, más sincero, más directo. Es la primera en decirme lo que piensa, sin filtro. Y mis hijos, aunque ya son adolescentes, todavía me abrazan con esa emoción de cuando eran chicos. A veces me siguen en alguna actividad, me escuchan hablar con la gente, y se emocionan. Esos momentos son los que guardo como oro.

No todo ha sido fácil. Hay días en los que cuesta sostener el equilibrio. Y sí, a veces me pesa la culpa de no haber estado más presente. De haber llegado tarde a alguna cena, de haber faltado a un partido o una charla importante. Pero también siento que cuando uno trabaja por algo que va más allá de uno mismo, está abriendo caminos para ellos.

Quiero que mis hijos —y los hijos de todos— puedan elegir dónde vivir, qué hacer, sin tener que irse porque no les quedó otra. Que puedan quedarse cerca de quienes aman. Que no conozcan a sus abuelos solo por videollamada. Que puedan crecer con raíces.

Eso, para mí, es lo más importante. Lo demás, va y viene. Pero lo esencial, lo que uno quiere dejar como huella, es eso: haber hecho todo lo posible para cuidar a los nuestros, para estar cerca, para no soltar.

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