Alguna vez leímos que la función periodística podría asemejarse al rol del tábano en el caballo. Nadie podría pensar que un insecto tan diminuto como un tábano fuera capaz de molestar a uno tan grande como un caballo. Sin embargo pocas veces hemos visto a un caballo tan desesperado como cuando lo molesta un tábano.
Es decir su pretensión no es servirse de su fuerza de su tamaño o de su capacidad para otras cosas, sino sencillamente de molestarlo despertarlo, chupándole la sangre. Ahora bien, el zángano es la abeja macho, no produce miel y no tiene aguijón.
Quizás sea éste –salvando las distancias – el rol más destacado del periodismo. No tenemos otras armas que la pluma, pero nadie molesta más. Un comentario adverso o la recordación de un deber incumplido o mal cumplido sin que nos demuestren lo equivocado que estamos, aportando las pruebas necesarias, es como “un tábano en el anca de un caballo”.
Pasar por algunos destacamentos policiales que en otros tiempos sirvieron para que este servicio público tuviera presencia en algunos puntos estratégicos de la ciudad y verlos hoy vacios, deteriorándose, si es que ya no están totalmente deteriorados, es ver una imagen deplorable.
Sucede en dos buenas construcciones como son los destacamentos de Ceibal (en la avenida Ferreira Aldunate, ex Paysandú) y el de Salto Nuevo, (en calle Treinta y tres y Orestes Lanza ). Neófitos en cuanto a políticas de seguridad ciudadana, recordamos cuando se pedía que se volviera hacerlos funcionar y nos pareció una buena idea.
Admitimos que los actuales recursos técnicos y científicos pueden haber vuelto obsoleta e inútil esta presencia, pero basados simplemente en la experiencia entendemos que no es así.
Una de las grandes dificultades que siempre han manejado las autoridades del rubro es la escasez de personal, pero mucho nos tememos que no se hace todo lo que puede, basta observar qué hacen algunos policías –con su celular – en horas de guardia.
Hoy se hace hincapié en que la presencia policial tiene una función disuasiva del delito, pero los últimos acontecimientos muestran que no es así. Algunos funcionarios policiales, no todos, han optado por “aprovechar” el hecho de que están autorizados para el porte y uso de armas de fuego, que “representan la ley” y otras vinculaciones para unirse al delito que teóricamente deberían combatir.
Mientras no reconozcamos esta realidad que rompe los ojos, poco o nada es lo que se logrará.
A.R.D.
