La vacuna Sinovac, de origen chino que ha sido aplicada prioritariamente a la gente joven, a los funcionarios de la salud, de la educación y similares, es la que está hoy en discusión, debido a que se sostiene que la inmunidad cae en un amplio margen al cabo de algunos meses.
Debido a esto el gobierno ha decidido aplicar una tercera dosis a esta franja etaria, en esta oportunidad con la vacuna de origen británico y germano. Lo que no se puede negar es que existe un alto porcentaje de desconfianza en la población.
Aún cuando las autoridades gubernamentales y sanitarias recomiendan la aplicación de esta dosis, que según expresan está recomendada por las autoridades correspondientes, es inevitable que exista cierta desconfianza, debido a que no es lo que se recomendó en primera instancia.
Frente a esta situación nos parece importante destacar algunos elementos. En primer lugar, que es esta una situación de emergencia, porque los laboratorios produjeron sus vacunas en un año, cuando normalmente se lleva entre seis y ocho años.
Teniendo en cuenta que tras la pandemia existen también grandes intereses económicos. Hay que entender que los países están casi obligados por la situación a comprar millones de dosis y nadie sabe cuánto cuesta en promedio cada vacuna, pero se habla de miles de millones de vacunas que no todos los países pueden comprar.
Aumenta la desconfianza el hecho de que una de las cláusulas impuestas por los laboratorios que han producido estas vacunas, es el secretismo. Vale decir que el pueblo ignora los aspectos esenciales de esta negociación.
En segundo lugar y no menos importante es el hecho de la adhesión que ha mostrado la población respondiendo masivamente a lo aconsejado por el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH).
Nos adelantamos a sostener que somos partidarios de la tercera dosis, porque es lo que recomiendan las autoridades sanitarias. Y cuando decimos autoridades sanitarias no nos referimos sólo al ministerio, sino esencialmente al mundo científico.
Cuando esto decimos no pretendemos hacer recaer todo el peso de la lucha contra la pandemia en las autoridades, como si dependiera de ellos, que tengamos éxito o no.
No hemos olvidado que esta pandemia se ha llevado ya a 6.000 uruguayos. Si esto ha sido evitable o no, es harina de otro costal y nos atrevemos a decir que lo será siempre en todo el mundo.
En tanto no tenemos otra opción que confiar en quienes hasta el momento no nos han defraudado, aunque recordando que no son dioses, sino personas más preparadas para orientarnos.
A.R.D.
Bien, aún con una razonable inseguridad
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