Por: Jorge Pignataro
Alfredo Zitarrosa, 85 años:
Ayer se cumplieron 85 años del nacimiento de Alfredo Zitarrosa, quizás el más trascendente artista que ha dado la cultura popular uruguaya. Nació en Montevideo el 10 de marzo de 1936 y falleció también en la capital, el 17 de enero de 1989, a los 52 años. En fechas representativas como esta, suele hablarse y escribirse mucho sobre él. Pero lo más importante es que su voz, en canciones, no respeta fechas: se oye siempre. El homenaje de EL PUEBLO hoy es la invitación a leer una biografía, una confesión y una canción.

Una biografía
Cantante, compositor y guitarrista, considerado uno de los mayores exponentes de la música popular uruguaya, con un gran reconocimiento en América Latina y España. Nació en Montevideo el 10 de marzo de 1936. Transcurrió buena parte de su vida (niñez y adolescencia) en una zona rural, lo que influyó decididamente en el contenido de sus canciones.
Su carrera como cantante, comienza de manera poco usual, en el año 1963. A instancias de un amigo suyo se presenta en un programa televisivo de la ciudad de Lima. Durante su viaje de regreso al Uruguay, canta en un programa radial de la ciudad de La Paz, Bolivia. Hasta entonces se había desempeñado como periodista y locutor radial en varias emisoras de Montevideo. Más adelante continuaría su labor periodística en el semanario Marcha, dirigido por Carlos Quijano.
Su debut como cantor profesional en Montevideo, tuvo lugar en el auditorio del SODRE en el año 1964.
Debido a su militancia política su canción es prohibida en Uruguay a partir de las elecciones de 1971 (prohibición que se consolida con el establecimiento de la dictadura cívico-militar el 27 de junio de 1973). Con el recrudecimiento de la persecución, habiendo sido convencido de que su canto sólo sería útil a la causa del pueblo desde fuera, debe salir al exilio en 1976, primero rumbo a Argentina, hasta el comienzo de la dictadura militar en aquel país, hasta que debe partir (por la misma causa que del Uruguay) para radicar en España donde estuvo residiendo hasta abril de 1979. Desde ese momento vivió en México, donde aparte de cantar, desarrolló actividades periodísticas en el diario «Excelsior» y en «Radio Educación» con su programa «Casi en privado». Durante este período, a pesar de ser reconocido por él mismo como el menos creativo debido al dolor por el desarraigo, graba y edita varios discos en España, México y Venezuela. Asimismo participa activamente de diversos festivales internacionales, como abanderado de la lucha a favor de la libertad del pueblo uruguayo y de otras naciones oprimidas por gobiernos de corte fascista, y como referente ineludible del canto popular uruguayo y latinoamericano. Levantada la prohibición de su canto en Argentina en 1983, es contratado para realizar un recital en ese país, oportunidad que es aprovechada por Zitarrosa para acercarse a su tierra, pasando a residir en Buenos Aires, hasta el momento que fuera posible su regreso al Uruguay. Allí realiza –entre otras- una memorable actuación en el estadio de Obras Sanitarias, donde al presentarse ante el público que colmaba el estadio, solicita su permiso: «Ojalá a partir de este momento ustedes me autoricen a seguir cantando a nombre de mi tierra».
El 31 de marzo de 1984, es recibido por una multitud que lo aclama y lo acompaña, desde el aeropuerto, por todo Montevideo, en una circunstancia que es definida por él mismo como «la experiencia más importante de su vida». En el terreno de lo musical, fue desarrollando un estilo propio, incorporando desde sus comienzos las influencias de Néstor Feria y las guitarras de Amalia de la Vega. Desarrolló una forma de ejecutar la milonga con cuarteto de guitarras, sonido que popularmente se identifica con la música de Zitarrosa. En 1988 edita por primera vez su obra literaria como tal en el libro de cuentos «Por si el recuerdo», que recopila historias escritas durante sus últimos treinta años.
Sorpresivo fue su fallecimiento, en Montevideo, el 17 de enero de 1989, cuando solo contaba 52 años de edad.
Una confesión
A Zitarrosa le gustaba: «Pensar, leer, escribir, disentir de buena fe; fumar, beber, tomar mate, caminar, la temperatura de 25 grados, pescar, criar animales y plantas, los colores verde y ocre, los olores a nafta, a bosta fresca, a limón, a humo de madera; el razonamiento de los niños, las posaderas de mi mujer, buscar un acorde en la guitarra, mis buenos recuerdos, los malos también, cuando son claros; estar solo, viajar en ómnibus por la ciudad, el truco y la carambola, mi perro, mis manos – a veces – que se parecen a las de mi hija, algunos objetos que conservo: cajitas, huesos, dibujos, papeles escritos, libros que he leído mucho… ¡Mil cosas más! El campo a toda hora, el ruido de un motor afinado, las ciencias naturales, algunas voces humanas (la mía no), mi lugar de trabajo, la gente honrada, sincera y generosa; los limpios, y por sobre todo, compartir con ellos todo lo que más aprecio y hasta casi todo lo que amo» (Diario Clarín de Buenos Aires).
Una canción
CANDOMBE DEL OLVIDO
Dónde estarán los zapatos aquellos*
que tuve y anduve con ellos,
dónde estarán mi cuchillo y mi honda,
el muchacho que fui que responda.
El candombe del olvido,
tal vez si yo le pido un recuerdo,
me devuelva lo perdido.
Coro
El candombe del olvido,
tal vez si yo le pido un recuerdo,
me devuelva lo perdido.
Ya no recuerdo el jardín de la casa,
ya nadie me espera en la plaza.
Suaves candombes, silencios y nombres
de otros; se cambian los rostros.
El candombe del olvido,
corazón dividido en candombes,
no recuerda haber nacido.
Coro
El candombe del olvido,
tal vez si yo le pido un recuerdo,
me devuelva lo perdido.
Quién me dará nuevamente mi voz inocente,
mi cara con lentes.
Cómo podré recoger las palabras habladas,
sus almas heladas.
El candombe del recuerdo
le pone un ritmo lerdo al destino
y lo convierte en un camino.
Coro
El candombe del olvido,
tal vez si yo le pido un recuerdo,
me devuelva lo perdido.
Qué duros tiempos, el ángel ha muerto,
los barcos dejaron el puerto.
Tiempo de amar,de dudar, de pensar y luchar,
de vivir sin pasado.
Pero el candombe no olvida,
y renace en cada herida
de palo del tambor, con alma y vida.
Coro
El candombe del olvido,
tal vez si yo le pido un recuerdo,
me devuelva lo perdido.
Tiempo raudal, una luz cenital
cae a plomo en la fiesta de Momo,
tiempo torrente que fluye;
por Isla de Flores llegan los tambores.
Fuego verde, llamarada,
de tus roncos tambores
del Sur, techos de seda bordada.
Coro
Fuego verde, llamarada,
de tus roncos tambores
del Sur, techos de seda bordada.
Rueda y rueda al infinito,
el candombe no es un grito,
se canta y no se baila, lailaraila…
Coro
Que se baila y no se canta,
el candombe es una planta que crece,
y hasta el cielo se estremece.
Sólo canta porque puede
y olvida lo que quiere,
la copla no lo mata ni lo hiere.
Coro
Flor azul en una lata,
relámpago de plata,
la vida no lo hiere ni lo mata.
Vuelve a amar y no se cansa,
la vida no le alcanza,
la muerte es una ingenua adivinanza.
Coro
Fuego verde, llamarada,
de tus roncos tambores del Sur,
techos de seda bordada.
Lalalailala, lailaraila …
